ADORACIÓN
EUCARISTICA.
Historia de un
hombre, su caballo y su perro
Señor
Jesús de nuevo aquí contigo para pasar unos momentos de serenidad, tranqu9lidad
y reflexión. Queremos adorarte en tu cuerpo y sangre pero también queremos
aprender de ti a ser buenos, generosos y fieles.
HISTORIA
DE UN HOMBRE, SU CABALLO Y SU PERRO: Un hombre, su caballo y su perro tuvieron un
accidente y los tres habían fallecido. Empezaron a caminar por un camino
desconocido. La caminata era muy larga, cerro arriba; el sol estaba fuerte y
ellos estaban cansados y con mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua.
En
una curva del camino divisaron un portón magnífico, todo de mármol, que
conducía a una plaza pavimentada con bloques de oro; en el centro de ella había
una fuente de donde emanaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre
que en una caseta custodiaba la entrada.
-
Buen día, dice él.
-
Buen día, respondió el hombre.
-
¿Qué lugar es éste tan lindo?, preguntó.
-
Esto es el Cielo, fue la respuesta.
-
¡Qué bueno que llegamos al Cielo! Tenemos mucha sed.
-
Puede entrar a beber agua cuando quiera, dijo el guardia, indicando la fuente.
-
Mi caballo y mi perro también están sedientos.
-
Lo lamento, dijo el guardia. Aquí no se permite la entrada de animales.
El
hombre quedó desconcertado, pues su sed era grande. Pero él no estaba dispuesto
a beber dejando a sus amigos con sed. Así que prosiguió su camino. Después de
mucho caminar cerro arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a
un sitio cuya entrada estaba señalada por una puerta vieja semi abierta. La
puerta conducía a un camino de tierra, con árboles a ambos lados haciendo
sombra. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado.
-
Buen día, dijo el caminante.
-
Buen día, dijo el hombre.
-
Tenemos mucha sed yo, mi caballo y mi perro.
-
Hay una fuente entre aquellas piedras, dijo el hombre. Pueden beber cuanto
quieran.
El
hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
-
Muchas gracias, dijo al salir.
-
Vuelvan cuando quieran, dijo el hombre.
A
propósito, dijo el caminante, ¿cuál es el nombre de este lugar?
-
El Cielo, respondió el hombre.
-
¿Cielo? Pero si el hombre de la caseta de más abajo, al lado del portón de
mármol, dijo que ése era el Cielo.
-
Aquello no es el Cielo, eso es el Infierno.
Pero
entonces, dijo el caminante, esa información falsa debe causar grandes
confusiones.
-
De ninguna manera, respondió el hombre. En realidad, ellos nos hacen un gran
favor, porque allá quedan las personas que son capaces de abandonar a sus
mejores amigos. Es
una prueba. Allí se quedan los que no han aprendido a amar como Jesús amó. Porque
el cielo no se hereda por obras vacías, sino por corazones que aman como Cristo
amó.
Esta
historia nos recuerda tus palabras de Jesús: Quien es fiel en lo poco,
también es fiel en lo mucho. El cielo no es un lugar lujoso con puertas de
oro: es la presencia del amor verdadero, del servicio, de la fidelidad y del
sacrificio. Tú nos enseñaste que el Reino de Dios es para los humildes, los
compasivos, los que no abandonan a los suyos. Ser cristiano no se trata solo de
creer, sino de amar con hechos, especialmente a los más pequeños, los más
fieles, los que caminan con nosotros, aunque no digan una palabra. Si seguimos
a Jesús, debemos amar como Él amó: Sin condiciones, sin abandonar a nadie, siendo
fieles, incluso cuando cuesta.
El
camino de Jesús es humilde, sencillo y lleno de compasión. No es el lugar lo
que lo hace cielo. Es la presencia de Jesús. Y Jesús habita donde hay misericordia,
fidelidad y entrega. Amén