miércoles, 29 de julio de 2020


ADORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

DESCANSAR EN EL SEÑOR

En estos momentos vacacionales, de descanso y desconexión de la cotidianeidad nos encontramos ante Jesús sacramentado. Hoy queremos reflexionar sobre la necesidad del descanso sano y sobre todo descansar en el Señor.
¿Quién no ha sentido en algún momento la necesidad de descansar? Después de un trabajo o un estudio prolongado, unas horas de sueño o unos días de vacaciones vienen de maravilla, pero si profundizamos un poco más en nuestra vida, es necesario también un descanso más profundo; aquel que necesita el alma, que no se obtiene sólo con vacaciones o distracciones y que nos quitaría el peso de tanto desasosiego interior. Es el descanso que prometió Jesús a sus apóstoles: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas”. (Mt 11,28-29)
Jesús habla de un reposo que los evangelistas describen con la palabra “anapausis”. Este concepto griego significa interrupción, calma, lugar de descanso. Dios también descansó al séptimo día de la creación.
La intranquilidad es una maldición por eso Caín debe andar errante e inquieto. Cuantas veces muchos de nosotros vivimos esta maldición de Caín porque sin calma andamos errantes. Nos esforzamos sin que realmente valga la pena. Nuestro esfuerzo y trabajo no tienen los frutos deseados. Parece que nuestra época está caracterizada por la maldición de la inquietud.
En esta tarde queremos descansar en el Señor. Se trata de la serenidad que nos abre a un nuevo horizonte y que se percibe en el silencio de cada acontecer. Es el reposo de la nueva creación que Jesús ha logrado muriendo en la cruz, bajando a los infiernos y alzándose del sepulcro. No fue en vano tanta fatiga. No acabó en el silencio de la muerte, sino que dio el paso a una nueva vida.
Sólo el que sigue a Cristo tomando el yugo de la cruz llega a poseer esta sabiduría. Es el descanso de quien renueva sus fuerzas directamente en la fuente. Es el reposo que llena de ánimo para comenzar de nuevo, no importa lo que se haya padecido antes. Cada día se puede retomar la lucha, porque la sangre de Cristo nos regenera sin cesar. Él mismo derrama sobre su Iglesia toda la vitalidad del agua sobre la tierra reseca, la misma vitalidad que sana las heridas y da el vigor a los miembros cansados.
San Jerónimo, además, desdobla el sentido de esta palabra y la traduce de dos maneras diferentes. La primera vez nos habla del descanso que restaura.
Este descanso se parece mucho al de las promesas cumplidas. Nuestro corazón que ha encontrado lo que buscaba con tanta inquietud. Porque la verdadera tierra prometida, esa que hace descansar lo más profundo del alma, no es ni un lugar ni una situación sin problemas: la tierra prometida es un Rostro, es una Persona divina que se ha hecho carne y que ha habitado entre nosotros. Cristo es el auténtico descanso para nuestras almas. Tomemos, pues, su invitación: “Venid a mí…”. ¿Cómo ir a Jesús? Él nos propone unos pasos concretos:
“Tomad mi yugo sobre vosotros…
 aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…
Y hallaréis descanso para vuestras almas.”

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