2025
CICLO A
INMACULADA
CONCEPCIÓN DE MARÍA
El ángel Gabriel, se presenta delante de
una joven, en un pueblecito sin historia de Galilea.
El cristianismo no comienza en el
templo, sino en una casa.
La primera palabra del ángel es:
alégrate, regocíjate, sé feliz. Ábrete a la alegría, como una puerta se abre al
sol: Dios está aquí, te abraza, te promete felicidad.
Las palabras que siguen revelan el
motivo de la alegría: estás llena de gracia. María no está llena de gracia
porque haya respondido «sí» a Dios, sino porque Dios primero le dijo «sí» a
ella, sin condiciones. Y dice «sí» a cada uno de nosotros, antes de cualquier
respuesta nuestra. Que yo sea amado depende de Dios, no depende de mí. Ese
nombre suyo, «Amada-para-siempre», es también nuestro nombre: buenos y menos
buenos, todos amados para siempre.
El Señor está contigo. Cuando en la
Biblia Dios le dice a alguien «yo estoy contigo», le está entregando un futuro
hermoso pero arduo. Lo convoca a convertirse en socio de la historia más
grande.
Darás a luz un niño, que será hijo de la
tierra e hijo del cielo, hijo tuyo e hijo del Altísimo, y se sentará en el
trono de David para siempre. La primera palabra de María no es el «sí» que
habríamos esperado, sino la suspensión de una pregunta: ¿cómo sucederá esto? Aquí se presenta una mujer madura e
inteligente, quiere comprender por qué caminos se colmará se realizará. Hacer
preguntas a Dios no es falta de fe, sino querer crecer en conciencia.
La respuesta del ángel se parece al
libro del Éxodo, cuando una nube oscura y luminosa a la vez cubría la tienda del
encuentro y la llenaba de la presencia de Dios.
Y le da la prueba más evidente su prima
Isabel ya está en el sexto mes de su embarazo.
María es atrapada por ese torbellino de
vida, se ve envuelta en él y responde con entusiasmo he aquí la sierva del
Señor. En la Biblia, la sierva no es «la criada, la mujer de servicio». La
sierva del rey es la reina, la segunda después del rey: tu proyecto será el
mío, tu historia mi historia, Tú eres el Dios de la alianza, y yo tu aliada.
Soy la sierva, y dice: soy la aliada del Señor.
Al igual que María, también nuestro
«¡aquí estoy!» puede cambiar la historia.
Es esta solemnidad de la Inmaculada
Concepción se nos invita a contemplar el misterio de que el acontecer de Dios
se acoge no sólo tal y como viene, sino sobre todo como don.

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