sábado, 30 de mayo de 2020


SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS 

Queridos hermanos celebramos la gran fiesta de Pentecostés. Es la fiesta de la fuerza de Dios, de su Espíritu derramado por doquier. El Espíritu es libre y se representa con este viento recio o el fuego depositado en las cabezas que no se apaga ni se extingue. Los Hechos de los Apóstoles presenta a los discípulos como "borrachos", intoxicados por algo que los ha aturdido con alegría, como un fuego, una locura divina que no pueden contener. Es fuego y viento de coraje que abre las puertas y las palabras. Y la primera Iglesia, encaramada defensivamente, con miedo a los judíos es arrojada hacia afuera y hacia adelante. Nuestra Iglesia en los momentos de dificultad siempre tuvo la tentación de enrocarse, de cerrar puertas y ventanas. La crisis actual de presencias, no impide que nuestra Iglesia esté con manos abiertas, porque siempre han cabido todos, los pecadores y justos, los fieles e infieles, Porque el Espíritu nunca cedió, es pura energía y amor desinteresado.
Jesús les había prometido que pasara lo que pasase no les dejaría solos: Él pediría al Padre que les enviara al Espíritu para que estuviese siempre con ellos. Es el Espíritu que crea y da vida, el Espíritu de la verdad, el Espíritu que consuela y que impulsa, el que renueva la faz de la tierra y los corazones de todos los humanos.
Los discípulos encerrados, temerosos, porque tenían miedo. Juntos, apagados, inexpresivos. No se sentían capaces de salir de la situación. ¡Si al Maestro le pasó lo que le pasó, qué pasará con nosotros! “Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. No entendían. No entendemos. Los tranquilizó. Nos tranquiliza. “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Brotó la alegría, que nadie se altere, que no se descentren los corazones.
“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. No vale encerrarse, ni siquiera juntos, protegiéndose del mundo. Envías. Siempre nos envías.  “Recibid el Espíritu Santo”. La alegría y la sensación de Paz acabaron con el miedo. Toda la tierra está llena del Espíritu de Dios, toda criatura está poseída por el Espíritu, aunque no sea evidente, incluso si la tierra aparece llena de injusticia, sangre, locura, miedo. Sin embargo, toda pequeña criatura está llena por el viento de Dios, que siembra santidad en el cosmos.
Pentecostés es el “después” del tiempo de aprendizaje y del tiempo de la desilusión. Pentecostés es el tiempo para salir por ahí e ir contagiando. ¡Qué palabra tan peligrosa en este tiempo! Insisto, tiempo de contagio y propagación de un soplo de Vida que no cesa si dejamos que se expanda, si no lo retenemos, si no nos escondemos.
Pentecostés es la fiesta de la Comunidad y se sirven deliciosos manjares: alegría, paz, solidaridad, abrazos de los que se dan, besos de los que hemos echado en falta, encuentros aplazados y al fin conseguidos. Pentecostés es el tiempo de Dios y se vive desde el Amor. ¡Ven Espíritu divino…y empapa nuestro corazón de sensatez y ayúdanos a no olvidar que lo único urgente es lo esencial: el cuidado de la Vida en todas sus formas!

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