miércoles, 2 de diciembre de 2020


2020 ADORACIÓN EUCARISTICA: 

EL CARRETE MÁGICO

 

Acabamos de iniciar el tiempo de adviento, un tiempo para la reflexión y de fortalecer la esperanza. Es un tiempo que en la situación en la que llega nos puede ayudar a vivir y a sobrevivir en tiempos de pandemia. Delante de Jesús sacramentado queremos reflexionar sobre las preocupaciones más profundas de nuestro ser y de saber aprovechar las ocasiones que la vida nos presenta y que debemos saber aprovechar. A tiempos recios, colocar la imaginación a trabajar.

Escuchemos este cuento: La Bobina de hilo de oro

Había una vez un pequeño príncipe, inquieto y travieso, que no le gustaba estudiar. Cuando sus padres le reprendían, se lamentaba diciendo: “¡Qué ganas de ser grande para hacer todo lo que quiera!”. Un buen día, mientras se encontraba en su cuarto, descubrió junto a la ventana una bobina con hilo de oro. Ante la mirada sorprendida del principito, la bobina le habló con voz melodiosa: “Querido príncipe: He escuchado tus deseos de crecer pronto y te daré una oportunidad. A medida que desenrolles mis hilos, podrás avanzar por los días de tu vida. Pero ten cuidado, pues el hilo que se suelta no regresa, y el tiempo pasado no podrá ser recuperado jamás”. Sin poder resistir su curiosidad, el pequeño príncipe tiró del hilo y al instante, quedó convertido en un joven gallardo y robusto. Con gran entusiasmo, volvió a tirar del hilo mágico y se descubrió con la corona de su padre. “¡Soy rey!”, “¡Soy rey!”, exclamaba con gran alegría. “Por favor, carrete mágico, quiero saber cómo lucirán mis hijos y mi señora reina”, exclamó impaciente mientras estiraba nuevamente el hilo. Entonces, se apareció una mujer hermosa de largos cabellos junto a él, y tres chiquilines hermosos y gordos. La curiosidad del rey se hacía incontenible por saber cómo serían sus hijos de grande, así que tiró un tramo largo de aquel hilo, y otro más, y otro. De repente, notó que sus manos estaban pálidas y débiles, y en el reflejo del espejo descubrió un viejo consumido y seco. El príncipe, al ver que había desenrollado todo el hilo, quiso devolverlo nuevamente a su lugar, pero tal como le habían advertido, era completamente imposible. ¡Había consumido toda su vida! La bobina mágica, al verlo tan afligido exclamó: “¿Qué has hecho, criatura infeliz? En vez de vivir los momentos hermosos de tu vida, decidiste pasarlos por alto. Has malgastado el tiempo inútilmente y ya no hay nada que puedas hacer, salvo pagar por tu insolencia”. Y así quedó el anciano rey, que sólo pudo disfrutar de una corta vejez hasta que murió de tristeza en su alcoba, por haber desperdiciado toda su vida, sin vivirla como debe ser.

 

Qué pena desperdiciar la vida. Cuando precisamente en este tiempo de adviento nos advierte de la necesidad de la vigilancia, de la atención, saborear las cosas pequeñas de la vida. No perdamos las horas de nuestros días pensando en lo que aún no tenemos o en lo que va a venir. El presente es algo muy valioso que jamás volveremos a recuperar. Aprendamos a vivir y aprovechar cada instante de nuestra vida.

Este cuento nos hace tomar conciencia de lo poco que necesitamos para vivir bien; y desde luego que precisamos mucho menos de lo que nos ha acostumbrado el sistema económico que nos ha habituado a vivir en un continuo mercantilismo, todo se compra y todo se vende; es importante renunciar y denunciar el consumismo alocado.

Concentrémonos en los valores esenciales: la vida, la solidaridad, el amor, las relaciones fraternas y respetuosas con todos los que nos rodean y con la creación. Recordemos que cuando estábamos confinados la naturaleza brilló, estaba más limpia menos contaminada y se reproducía con furor. La situación actual nos lleva a relativizar ciertas cosas que hasta ahora considerábamos indispensables e intocables. Pero sobretodo nos hemos dado cuenta que nos necesitamos más unos a otros, precisamente cuando menos tiempo y menos cantidad de personas podemos estar juntos.

Tu Señor eucaristía nos invitas a vivir más intensamente la cercanía, la compañía, el cariño, el apoyo, el abrazo Y en estos momentos es urgente y necesario, aunque no sean físicos, pero si espirituales, desde el corazón.  Hoy más que nunca no podemos desperdiciar el tiempo, es indispensable. Vivir la realidad del día a día, con vigilancia y con atención pide tiempo, espacio compartido desde la distancia, encontrarse en el corazón, acompañarse con el alma; no ir por delante o por detrás del otro sino a lado y procediendo como un buen compañero. Este paso nos tiene que llevar a concluir que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa de las otras personas y en concreto de las que están cerca y de las que están lejos; lo primero hay que hacerlo crecer y por supuesto que lo segundo tenemos que conseguir que disminuya y para ello debemos hacer lo posible y lo imposible. No nos podemos abrazar ni besar, pero tenemos que encontrar las nuevas expresiones creativas del cariño que pasan, sobre todo por la mirada, la escucha, la palabra y la sonrisa.

 

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