domingo, 23 de noviembre de 2025


 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXXIV

 SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

Queridos hermanos esta festividad de Jesucristo rey del universo cierra este ciclo litúrgico y nos preparamos para iniciar un nuevo año con el tiempo del Adviento.

Comenzó su predicación en Galilea anunciando que el Reino de Dios estaba cerca, que ha llegado a nosotros, que está dentro de nosotros. El Reino fue el eje de su predicación.  Jesús no se anuncia a sí mismo, sino al Reino de Dios.

Jesús vino para anunciar el Reino de Dios, con palabras y con signos. El Reino es un don, una gracia de Dios, pero no una gracia barata; es también para nosotros una responsabilidad. Porque el Reino, que no es de este mundo, tiene que ver con este mundo: Jesús presenta actitudes y valores que transforman a las personas y sus relaciones, y que suponen una crítica de las instituciones.

El Reino es un conjunto de actitudes que cambian los corazones, despojándonos de las obras del hombre viejo y revistiéndonos del hombre nuevo, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, apoyo mutuo, capacidad de recibir y otorgar el perdón, y sobre todo, revistiéndonos del amor, que es el vínculo de la perfección.

Nuestro trabajo por el Reino será un trabajo paciente, como el lento crecer de la semilla hasta convertirse en árbol frondoso, aunque sin perder la fe y la esperanza en la bondad del trigo al que no ahoga la cizaña. 

Jesús no es rey al estilo del mundo, sino que su trono es la cruz y su corona no es de oro sino de espinas. Él es el autor y el servidor de la vida. Que cambia la lógica de la historia mediante la revolución de la ternura, la última palabra sobre el sentido de nuestra existencia y, al mismo tiempo, sobre el corazón de Dios. Jesús nos dice con sus palabras y con sus gestos que Dios está involucrado, está aquí, tiene sus manos enredadas para siempre en la espesura de cada vida.

Desde una cierta distancia, las «autoridades» religiosas y el «pueblo» se burlan de Jesús haciendo «muecas». Hasta tres veces repite Lucas la burla: «Sálvate a ti mismo». ¿Qué «Mesías» puede ser este si no tiene poder para salvarse? ¿Qué clase de «Rey» puede ser?

De pronto, en medio de tanta burla, una invocación: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». El otro delincuente, reconoce la inocencia de Jesús, confiesa su culpa y, lleno de confianza en el perdón de Dios, solo pide a Jesús que se acuerde él. Jesús le responde de inmediato: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Ahora están los dos agonizando, unidos en el desamparo y la impotencia. Pero hoy mismo estarán los dos juntos disfrutando de la vida del Padre. El verdadero poder, el que cambia el mundo, es la capacidad de amar así, con amor desarmado, hasta el final, hasta el extremo, hasta el final.

Que venga tu Reino, Señor, y que sea intenso como la vida misma.


 


CELEBRACIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, 
REY DEL UNIVERSO EN EL HOSPITAL DE LA PEDRERA

sábado, 22 de noviembre de 2025


 

El próximo domingo 30 de Noviembre, da inicio el Tiempo de Adviento con la bendición y el encendido de la primera vela de la corona.

En todas las eucaristías se bendecirán también las coronas de Adviento familiares.


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Cuando anuncie, más allá de trompetas triunfales,

con mi propia vida y hasta con sangre,

que tu reino es justicia, paz y libertad.

Cuando, además de contemplar tu belleza,

descubra la radicalidad de tu mensaje,

la dulzura y, a la vez, la exigencia de tus palabras.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Huyendo de la grandeza y del poder

abrazando, con humildad y obediencia,

el peso de la cruz que surja por delante.

Sí, Señor, reinaré contigo sabiendo que,

soy y no soy del mundo,

que, no siempre seré comprendido,

como Tú, Señor, tampoco lo fuiste

desde el primer día de tu nacimiento.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Sin más bandera, que el evangelio en la mano.

Sin más fortaleza, que el alma bien dispuesta.

Sin más armas, que el amor que dinamita el odio.

Sin más corona, que el servicio cumplido.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Anunciando tu misericordia y tu lealtad;

tu presencia y tu comunión con el Padre,

tu fidelidad y tu reinado de vida y verdad.

Amén.

 

miércoles, 19 de noviembre de 2025


 

2025 ADORACIÓN EUCARÍSTICA:

LOS JARRONES

Jesús sacramentado, de nuevo nos presentamos ante ti para pasar unos momentos de adoración, contemplación y reflexión. Como siempre queremos aprender de ti tu vida de servicio, de entrega y sacrificio por todos nosotros.

Servirte a ti es más que realizar grandes obras; es ofrecerte nuestro corazón en lo pequeño y en lo cotidiano, en la paciencia, en el perdón, en la ayuda al prójimo y en la obediencia a ti Palabra.

Si cada día procuramos hacer lo mejor, con nuestras acciones, palabras y pensamientos, entonces podremos legar al final de nuestra vida con paz, sabiendo que, aunque fuimos imperfectos, nuestra intención fue amar y servir al Señor con todo lo que teníamos y con todo lo que éramos capaces.

Así, la muerte no será derrota, sino coronación del servicio fiel.

LOS JARRONES: Hace muchísimos años, un noble le regaló al emperador de Japón 20 hermosísimos jarrones de la más fina y delicada porcelana, para cada uno de los cuales se necesitaron más de 10 años construirlo, por los más diestros y delicados orfebres de todo el país.

Tal era su belleza, tonos, labrados y delicadeza, que el emperador ordenó la construcción de un magnífico pabellón, donde estuvieran los jarrones a su vista, rodeados de un hermoso parque con fuentes, árboles y jardines.

Para su cuidado, escogió al más fiel de sus nobles, al más cercano y de su mayor confianza, pidiéndole que conservara estos jarrones en todo su esplendor, y diciéndole que respondía con su vida por lo que a uno de ellos le pasara.

Durante varios años el mismo noble limpiaba, pulía y cuidaba de los jarrones, pero un día golpeó accidentalmente uno de ellos y se rompió. Al entrarse el Emperador, cono lágrimas hizo que el noble fuera sentenciado a muerte.

Inmediatamente buscó al noble más cercano a él, el de más confianza y más alegato para que reemplazara al anterior, y así, nombró a quien mayores calidades tenía en todo el país, y le hizo jurar que con su vida respondería por el mínimo daño que sufrieran los 19 jarrones restantes.

Mucho tiempo cuidó de los jarrones, hasta que, nuevamente, uno de ellos se agrietó. Al verlo, el noble se suicidó por la deshonra que su familia sufriría, y por su traición a los intereses del emperador.

Buscó al emperador un nuevo custodio para su tesoro, y encontró a su mejor amigo, al más valiente y leal soldado del reino, y le encargó el cuidado del tesoro, con las mismas condiciones y juramento de los anteriores. El noble aceptó, y tomando un arma, destruyó los 18 jarrones restantes.

El emperador, sorprendido y furioso, exclamó que merecía la muerte más cruel e infame por lo que había hecho, pero el amigo le dijo:

- Por estos jarrones han muerto dos de los más valiosos y útiles colaboradores del Imperio; de esta forma queda más desamparado y solo el emperador y su pueblo. Con esto, yo moriré, pero le he salvado la vida a los 17 más valiosos súbditos del Imperio. Moriré sabiendo que hice lo mejor que podía hacer por su majestad.

El gesto del noble puede parecer, a primera vista, un acto de rebeldía o incluso de destrucción irracional. Sin embargo, en su raíz hay una entrega voluntaria y sacrificial inspirada en el amor al prójimo y en el deseo de evitar un mal mayor. Su motivación no es el odio ni el orgullo, sino proteger la vida de otros. Esto recuerda tus palabras: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13).

El emperador valora los jarrones, símbolos de riqueza, belleza y poder, más que las vidas humanas. El noble rompe esos objetos para demostrar que ningún bien material vale más que una vida.

El noble enseña al emperador, con su propia muerte, que los bienes materiales pueden ser ídolos que ciegan el corazón, y que sólo el amor y la misericordia dan sentido a la existencia.

En la lógica del mundo, pierde todo; en la lógica del Evangelio, gana el sentido último del amor y de la salvación. Así como Cristo, su aparente derrota es en realidad su victoria. El amor sacrificial transforma el mal en bien, aunque no sea comprendido de inmediato. Su gesto, leído desde la fe cristiana, es una imagen del Cristo que muere para salvar, del amor que vence al egoísmo, y de la sabiduría que brilla incluso en medio de la incomprensión y la aparente locura. Amén