2025 ADORACIÓN EUCARÍSTICA:
LOS JARRONES
Jesús sacramentado, de nuevo nos presentamos ante ti para pasar unos momentos de adoración, contemplación y reflexión. Como siempre queremos aprender de ti tu vida de servicio, de entrega y sacrificio por todos nosotros.
Servirte a ti es más que realizar grandes obras; es ofrecerte nuestro corazón en lo pequeño y en lo cotidiano, en la paciencia, en el perdón, en la ayuda al prójimo y en la obediencia a ti Palabra.
Si cada día procuramos hacer lo mejor, con nuestras acciones, palabras y pensamientos, entonces podremos legar al final de nuestra vida con paz, sabiendo que, aunque fuimos imperfectos, nuestra intención fue amar y servir al Señor con todo lo que teníamos y con todo lo que éramos capaces.
Así, la muerte no será derrota, sino coronación del servicio fiel.
LOS JARRONES: Hace muchísimos años, un noble le regaló al emperador de Japón 20 hermosísimos jarrones de la más fina y delicada porcelana, para cada uno de los cuales se necesitaron más de 10 años construirlo, por los más diestros y delicados orfebres de todo el país.
Tal era su belleza, tonos, labrados y delicadeza, que el emperador ordenó la construcción de un magnífico pabellón, donde estuvieran los jarrones a su vista, rodeados de un hermoso parque con fuentes, árboles y jardines.
Para su cuidado, escogió al más fiel de sus nobles, al más cercano y de su mayor confianza, pidiéndole que conservara estos jarrones en todo su esplendor, y diciéndole que respondía con su vida por lo que a uno de ellos le pasara.
Durante varios años el mismo noble limpiaba, pulía y cuidaba de los jarrones, pero un día golpeó accidentalmente uno de ellos y se rompió. Al entrarse el Emperador, cono lágrimas hizo que el noble fuera sentenciado a muerte.
Inmediatamente buscó al noble más cercano a él, el de más confianza y más alegato para que reemplazara al anterior, y así, nombró a quien mayores calidades tenía en todo el país, y le hizo jurar que con su vida respondería por el mínimo daño que sufrieran los 19 jarrones restantes.
Mucho tiempo cuidó de los jarrones, hasta que, nuevamente, uno de ellos se agrietó. Al verlo, el noble se suicidó por la deshonra que su familia sufriría, y por su traición a los intereses del emperador.
Buscó al emperador un nuevo custodio para su tesoro, y encontró a su mejor amigo, al más valiente y leal soldado del reino, y le encargó el cuidado del tesoro, con las mismas condiciones y juramento de los anteriores. El noble aceptó, y tomando un arma, destruyó los 18 jarrones restantes.
El emperador, sorprendido y furioso, exclamó que merecía la muerte más cruel e infame por lo que había hecho, pero el amigo le dijo:
-
Por estos jarrones han muerto dos de los más valiosos y útiles colaboradores
del Imperio; de esta forma queda más desamparado y solo el emperador y su
pueblo. Con esto, yo moriré, pero le he salvado la vida a los 17 más valiosos
súbditos del Imperio. Moriré sabiendo que hice lo mejor que podía hacer por su
majestad.
El
gesto del noble puede parecer, a primera vista, un acto de rebeldía o incluso
de destrucción irracional. Sin embargo, en su raíz hay una entrega voluntaria y
sacrificial inspirada en el amor al prójimo y en el deseo de evitar un mal
mayor. Su motivación no es el odio ni el orgullo, sino proteger la vida de
otros. Esto recuerda tus palabras: Nadie tiene amor más grande que el que da
la vida por sus amigos (Jn 15,13).
El
emperador valora los jarrones, símbolos de riqueza, belleza y poder, más que
las vidas humanas. El noble rompe esos objetos para demostrar que ningún bien
material vale más que una vida.
El
noble enseña al emperador, con su propia muerte, que los bienes materiales
pueden ser ídolos que ciegan el corazón, y que sólo el amor y la misericordia
dan sentido a la existencia.
En
la lógica del mundo, pierde todo; en la lógica del Evangelio, gana el sentido
último del amor y de la salvación. Así como Cristo, su aparente derrota es en
realidad su victoria. El amor sacrificial transforma el mal en bien, aunque no
sea comprendido de inmediato. Su gesto, leído desde la fe cristiana, es una
imagen del Cristo que muere para salvar, del amor que vence al egoísmo, y de la
sabiduría que brilla incluso en medio de la incomprensión y la aparente locura.
Amén

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