Meditación Eucarística:
Una vida llena
de optimismo
Señor
Jesús en estos momentos de intimidad contigo queremos aprender de ti a tener un
corazón optimista y disponible. Tantas veces te pedimos que cambies nuestra
suerte, que muevas las piezas externas de nuestra vida para que todo encaje
según nuestros deseos. Pero tú nos enseña que el mayor milagro no ocurre fuera
de nosotros, sino dentro. Tú no viniste solamente a cambiar circunstancias,
sino a cambiar corazones.
Cuando
en nuestra oración pedimos que seamos transformados, nuestro carácter, nuestros
pensamientos, nuestra manera de ver y de responder, entonces descubrimos algo
sorprendente: muchas de las bendiciones que buscábamos ya estaban presentes,
pero no teníamos ojos para verlas.
La
vida que nos ha tocado, con sus retos y sus luces, no es un castigo ni un
accidente; puede ser el lugar exacto donde Dios quiere formarnos, fortalecernos
y mostrarnos su fidelidad.
Cuando
cambiamos nosotros, cambia todo. No porque las circunstancias se modifiquen,
sino porque el Espíritu Santo abre nuestros ojos para reconocer que donde
pensábamos que solo había peso, había propósito; donde veíamos pérdida, había
preparación; donde creíamos que faltaba bendición, Dios ya había sembrado
promesas.
Una
vida llena de optimismo:
Cuenta la historia que una familia pobre tenía la facultad de tomar todas las
cosas por su mejor lado, y una mujer rica se interesó por ayudarlos. Pero un
día, la visitó un vecino de la familia pobre, y le dijo que la estaban engañando:
-
Los niños de aquella familia siempre comen cosas deliciosas, lujos que ni yo
puedo permitirme, dijo el vecino.
La
mujer rica fue a visitar esta familia al mediodía. Estaba de pie junto a la
puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las niñitas le preguntaba a otra:
-
¿Te vas a servir asado hoy?
-
No, creo que comeré pollo respondió la otra niña.
Al
oír esto, la mujer golpeó la puerta y entró inmediatamente. Vio a las dos niñas
sentadas a la mesa en la que había unas pocas rebanadas de pan seco, dos papas
frías, un jarro de agua y nada más. A sus preguntas, contestaron que fingían
que su pobre comida era una gran variedad de manjares, y el juego hacía
que la comida fuera un verdadero festín:
-
Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando te imaginas que es un pastel de
chocolate.
-
Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema, dijo la otra niña.
La
señora rica salió de allí, con una nueva idea de lo que significa el optimismo.
Descubrió que la felicidad no está en las cosas, sino en los pensamientos.
Acababa de aprender lo que Salomón había dicho tanto tiempo antes, que "el
ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad; pero perdido el ánimo, ¿quién lo
levantará?".
Jesús
que no pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser transformados nosotros, y
nuestros pensamientos. Entonces, veremos que hay bendiciones que nos aguardan
en la suerte que nos ha correspondido. Por
eso, en vez de pedir una vida distinta, pidamos un corazón dispuesto. En vez de
pedir que cambie nuestra suerte, pidamos que Cristo nos transforme. Entonces
veremos que la gracia ya nos aguardaba en el camino que hoy estamos
recorriendo.
Y
cuando comenzamos a caminar con ese corazón transformado, se produce un segundo
milagro: comprendemos que Dios no se equivoca con los caminos por donde nos
lleva. Lo que antes considerábamos una carga puede convertirse en una escuela
de humildad, de paciencia, de confianza. Lo que parecía un retraso puede ser,
en realidad, el ritmo perfecto para que nuestro espíritu madure. La fe
cristiana nunca ha prometido una vida sin dificultades, pero sí promete
compañía, sentido y victoria espiritual en medio de ellas. Jesús mismo dijo:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Esa
victoria no siempre se manifiesta como un cambio inmediato de circunstancias,
sino como la fortaleza interna para enfrentarlas con esperanza y con paz.
Y
así, la bendición deja de ser algo que esperamos que llegue desde fuera, y se
convierte en algo que brota dentro. Las mismas circunstancias que antes nos
desesperaban pueden llegar a ser el lugar donde experimentemos la presencia más
profunda del Señor, la sabiduría más clara y la madurez más sólida. Amén.

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