sábado, 25 de julio de 2020


2020 AÑO A 
TIEMPO ORDINARIO XVII
Hoy las lecturas nos hablan de la sabiduría, en la Biblia el sabio es el que sabe escuchar a Dios y a los demás en su vida; el que, por experiencia, se sabe humilde, sabe que él no es más que los demás. Es sabio el que sabe vivir la vida con acierto. El que sabe enjuiciar lo bueno frente a lo malo en cada circunstancia. Sabio es el que sabe discernir unos valores de otros y acierta a vivir desde el Valor fundamental de la existencia.
El evangelio nos concreta diciendo que un hombre y un comerciante encuentran tesoros. El hombre por casualidad, sin haberlo planeado, en un campo que no es el suyo, descubre un gran tesoro. Lo vuelve a esconder y va a vender todo lo suyo para comprar este campo que contiene tal tesoro. Vale tanto que se arriesga a vender todo lo que tiene para adquirirlo.
O un comerciante de perlas finas que encuentra una de gran valor y vende todo lo que tiene para comprarla. La idea siempre del evangelio perder para ganar.
Y todo eso sucede en la normalidad de la vida. Es que nuestro Dios está enamorado de la normalidad, como decía santa Teresa de Ávila, Dios está "entre las ollas de la cocina", Dios está en el campo todos los días, donde vive, trabaja y ama, como un trabajador del campo.
La fe en el Reino de Dios es una fuerza vital que cambia la vida. Y eso nos hace vivir la vida de forma alegre: "Habiendo encontrado el tesoro, el hombre lleno de alegría va, vende todas sus posesiones y compra ese campo". La alegría es el primer tesoro que da el tesoro, es el motivo que hace caminar, correr, volar: es el desbordamiento de un nuevo futuro, de una esperanza alegre. Los dos no pierden nada, lo invierten.
Así deberíamos ser los cristianos: elegimos el tesoro del Reino. No somos mejores que los demás, sino más ricos: hemos invertido en un tesoro de esperanza, de luz, de corazón y de ternura.
Los discípulos de Jesús no tenemos todas las soluciones en el bolsillo, pero nos fiamos y buscamos el reino. La sabiduría que hablamos al inicio está en saber elegir. Si nos preguntan porque somos cristianos la única respuesta posible no es teológica ni dogmática, sino simplemente para ser feliz.  
La Vida verdadera hay que buscarla. Tenemos que esforzarnos para hacer nuestro el tesoro, hacer nuestra la perla, es decir, hacer nuestra la Vida del resucitado. El tesoro no es tuyo, la perla no es tuya, tienes que comprarla. Tienes que saber invertir, tienes que vender todo y negociar. Conseguir el tesoro a cambio de lo que sea. Si no renuncias a nada, si no vendes; nunca tendrás Vida plena. La felicidad del Reino es la del ser, frente al tener. Por eso la opción por el reino es radical.
También narra Jesús la parábola de la red, donde cabe toda clase de peces (todos cabemos). La parábola apunta a la necesaria convivencia entre personas buenas y malas,
A nivel personal, la selección equivale a evaluar, a revisión de vida, a saber elegir, a discernir y quedarnos con lo bueno que tenemos cada uno, con todo lo que ayude a vivir y dar vida. "¿Entendemos bien todo esto?”

No hay comentarios:

Publicar un comentario