sábado, 6 de mayo de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO DE PASCUA V

Si hay un adjetivo que le cuadra bien al evangelio, es “interpelante”. Si el evangelio no nos interpela; si no afecta a nuestras vidas, no sirve para nada.

Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?

Yo soy el camino. Jesús no responde: Yo "conozco" el camino y ahora os daré las coordenadas; en cambio, dice: yo soy el camino. Podemos sentirnos muy ufanos del conocimiento profundo que tenemos de él, podemos teorizar y elucubrar sobre él hasta la saciedad, pero si no respondemos, de nada nos sirve. El evangelio es una constante invitación a caminar, y Jesús es el camino. Pero un camino no es para conocerlo, sino para recorrerlo. El mapa del rio amazonas

El camino hacia Dios es la vida de Cristo. Miremos a Jesús, cómo vive, cómo se conmueve, cómo se va, cómo muere, y comprenderemos a Dios y la vida. Y si quiero entrar en ese misterio pondré mis pasos en los suyos, preferiré los que él prefirió, renovaré sus opciones con las mías, sólo me moveré detrás de su estrella polar.

Yo soy la verdad. Cómo vivo es la vida verdadera, cómo trato con los pequeños y las mujeres, con los cristos pobres. La verdad está hecha de carne y hueso. La verdad desarmante es su movimiento libre, regio y amoroso entre las criaturas. Nunca arrogante y siempre inflexible. Recta y segura. La verdad es valiente y amable. Cuando es arrogante y sin ternura, es una enfermedad que nos enferma a todos de violencia. La verdad dura y despótica, gritada con palabras de piedra: así son las cosas, no es la voz de Dios. Dios es verdad amable, de ojos y manos ardientes.

Yo soy la vida. Palabras que ninguna explicación puede agotar. Yo soy la vida. Por eso, cuanto más evangelio entra en mí, más vida se añade a la vida. Esa vida que se opone a la pulsión de muerte, a la auto destructividad que cultivamos en nosotros mismos, a los miedos, a la esterilidad de una vida inútil. La vida es todo lo que podemos poner bajo este nombre: futuro, amor, hogar, fiesta, descanso, deseo, Pascua, felicidad. Por eso fe y vida, sagrado y realidad, tienen la misma fuente, y coinciden.

Los gestos y las palabras de Jesús son energía que puede astillar la dura armadura, hacer florecer la corteza enferma de la historia, hacer soñar la tierra nueva y los cielos nuevos, siempre y cuando su ternura pase por nuestras manos.

El misterio de Dios no está lejos de ti, está en tu vida: vive en tu nacer, amar, dudar, creer, perder, ilusionar, osar, engendrar... En todo tu amor es Él quien ama. El misterio de Dios no está lejos, sino que es el camino bajo nuestros pasos. Si Dios es vida, entonces hay santidad en la vida, vivimos la santidad de vivir.

Por eso fe y vida, espiritualidad y realidad no se oponen, sino que se encuentran y se abrazan y conviven, y se esfuerzan y siguen dando vida a nuestro alrededor. Un poco de dosis de realidad y de fe iluminan nuestras vidas y dan sentido a la existencia.

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