miércoles, 24 de abril de 2024


 

2024 MEDITACIÓN EUCARISTICA.

              LA PASCUA Y LA FRATERNIDAD UNIVERSAL

La fraternidad es el fruto de la Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos. Nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace la enemistad. Jesús abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras comunidades cristianas.

Cuentan que dos hermanos que habían heredado un campo de sus padres y ambos habían construido sus casas allí, distantes unos doscientos metros.

El hermano mayor, Juan, era soltero y estaba muy feliz con su trabajo en el campo y los diversos hobbies que tenía. El hermano menor, Pablo, estaba casado y tenía dos hijos y un hija; también vivía muy feliz con su mujer y su trabajo. Los dos se dedicaban a la siembra, pero para no tener inconvenientes de ningún tipo, se había separado el campo en dos parcelas iguales y también guardaban el fruto de la cosecha en graneros separados.

Sin embargo, una noche, Juan pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era soltero y no necesitaba tanto como su hermano que tenía mujer e hijos que mantener. Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche hasta el granero de Pablo.

Casi al mismo tiempo, Pablo también pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era casado y que tenía hijos que iban a cuidar de él en su vejez. Sin embargo, su hermano Juan, por ser soltero, necesitaba contar con más recursos. Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche hasta el granero de Juan.

Así fue que, cada noche, protegidos por el silencio y la oscuridad, los dos llevaban una bolsa grande de granos hasta el depósito de su hermano.

Claro que, al hacer ambos lo mismo la cantidad de granos permanecía invariable sin que ellos lo percibieran. Esto fue así durante mucho, muchísimo tiempo, hasta que una noche coincidieron sus horarios y se encontraron cargando la bolsa en la mitad del trayecto.

No hizo falta que se dijeran ni una sola palabra. Juan y Pablo se dieron cuenta de inmediato lo que estaba haciendo su hermano. Dejaron caer la bolsa a un costado del camino y se dieron un fuerte y casi diría que un interminable abrazo.

No puede haber una verdadera comunión y un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad y sin el compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica comunidad.

Pero la fraternidad es una gracia que hace Jesús. La Pascua de Cristo hizo estallar algo más en el mundo: la novedad del diálogo y de la relación, algo nuevo que se ha convertido en una responsabilidad para todos nosotros, los cristianos. De hecho, Jesús dijo: “En esto conocerán que todos sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13, 35). He aquí por qué no podemos cerrarnos en nuestro privado, en nuestro grupo, sino que estamos llamados a ocuparnos del bien común, a cuidar de los hermanos, y especialmente de aquellos más débiles y marginados. Solo la fraternidad puede garantizar la paz duradera, vencer la pobreza, y extinguir las tensiones y las guerras.

Que la Virgen María, que en este tiempo pascual invocamos con el título de Reina del Cielo, nos sustente para que la fraternidad y la comunión que experimentamos en estos días pascuales puedan convertirse en nuestro estilo de vida y en el alma de nuestras relaciones. Amen

 

sábado, 20 de abril de 2024

El sábado 27 y domingo 28 de Abril, a las 12 horas
PRIMERAS COMUNIONES

 

Cuando más ten necesito, Señor, eres cayado en el que me apoyo para sujetarme para nunca caer y siempre levantarme.

Cuando, veo que mi nombre se pierde en el abismo, suena tu voz clara y nítida: ¡AMIGO!

Y, compruebo una y otra vez, que eres Pastor que guarda mis pensamientos de día y velas mis sueños en la noche.

Jesús, siempre surges en el momento oportuno.

Conoces mi vida como nadie y, a pesar de estar tan llena de briznas, la pones sobre tus hombros para, una y otra vez, redimirla de sus pecados y dolencias.

Tú, Señor, Pastor diligente, oportuno y puntual te haces el encontradizo cuando más te necesito me cubres con tus brazos y me rodeas con tus Palabras de liberación y susurras palabras de consuelo a mis oídos.

Cuando confundido por mil ideas, temo desertar me confirmas en la fe verdadera: ¡YO SOY!

Si, añorando poder y riquezas, dirijo mis ojos hacia el escaparate del mundo me llevas ante el tesoro de tu amor.

Tú, Señor, como Pastor, no quieres que me pierda y me vaya lejos de tu rebaño.

Por eso y por tantas cosas, Señor, te doy gracias, bendigo tu nombre y, hoy como ayer, te digo:

¡TÚ ERES EL BUEN PASTOR!

Amén.

 

miércoles, 17 de abril de 2024

2024 abril meditación eucarística:

La sabiduría de la anciana abadesa

De nuevo Jesús sacramentado nos encontramos ante ti con un corazón humilde y sencillo. Queremos aprender de ti a ser tus testigos, testigos de la vida nueva que nos traes, testigos de tu bondad y tu amor para con todos, sobre todo con los más necesitados. Queremos aprender de ti a saber encajar todas las adversidades de la vida, aceptar lo bueno y lo adverso, para transformarlo en más sabiduría, experiencia y fortaleza. Tu solo puedes llenarnos de tu sabiduría y entereza, enséñanos Señor Jesús a amar a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos como a nosotros mismos. Escuchemos esta enseñanza de hoy.

La sabiduría de la anciana abadesa: Cuentan las viejas crónicas que, había en Normandía un monasterio dirigido por una abadesa de gran sabiduría. Más de cien monjas vivían en él entregadas a la oración, el trabajo y el servicio a Dios.

Un día, el obispo del lugar acudió al monasterio a pedir a la abadesa que destinara a una de sus monjas a predicar en la comarca. La abadesa decidió a la hermana Clara, una joven novicia llena de virtud, de inteligencia y de otras singulares cualidades.

La madre abadesa la envió a estudiar, y la hermana Clara pasó largos años en la biblioteca del monasterio. Cuando regresó, todas las monjas alabaron su erudición y la maestría de su discurso. Se arrodilló ante la abadesa y le preguntó con avidez: ¿Ya puedo ir a predicar, reverenda madre?

La anciana abadesa la miró a lo profundo de sus ojos y le pareció descubrir que en la mente de la hermana Clara había más respuestas que preguntas.

- Todavía no –le dijo, y la envió a trabajar en la huerta.

Allí estuvo de sol a sol por varios meses, soportando las heladas del invierno y los calores sofocantes del verano. Aprendió a esperar el crecimiento de las semillas y a reconocer, el momento oportuno de podar los frutales. Adquirió otra clase de sabiduría; pero aún no era suficiente.

La madre abadesa la envió a la portería. Día a día escuchó las súplicas de los mendigos que acudían a pedir un plato de comida, y las quejas de los campesinos explotados por el señor del castillo. Su corazón ardía en ansias de justicia. Pero la madre abadesa consideró que todavía no estaba lista.

La envió entonces a recorrer los caminos con una familia de saltimbanquis. Vivía en el carromato, les ayudaba a montar su tablado en las plazas de los pueblos. Aprendió a contar adivinanzas y chistes y a recitar romances y poemas como los juglares. Cuando regresó al monasterio, llevaba consigo canciones en los labios y se reía como los niños: ¿Puedo ir ya a predicar, madre?

- Aún no, hija mía. Vaya a orar.

La hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita en el monte. Cuando volvió, llevaba el alma transfigurada y llena de silencio.

- ¿Ha llegado ya el momento?

No, todavía no había llegado. Se había declarado una epidemia de peste, y la hermana Clara fue enviada a cuidar de los apestados. Veló durante noches enteras a los enfermos, lloró amargamente al enterrar a muchos de ellos, y se sumergió en el misterio de la vida y de la muerte.

Cuando se debilitó la peste, ella misma cayó enferma de tristeza y de agotamiento y fue cuidada por una familia. Aprendió a ser débil y a sentirse pequeña, se dejó querer, ayudar y recobró la paz.

Cuando regresó al monasterio, la Madre abadesa la miró con cariño y la encontró más humana y vulnerable. Tenía la mirada serena y el corazón lleno de rostros: Ahora sí, hija mía, ahora sí.

La acompañó hasta el gran portón del monasterio, y allí la bendijo imponiéndole las manos. Y mientras las campanas tocaban el Ángelus, la hermana Clara echó a andar hacia el valle para anunciar allí el santo Evangelio.

Hermoso relato, donde podemos encontrar los rasgos principales del genuino testigo de Jesús, sembrador de vida y militante de la esperanza: Necesita sí, estudios serios y formación sólida. Pero también, conocer y compartir la vida y trabajos de los obreros y campesinos y adquirir la profunda sabiduría de la sencillez que brota del contacto con la vida y la naturaleza. También es necesario que su corazón se agite con la pasión por la justicia y asuma su profesión como una misión de servicio a la vida de los más débiles. Necesita aprender a reír y hacer reír, hacerse niño, asumir la vida como fiesta. Y necesita sobre todo cincelar su corazón en el servicio a los más necesitados y hacerse humilde y débil, capaz de recibir ayuda y amor, para sólo así poderlo brindar a los demás.

 

sábado, 13 de abril de 2024

Tú eres pascua, aunque tus proyectos fracasen, si mantienes la confianza en hombres y mujeres y dejas a Dios ser Padre y Madre.

Eres pascua, aunque tu vida parezca estéril, si te sientes habitado por su presencia amiga que misteriosamente te acompaña y salva.

Eres pascua, aunque en nada destaques, si bebes en sus manantiales y te conformas con ser simplemente cauce.

Eres pascua, aunque andes errante, si compartes lo que eres y tienes y despiertas alegrías en otros caminantes.

Eres pascua, aunque seas débil y torpe, si escuchas su palabra serena y abierta –"Soy yo, no temas"– y dejas que florezca.

Eres pascua, aunque pidas pruebas para creer, si besas las llagas que otros tienen y esperas entre hermanos su presencia.

Eres pascua, aunque tus manos estén vacías, si te abres al otro, el que sea, y le dejas que ponga tu corazón en ascuas.

Eres pascua, aunque no lo creas, aunque te rompas en mil pedazos, aunque mueras en primavera..., porque Él pasa y te libera.

Eres pascua, aunque tengas las puertas y ventanas cerradas, porque Él te ama y se hace presente para abrirte a la vida y alegrarte. Amén

 

miércoles, 10 de abril de 2024

2024 ABRIL MEDITACIÓN EUCARISTICA.

LA PRINCESA CHINA

Jesús sacramentado la Pascua nos recuerda tu oferta y el don de tu vida por cada uno de nosotros. Siempre podremos realizar contigo el camino del esfuerzo, de la bondad y de la gratitud. No nos dejas jamás solos. Sentimos siempre tu presencia enriquecedora y salvadora. Escuchemos esta bella historia de superación y de identificación con la hermosura del amor y de la bondad.

La Princesa china: En el antiguo Imperio chino vivía una princesa que estaba en edad de casarse. Su padre, el emperador, le animó a que escogiera marido entre todos los súbditos del imperio. Quería para ella al hombre más hermoso, valiente e ingenioso del mundo.

Se enviaron mensajeros por todas las regiones. Los jóvenes que creyeran tener esas cualidades podían presentarse en el palacio en el día señalado. En una lejana región vivía un hombre muy hábil. No era nada hermoso. Los rasgos de su cara revelaban que era cruel y malvado, hosco, violento. Era un ladrón y un asesino. Pero se le ocurrió una feliz idea para participar en la selección. Le encargó al mejor artesano de máscaras una que expresara la máxima belleza, ternura, gracia. El mismo ladrón quedó impresionado con los resultados. Era realmente perfecta. Se la colocó, y en vez de los rasgos duros y violentos, su rostro reflejó candor, belleza, dulzura, valor.

La princesa lo seleccionó sin la menor duda entre el grupo de sus pretendientes. A todos superaba por su belleza y prestancia. Cuando el ladrón comprendió las consecuencias de su trampa, se puso a temblar de miedo: Sabía que, cuando se descubriera el engaño, el Emperador lo mandaría matar. Para salir del problema, le dijo a la princesa que no era conveniente acelerar el noviazgo y que le diera un año para prepararse para tomar una decisión tan transcendental. A la princesa le pareció buena la idea y le agradó que fuera un hombre, además de bello y elegante, prudente.

Como en todo el imperio lo conocían como el pretendiente y prometido de la princesa, no tuvo más remedio que empezar a desempeñar ese papel. Debía cuidar las palabras que decía, actuar con elegancia y delicadeza, ser valiente, mostrar coraje y misericordia. Así, fue aprendiendo a actuar con bondad y generosidad, comenzó a ser compasivo y piadoso; ayudaba a los menesterosos, combatía las injusticias, consolaba a los tristes...

Pero había un abismo entre la máscara y el corazón. No podía olvidarse de quién era en realidad. Su espíritu se consumía de resentimiento, le incomodaban los halagos de la gente, le horrorizaban sus propios engaños

Y llegó de nuevo el día de volver a palacio y presentarse a la princesa. Iba decidido a contarle toda la verdad y asumir las consecuencias. Llegó, se echó por tierra, la saludó, y entre muy amargas lágrimas le contó todos sus engaños:

- Soy un bandido, un malhechor. Me hice esta máscara tan sólo por contemplar el interior del palacio y poder admirar a la mujer más hermosa del imperio. Nunca pensé que podría elegirme. Cuánto siento haber aplazado un año sus planes de matrimonio...

La princesa se enfadó mucho, pero sintió curiosidad por ver quién era, por contemplar al hombre depravado que se ocultaba tras la máscara. Y le dijo:

- Me has engañado, pero te perdono porque has sido capaz de contar a tiempo toda la verdad. Sólo te pido un favor para dejarte libre: quítate la máscara y déjame ver tu rostro.

Temblando de miedo, el bandido se quitó la máscara. Al verlo, la princesa se enfadó y enfureció:

- ¿Por qué me engañaste? ¿Por qué llevas una máscara que reproduce a la perfección tu propio rostro?

Y era cierto. El rostro verdadero se había identificado con la máscara. Un año entero de esfuerzo por ser como la máscara, lo había cambiado por completo. Si te juntas con personas alegres, te irán comunicando su alegría. Si tus amigos son trabajadores y honrados, tú también lo irás siendo. Huye de los amargados, falsos y corruptos porque te inocularán su veneno, y te irán haciendo como ellos. Practica con tesón la sonrisa y la bondad hasta que tallen tu rostro. Suelta tus músculos, cubre de alegría tus miedos. No importa cómo has sido hasta ahora, imita la virtud, proponte ser alegre, servicial y trabajador y verás cómo cambia tu rostro y tu corazón. Te pasará como al ingenioso pretendiente de aquella bella princesa.

Jesús continúa sosteniendo nuestra vida por el camino del bien y del amor. Amén

 

domingo, 7 de abril de 2024

COMO TOMÁS

Creo, si veo tu rostro,

Confieso tu nombre, si te veo primero,

Me arrodillo, si me demuestras que existes.

Creo, si toco tu cuerpo,

Confieso tu presencia, si me pones fácil el descubrirte.

Me arrodillo, si me dejas ver los agujeros que los clavos dejaron.

Creo, si me abres tus manos taladradas.

Confieso tu resurrección, si me dejas buscar tu costado traspasado,

Me arrodillo, si no me pides demasiado a cambio.

Señor;

¡Qué difícil resulta creer sin ver!

Seguirte y proponer a otros que te sigan,

Conocerte e indicar a los hombres ese mismo camino,

Acogerte y, anunciar con alegría, que Tú vives en mí,

Ayúdame, Señor:

A no cerrar las puertas por miedo a nadie.

A no cerrar las puertas por temor a nada.

A no cerrar las puertas para que me descubran en amistad contigo.

A no cerrar las puertas para no dar la cara por Ti.

¡Qué difícil, Señor!

Llevar la paz, que sólo Tú conoces, a un mundo violento.

Llenar de alegría, una realidad tan mediatizada por la tristeza.

Sentirnos enviados, ante tanta incomprensión y rechazo.

¡Te he visto, Señor!

¡Con eso me basta para seguir adelante!