sábado, 4 de junio de 2022


 2022 AÑO C SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

Celebramos la gran efusión del Espíritu Santo a los discípulos en el día de Pentecostés, fiesta judía donde se celebraba la entrega de la Ley a Moisés en el monte Sinaí. Hoy lo que se nos entrega y derrama abundantemente en el corazón del mundo, es un viento recio sobre los abismos, un Amor que inunda todos los amores. Pentecostés es Dios en libertad, un viento que lleva el polen para que haga brotar una nueva creación, una nueva humanidad, y refresca y rejuvenece la vieja Jerusalén.

El Espíritu Santo no soporta las estadísticas. Tan libre y liberador como el viento, que a veces es una brisa suave, a veces un huracán que sacude la casa; o un fuego ardiente encerrado en los corazones humanos.

Pentecostés es una fiesta revolucionaria cuyo alcance aún no hemos comprendido del todo. El Espíritu "os lo enseñará todo": Al Espíritu le gusta enseñar, llevarnos más allá, llevar a los creyentes a vivir en "modo explorador", no como ejecutores de órdenes, sino como inventores de caminos. El Espíritu es un creador y quiere discípulos brillantes y creativos, a su imagen. Viento que nunca calla, que lo envuelve e impregna todo, para que cada uno tenga la plenitud del Espíritu Santo.

El Espíritu dignifica la vida y el ser humano. El pueblo de Dios se renueva a sí mismo constantemente, continuamente. Concede una confianza poderosa, en la que cada hombre y cada mujer tienen la dignidad de profetas, sacerdotes y reyes, según reza en la unción del crisma en nuestro bautismo.

El Espíritu vendrá, nos devolverá el corazón de Jesús, de cuando pasaba haciendo el bien y sanaba la vida, y decía palabras de vida eterna. Y el Espíritu nos conducirá a toda la verdad: nos abrirá un espacio de conquistas y descubrimientos; nos enseñará nuevas sílabas divinas y palabras nunca pronunciadas. Será el recuerdo ardiente de lo que ocurrió "en aquellos días irrepetibles" y al mismo tiempo será el genio, para respuestas libres e inéditas, para el hoy y el mañana.

Fijaos bien en un barco velero por muy los mares y no perdernos o hundirnos. Basta con que se ice una vela en alto para coger el aliento del Espíritu, para iniciar una aventura hacia nuevos mares, hacia islas vírgenes, olvidando el vacío y nos hace navegar en su Viento.

El «Espíritu» es Dios actuando en nuestra vida: la fuerza, la luz, el aliento, la paz, el consuelo, el fuego que podemos experimentar en nosotros y cuyo origen está en Dios, fuente de toda vida.

Esta acción de Dios en nosotros se produce casi siempre de forma discreta, silenciosa y callada; el mismo creyente solo intuye una presencia casi imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría desbordante y la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. El signo más claro de la acción del Espíritu es la vida. Dios está allí donde la vida se despierta y crece, donde se comunica y expande. El Espíritu Santo siempre es dador de vida.

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