miércoles, 7 de junio de 2023

2023 junio ADORACIÓN EUCARISTICA. Un maravilloso trueque

 

En estas vísperas de Corpus Cristi nos sentimos amados delante de ti para saborear tu amor y cariño para con todas tus criaturas. Cada día agradecemos tu presencia en la eucaristía, donde la fuerza y energía que surgen de ella no proyecta hacia el futuro y hacia un mundo nuevo lleno de esperanza y luminosidad. Escuchemos esta bonita historia de agradecimiento y generosidad.

Un maravilloso trueque: Durante los duros años de la posguerra, en un pueblo pequeño había un almacén del Sr. Pepe donde se podía comprar productos frescos de granja. En aquellos tiempos la comida y el dinero escaseaban, y el trueque era frecuente.

Un día, un niño pequeño, con la ropa gastada y sucia miraba atentamente una caja con manzanas rojas. Entablaron una conversación entre el pequeño y el Sr. Pepe.

- ¿Hola Barry, como estás, quieres algo? Hola Sr. Pepe, estoy bien, gracias, sólo admiraba las manzanas… Se ven muy apetitosas.

- Si, son muy buenas. ¿Cómo está tu mamá? Bien, gracias.

- ¿Te gustaría llevarte algunas a casa? Claro que sí.

- ¿Qué tienes para cambiar por ellas?

- Lo único que tengo es esto, mi canica más valiosa. Barry le mostró su tesoro, pero el Sr. Pepe no se quedó muy satisfecho: El único problema es que es azul, y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como esta, pero roja, en casa?

- No exactamente, pero tengo algo parecido.

- Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa de manzanas a casa y la próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes. Muchas gracias Sr. Pepe. Barry salió corriendo con su bolsa de manzanas rojas.

La mujer del sr Pepe comentó con un cliente: Hay dos niños como él en nuestro pueblo, todos en una situación de extrema pobreza. A mi esposo le encanta hacer trueque con ellos por patatas, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las canicas rojas, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de comida y la promesa de traer una canica color naranja, verde o azul la próxima vez.

El cliente salió del lugar sonriendo e impresionado por la bondad de este hombre tan particular. A su modo, traía felicidad a estos jóvenes y a sus familias. Pasaron los años y un día el sr. Pepe falleció. Por la noche aquel cliente fue a su velatorio. Al llegar, comenzó a saludar a los familiares para dar el pésame. Había tres jóvenes, muy bien vestidos, parecían profesionales, saludaron a la viuda y luego se acercaron respetuosamente para despedirse del Sr. Pepe.

Cuando llegó nuestro turno, la viuda con los ojos brillando, me tomó de la mano, me condujo al ataúd y me dijo: Esos tres jóvenes que se acaban de ir son los tres chicos de los cuales le hablé, me dijeron que vinieron a pagar su deuda. A continuación, la esposa abrió la mano de su esposo fallecido. Allí estaban. Eran tres canicas rojas exquisitamente brillantes. El amor del Sr. Pepe quedó grabado en el corazón de los tres chicos de tal manera, que jamás olvidaron su actitud y generosidad.

Vivimos en un “valle de lágrimas” donde el hombre experimenta diariamente muchas necesidades. Hay alguien que siempre está pendiente de ello y cuida de ayudarnos día a día. La única condición que pone es que le demos una canica roja, verde o azul a cambio. Hecho el trueque, siempre volvemos a casa con una bolsa de manzanas, patatas, o de lo que más necesitemos.

Cada día estamos invitados a agradecerle todo el bien que nos hace. Será el momento de poner en sus manos lo que Él nos había requerido. Esa canica que Él nos pedía y que en realidad no necesitaba, pero que era un signo de nuestro amor y nuestra entrega.

La Santa Misa, actualización del sacrificio de Jesucristo en la cruz, es el momento en el que también nosotros podemos hacer nuestra ofrenda de lo que Él quiere de nosotros, y que en realidad no es una canica roja sino nuestra vida. Sabiendo anticipadamente que en ese trueque siempre saldremos ganando, pues damos algo pequeño y recibimos de Él lo más grande que existe: su propia Vida y su propio Amor. “El que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6:51). “Yo he venido para que tengáis vida y una vida abundante” (Jn 10:10). 

 

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