sábado, 22 de enero de 2022

2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO III

Jesús empieza su ministerio en la sinagoga de Nazaret. Toma la palabra y lee un pasaje del profeta Isaías omitiendo la frase en la que se habla de un Dios justiciero. Cambiar una tilde de la Escritura estaba prohibido, pero Jesús tiene clara su condición de ungido y acepta con valentía su misión: anunciar la buena noticia a los pobres. El proyecto de Dios, el programa de Jesús, implica trabajar por la justicia y la igualdad en este mundo. Por eso es una buena noticia para los oprimidos.

Por ese motivo hoy celebramos el Domingo de la Palabra de Dios. La Palabra es un elemento constitutivo de la comunidad reunida en Asamblea litúrgica, y ella nos va configurando a su medida, tengamos presente el libro de Nehemías, donde destaca la lectura que realiza el sacerdote Esdras y los levitas delante de todo el pueblo. Ellos emocionados lloraban.

Por otra parte, en la Liturgia de hoy, se presenta el Proyecto de Jesús al iniciar su vida pública, diciéndonos quien es y a lo que vino. Jesús no solo predica la buena noticia, el evangelio, sino que Él mismo es la buena noticia, es el contenido de ese mismo Evangelio. Él es la verdadera Palabra de Dios, que, con su Vida y Misión, trae alegría y salvación a todos. Este Proyecto, va ser el núcleo del mensaje que inicia en Galilea y se desplegará a lo largo de toda su vida pública, invitando a tenerlo en cuenta para cuantos siguen sus pasos.

No es una mera exposición de la Ley. Es un anuncio nuevo, para un tiempo nuevo, de gracia del Señor, fundado en el Amor. Esta Buena noticia va dirigida fundamentalmente a todos aquellos excluidos hasta entonces del mensaje salvífico de Dios, como son los pobres, los ciegos, los marginados, los que sufren la opresión del tipo que sea, a todos ellos quiere liberar Jesús de sus angustias, ofreciéndoles un año de gracia del Señor.

Hoy se cumple esta Escritura: ¡Jesús es la Palabra viva de Dios!

Si seguimos este programa, nos sentiremos llamados a continuar su propuesta de vida nueva al mundo. El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Jesús se siente invadido por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Cristo es el Ungido. Y los cristianos también. Es una contradicción llamarse cristiano y vivir sin ese Espíritu de Jesús.

Todos tenemos la misma misión de Jesús. Me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Jesús se siente enviado y envía a los doce a sanar enfermos, con una palabra de Verdad, un gesto de Paz y de Perdón.

La opción por los pobres no es un invento de unos teólogos, ni una moda del Vaticano II. Es la opción del Espíritu que anima la vida entera de Jesús y que sus seguidores hemos de introducir en la historia.

Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.

 

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