sábado, 16 de enero de 2021

2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO II

Era una tarde plácida en las riberas del rio Jordán. Dos personas estaban escuchan a Juan, pero a una insinuación del Bautista, oyeron hablar de Jesús y le siguieron. "Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dijo: "¿Qué buscáis?" Respondieron: «Rabbí -que significa, "Maestro"- ¿dónde vives?». Les dijo: «Venid y ved.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era las cuatro de la tarde".

Que santa envidia nos dais, hermanos. Supongo que la velada transcurrió en plenitud de matices y emociones. Tanto es así que Andrés fue corriendo a su hermano Simón Pedro y le dice hemos encontrado al Mesías.

La mayoría buscamos sencillamente cubrir nuestras necesidades diarias y seguir luchando por ver cumplidos nuestros pequeños deseos. Pero nuestro corazón no quedaría satisfecho. Como personas humanas, no buscamos sólo sobrevivir, sino que tenemos nuestros proyectos de realización personal. El sentido de nuestra vida no es puramente biológico, no se reduce a procurar existir, sino que implica procurar vivir humanamente, desde el saber hasta el sentir; pensar en el futuro. En el fondo de nuestro corazón sentimos la nostalgia de Dios.

El encuentro con Jesús transforma la vida. No somos otros, sino nosotros mismos transformados. Pongámonos a la escucha del maestro. Como Samuel que mantiene la actitud y el oído afinados y responde a la voz de quien le llama: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Hay que dejar que su palabra nos afecte procurando imprimir lo que dice, en nuestros corazones y así descubrir lo caudaloso de su mensaje, la profundidad de sus actos y comportamientos.

Seguir a Jesús supone el seguimiento de un discípulo que va tras las huellas de su Maestro, quiere vivir como él vive. Un ineludible propósito de todos sus seguidores, que debe llevarnos a escuchar su palabra, ponerla en práctica y compartirla generosamente con otros.

Venid y veréis. El maestro nos muestra que el anuncio cristiano, más que palabras, se compone de miradas, testimonios, vivencias, encuentros, cercanías. En una palabra, vida, encuentros, cercanía. Y esto es lo que vino a traer Jesús, no teorías, sino vida en plenitud. Y van con él: la conversión es dejar la seguridad de ayer por el futuro abierto de Jesús. Millones de personas quisieran, soñar con poder pasar el resto de su vida en pijama, en el sofá de casa. Quizás esto sea lo peor que nos puede pasar: sentir que hemos llegado, quedarnos inmóviles. Al contrario, los dos discípulos, los de los primeros pasos cristianos, fueron formados, entrenados, entrenados por el Bautista, el profeta rocoso y salvaje, para no detenerse, para ir y volver, para moverse en busca del éxodo de Dios.

Si no logramos tener una experiencia personal de Dios, será muy difícil para nosotros entender el plan divino. El verdadero discípulo es aquella persona que ha tenido este encuentro, de tal manera que su vida, a partir de ese momento, jamás vuelve a ser la misma de antes.

 

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