miércoles, 12 de noviembre de 2025


 

2025 Meditación eucarística

 El zorro y el esquirol

Señor Jesús que estás en el altar queremos compartir contigo estos momentos de nuestro tiempo y de nuestra vida. Queremos empaparnos de tu vida generosa, repartida y compartida con cada uno de nosotros. La generosidad no siempre nace de la abundancia, sino del reconocimiento de que lo que tenemos cobra sentido solo cuando se comparte. En un mundo donde muchos acumulan miedo a la escasez, queremos comprender que cada talento y don guardados se marchen, mientras que cada don compartido puede convertirse en vida abundante y generosa.

Repartir no perderse; es confiar en que la vida se multiplica cuando dejemos que circule. La generosidad no empobrece, ensancha. Nos recorda que el valor de lo que poseemos no está en tenerlo, sino en lo que somos capaces de sembrar con ello.

El zorro y el ardilla: En un bosque donde el aire olía a corteza húmeda y las ramas crujían con historias viejas, corrían rumores de un tesoro oculto bajo el espesor, un enigma que el otoño parecía guardar para sí. Allí vivía un zorro inquieto y astuto llamado Fernando, de pelaje rojizo y mirada alerta, como si entendiera los gestos del viento.

Una tarde, al internarse por un sendero poco transitado, Fernando se topó con un esquiro de ojos vivos llamado Marisol. Su pelaje, de un marrón que absorbía la luz, vibraba como cada salto. Era rápida, observadora y poseía una memoria precisa para recordar a cada escondite.

- ¿Qué te trae por estos parajes, Fernando? preguntó desde una rama, sin perderle de vista.

- Cuentan que bajo las hojas doradas se amaga algo que merece ser hallado.

Marisol se quedó pensativa, pero la idea le picó la curiosidad: He oído estas historias, aunque siempre pensé que eran cuentos de invierno.

- Podemos averiguarlo —propongo Fernando. Y así, sin pensarlo demasiado, se pusieron en marcha.

Andaron siguiendo rastros de viento y ecos de pasos antiguos. Entre zarzas y claros apenas abiertos, las hojas caían lentes, formando un tapiz que crujía bajo sus patas. El sol de otoño se filtraba entre ramas retorcidas, teniendo el aire de cubre y sombra. Esa noche acamparon junto a un árbol gigantesco, de razas abiertas como didos que buscan la tierra.

Al día siguiente el viaje continuó con pruebas, cada obstáculo les acercaba más al tesoro, y también uno al otro. La confianza creció sin ceremonias, como la maleza al borde del camino. Al caer la tarde, alcanzaron un claro cubierto de hojas secas. En el centro, medio enterrado en la tierra, descansaba un cofre viejo.

Fernando y Marisol se acercaron sin palabras, levantaron la tapa con cuidado. Dentro, las semillas apenas brillaban, como si respiraran. Había de todo: flores, hierbas, árboles. Vida dormida esperando manos que la despertan. Al amanecer empezaron a sembrar. Junto a los arroyos, al pie de los troncos viejos, entre las claras que el sol acariciaba. Cada semilla era una promesa sin palabras. Con los días, el bosque empezó a transformarse. Brotas nuevas asomaban, el aire cambiaba de olor, los animales observaban sin miedo.

Una tarde, una lechuza vieja bajó de su rama. He dado con lo que todos buscan. El bosque hablaba por los dos. Desde entonces, ese lugar siguió creciendo. Cada árbol galardó un recuerdo suyo; cada flor, un gesto compartido. Con los años, los animales contaban su historia sin adornos: dos amigos que plantaron más que semillas.

Señor Jesús cuantas veces tú providencia nos pone frente a un cofre lleno de semillas: oportunidades, talentos, recursos, amores. La reacción más común es guardarlas para uno mismo, temiendo que se acaben. Pero el zorro y el ardilla entendieron algo esencial: las semillas solo tienen sentido cuando se comparten.

Cada vez que sembramos generosidad, comprensión o apoyo en los demás, el bosque, la comunidad, la familia, las amistades, el mundo, florecen algo más. El egoísmo sólo produce desierto y sequedad, pero la entrega multiplica. El verdadero tesoro no estaba en el cofre, sino en el gesto de repartir. Amén

sábado, 8 de noviembre de 2025


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Somos templos vivos de Dios.

Y precisamente por ello, necesitamos “construirnos” día a día.

Mejorarnos y renovarnos.

Cada iglesia, en cientos lugares del mundo, se convierte en un estandarte que pregona la presencia de un grupo que espera, intenta vivir y seguir las enseñanzas de Jesús Maestro.

Sólo podremos edificar un mundo mejor, si nos edificamos, primero, a nosotros mismos.

Dejemos que brille la naturalidad que Dios nos ha dado.

Los extremos son malos.

La belleza del templo católico es, precisamente, la comunidad que celebra y se congrega dentro de él.

La mayor inversión que podemos hacer es, vivir lo que escuchamos dentro de cada iglesia.

Lo contrario sería un maquillaje con sonidos de campanas, altas torres y bonitas fachadas pero con poco cimiento y fundamento.

El Señor nos invita cada día a ofrecer y levantar un espacio de nuestro corazón y de nuestra vida a Dios.

Y, eso, no es maquillaje es –simplemente- hacer de nosotros mismos un templo vivo, eficaz y real para Dios.

Amén.

 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXXII

DEDICACIÓN DE LA BASILICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

 

Dedicación de la catedral de Roma, San Juan de Letrán, raíz de comunión de un extremo al otro de la tierra. Por lo tanto, no celebramos un templo de piedras, sino la casa de un Dios que ha elegido como morada al hombre y la tierra su cielo.

El Evangelio nos propone encontramos al Jesús que no esperábamos, con un látigo en la mano. Nos presenta al maestro apasionado, que utiliza gestos y palabras, para indicar el camino y que no se resigna con las cosas mal hechas: lucha con nosotros para que florezca el hombre y el mundo.

Probablemente, una hora después, los mercaderes, recuperadas las palomas y las monedas, habían vuelto a ocupar sus puestos. Pero el gesto de Jesús ha llegado hasta nosotros, profecía que sacude a nuestras prácticas religiosas del riesgo de hacer mercado de la fe.

Jesús expulsa a los mercaderes porque la fe se ha convertido en objeto de compraventa. Los astutos la utilizan para ganar dinero, los piadosos para congraciarse con el Poderoso: yo te doy oraciones, tú me das gracias; yo te doy sacrificios, tú me das la salvación.

Jesús expulsa del patio a los animales destinados al sacrificio cruento, anticipando el cambio radical que traerá consigo la cruz: Dios ya no nos pide sacrificios, sino que se sacrifica a sí mismo por nosotros. No exige nada, lo da todo. Fuera los mercaderes, entonces. La Iglesia se volverá bella y santa si realiza las acciones de Jesús en el patio del templo: expulsemos la fe que se convierte en mercado y en compra venta. Una Iglesia con delantal y no opulenta.

Jesús amó mucho el templo de Jerusalén, lo admiró, se indignó, incluso lloró por su inminente destrucción. Lo llamó «casa del Padre» y lo cuestionó: destruid este templo y yo lo resucitaré en tres días. De nuestros magníficos templos no quedará piedra sobre piedra. Hablaba del templo de su cuerpo. Nosotros seguiremos siendo la casa de Dios para siempre: hay gracia y presencia de Dios en cada criatura. Es mejor que se derrumben todas las iglesias y templos, antes que caiga un solo hombre. El templo de Dios somos nosotros, es la carne del hombre. Todo lo demás es decorativo. El templo santo de Dios es la persona, ante el cual «deberíamos quitarnos las sandalias» como Moisés ante la zarza ardiente «porque es tierra santa», morada de Dios.

Pasemos, pues, de la gracia de las paredes a la gracia y la santidad de los rostros.

Jesús no se dirige a los guardianes de los templos, sino a cada uno: la última casa del Padre eres tú. Una casa abarrotada de ovejas y bueyes, de dineros y palomas, ya no deja traslucir a Dios.

Hay que volver a encaminarse, a volver a ser transparencia y rendija de Dios. Que sigue y siempre sigue de viaje: el misericordioso sin templo busca un templo, el Dios que no tiene casa la busca precisamente en mí. Si lo acogemos, solo entonces todo el mundo será cielo, cielo de un solo Dios.

Dia de la Iglesia diocesana, abramos los horizontes de nuestra parroquia y ensanchemos el corazón.

 

miércoles, 5 de noviembre de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARISTICA

EL MEJOR HIJO

Señor Jesús eucaristía no reunimos de nuevo en torno al altar para saborear tu presencia y lanzarnos de tus mujeres y de tu sabiduría. En nuestra existencia muchos buscan lanzarla con bienes, logros o reconocimientos, creyendo que en ellos encontrarán plenitud. Pero nada de eso basta para iluminar el corazón. Sólo la luz del Espíritu, que viene de Dios, puede lanzar verdaderamente la casa del alma.

Ciertas realidades interiores no ocupan espacio físico, pero lo transforma todo. De la misma forma, Cristo nos invita a ser “la luz del mundo”, a quitar claridad y esperanza allí donde todo parece vacío. A veces no comprendemos que lo más grande no se compra ni se mide, sino que se enciende desde dentro, desde el corazón. Nosotros, muchas veces, intentamos lanzar nuestra vida con cosas pasajeras, trabajo, dinero, actividades, y sin embargo sentimos el vacío. Pero cuando dejamos que la luz de Cristo entre en nuestro corazón, todo se transforma.

No se trata de brillar por nosotros mismos, sino de reflejar la luz de Dios que habita en nosotros. Jesús tú nos llamas a ser portadoras de esa luz, a lanzar nuestras casas, nuestras familias y comunidades con fe, esperanza y amor . Escuchemos esta impresionante historia

EL MEJOR HIJO: Esta historia nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

- No puedo dividir en tres lo que pongo. Esto dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, a lo que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mí mejor hijo.

- He dejado sobre la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Cosechada. El que compre con esa moneda algo con lo que echar la casa, se quedará con todo.

Los tres hijos se fueron a ver que podían hacer.

Después de un cierto tiempo el primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.

El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió echar la casa mucho más que el anterior.

El tercer hijo sólo compró un pequeño objeto. Era una vela. Espero hasta la noche, encendió la vela y echó la casa de luz. Éste fue quien consiguió la herencia, por su inteligencia, sagacidad y sabiduría. El padre no dudó en dejarle a él todo lo que tenía. Sabía que el tercer hijo con su astucia no sólo conservaría la herencia, sino que la multiplicaría.

Querido a Jesús en esta parábola breve pero muy profunda, cargada de simbolismo y enseñanza. Podemos aprender que las realidades, aunque a primera vista, parecen un simple desafío de ingenio, sin embargo, su mensaje va más allá de la astucia práctica: invita a reflexionar sobre el valor de lo intangible frente a lo material.

Los dos primeros hijos interpretan literalmente las palabras del padre, echar la casa con algo comprado, por lo que buscan objetos físicos que ocupan espacio. Representan la mentalidad común, centrada en lo concreto y en la apariencia.

El tercero, en cambio, comprende el sentido simbólico del reto: lanzar la casa no necesariamente implica ocuparla con cosas visibles, sino darle plenitud, significación, vida. Con una simple vela, transforma el espacio vacío en un sitio iluminado. La luz, símbolo del conocimiento, la comprensión y el espíritu, llena donde la materia no puede legar.

En este acto existe una lección sobre sabiduría, creatividad y perspectiva: el valor no está en tener más, sino en saber ver más allá de lo evidente. El “mejor hijo” no es quien posee más bienes ni quien ocupa más espacio, sino quien sabe aportar claridad y sentido.

Podríamos decir que el padre no sólo buscaba heredar sus bienes, sino también transmitir su enseñanza final: La verdadera riqueza está en la luz de que somos capaces de encender dentro ya nuestro alrededor.

Que esta historia nos ayude a recordar que el mejor hijo no fue el más astuto, sino el que supo mirar con el corazón. Que también nosotros sepamos encender la luz de Cristo en cada rincón de nuestra vida, para que, donde haya oscuridad, brille la claridad del Evangelio. Amén.

sábado, 1 de noviembre de 2025


 


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Nunca será tarde hermanos, para después de la vida, salpicada de obstáculos y de sobresaltos aguardar el momento definitivo donde, lo que no entendíamos, lo veremos donde lo que no alcanzábamos…lo contemplaremos con nuestros propios ojos.

Para los que fuiste padres, recibir el abrazo del que es Padre y premiará los desvelos por vuestros hijos a los que, enseñasteis y dejasteis lo mejor de vosotros mismos.

Para los que, siendo jóvenes o niños, la muerte os cortó sin previo aviso.

Teniendo la vida por delante, os apartó para siempre de nuestros ojos.

No será tarde porque, en el cielo, seréis eternamente jóvenes como joven fue y murió el mismo Jesucristo.

No será tarde porque, en el cielo, siendo niños disfrutaréis de una Madre que acoge, con amor de Madre.

No será tarde amigos y consagrados, sacerdotes y religiosos, enfermos y trabajadores, anónimos y olvidados…

Porque, Dios, lejos de olvidar…siempre recuerda con nombre y apellidos, las huellas que, al pasar por esta tierra, todos vamos dejando en los mil caminos recorridos.

Nunca será tarde, cuando llegue el momento de abrazarnos con abrazo eterno, de sonreír en una inmensa alegría eterna, de vivir en una VIDA que ya no cesará de disfrutar en una ETERNA FIESTA en el cielo.

Amén.