miércoles, 14 de mayo de 2025


 

2025 ADORACIÓN EUCARISTICA

VETE DE CASA

 

De nuevo aquí estamos delante de ti Jesús sacramentado, y venimos con un corazón agradecido porque nos sentimos nuevos en este tiempo de Pascua, Tu nos enseñas continuamente a valorar lo auténtico y verdadero y desechar lo superfluo y lo banal, donde todo queda en la superficie, incluso en el amor y la amistad. Escuchemos este maravilloso cueto donde se ve la cruda realidad.

Vete de esta casa: Te vas de esta casa. Y no quiero que regreses. Eso fue todo lo que escuchó. No hubo discusión. No hubo gritos. Solo una frase seca y una puerta cerrándose. Era su abuela. La misma que lo había criado desde niño hoy lo estaba echando como si fuera un desconocido. El abuelo, al ver la escena, se quedó paralizado:

- ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué lo echas así? ¡Es tu nieto!

Pero ella no dijo una sola palabra más. Solo se dio la vuelta y desapareció en el interior de la casa.

Él no entendía. Los vecinos tampoco. Nadie lo entendía. El muchacho, sin rumbo, comenzó a caminar. Llevaba la misma ropa con la que había salido de casa esa tarde. Sin dinero. Sin celular. Sin llaves.

- Primero fue con un amigo: ¿Tienes dónde quedarte? le preguntó.

- No… me echaron.

- Vaya qué pena. Pero mis papás no dejan que nadie se quede aquí. Y, sinceramente… no puedo hacer nada por ti. Siguió caminando.

- Otro amigo lo vio llegar: ¿Todo bien? ¿Pasó algo?

- Me quedé sin casa. ¿Puedo quedarme contigo unos días?

- ¿Y qué vas a hacer tú aquí? ¿No tienes dinero? ¿No puedes pagar nada?

- Entonces lo siento. En mi casa no se puede.

El chico bajó la cabeza. Y se fue.

Buscó a su novia. La abrazó y le explicó lo que había pasado. Ella se preocupó, fue a hablar con sus padres… y regresó con la voz apagada.

- Dicen que no puedes quedarte. Y yo… tampoco puedo hacer nada. Perdón, amor… pero esto ya no va a funcionar. No así.

Y se quedó solo. Totalmente solo. Se sentó en una banqueta y miró al cielo. Lo había dado todo por las personas que hoy no le estaban dando nada. Pasaron horas. Y cuando pensaba que nadie iba a buscarlo…Apareció su abuelo.

- Vamos a casa, dijo.

Él no quería: ¿Para qué? ¿Para que me vuelvan a echar?

- Por favor, confía. Solo ven. Subió al coche. Silencio total durante todo el camino. Cuando llegaron, la abuela salió corriendo a abrazarlo. Él dio un paso atrás.

Entonces, el abuelo lo sentó y le habló con calma:

- Tu abuela no lo hizo por crueldad. Lo hizo por amor. Quería que vieras con tus propios ojos quiénes están contigo solo cuando tienes algo que ofrecer. Tú creías que estabas rodeado de amigos. Pensabas que tenías una relación sólida. Pero ella veía cosas que tú no querías ver. Personas que te usaban, que se aprovechaban de ti, que solo estaban cuando tú dabas, pero no cuando necesitabas. Y tenía que hacerte ver la verdad.

El muchacho comenzó a llorar.

- La abuela se acercó: Me partió el alma hacerlo, pero te amo demasiado como para dejar que sigas creyendo en una mentira.

Él la abrazó. Fuerte. Como cuando era pequeño. Y entendió algo que no se enseña con palabras.

Señor Jesús cuantas veces, quien más nos ama es quien se atreve a sacudirnos para abrirnos los ojos. Porque cuando tenemos, todos se acercan. Pero cuando no tenemos nada, descubres quiénes valen la pena, que razón tu parábola del hijo prodigo. Quiénes te quieren, no por lo que das, sino por lo que eres. En los momentos difíciles, cuando no tienes nada que ofrecer más que tu esencia, es cuando realmente se revela quién está contigo por amor, lealtad y autenticidad. Las máscaras caen, las intenciones se aclaran, y se quedan los que valoran tu ser, no tus circunstancias. Y esa verdad, aunque duela, te hace más fuerte. Amén

 

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