domingo, 15 de noviembre de 2020


  2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXXIII

La parábola de hoy habla de nuestras posibilidades y su desarrollo. Según ella, Dios ha dado a cada ser humano diversidad de talentos “conforme a su capacidad”. Y nos lo ha dado para que los explotemos y multipliquemos. Somos seres inacabados, evolutivos, sociales, abiertos y en proceso de desarrollo hacia nuestra plenitud.

El Evangelio está lleno de una teología muy simple, la del crecimiento, la de los comienzos que deben florecer. Depende de nosotros hacer el trabajo paciente e inteligente de los que cuidan los bienes y los talentos.

El maestro, que es Dios, entrega algo, confía una tarea y abandona la escena. Nos entrega el mundo a nosotros, con pocas instrucciones y mucha libertad. Sólo una regla fundamental, la que se le dio a Adán: cultivar y guardar, amar y multiplicar la vida.

La parábola de los talentos es una exhortación apremiante a tener más miedo de permanecer inerte e inmóvil, como el tercer servidor, que de cometer errores. El miedo nos hace perdedores en la vida: ¡cuántas veces hemos renunciado a ganar sólo por miedo a terminar derrotados!

La pedagogía del Evangelio nos acompaña en cambio a dar tres pasos fundamentales para el crecimiento humano: no tener miedo, no tener miedo, liberarnos de miedo. Sobre todo, del miedo a Dios.

Si leemos con atención la parábola, descubrimos que Dios no es un recaudador de impuestos, un contador que quiere recuperar sus talentos con intereses.

Dice: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Lo que los siervos han logrado permanece con ellos, pero se multiplica. Los sirvientes van a devolver, y Dios devuelve: y este crecimiento, este aumento de la vida es exactamente la buena noticia. Esta espiral de amor que se expande es la energía secreta de todo lo que vive, y que tiene su fuente en el buen corazón de Dios. Todo es un añadir de vida.

No hay tiranía, no hay capitalismo de la cantidad, no hay un número fijo al que llegar: porque el que entrega diez talentos no es mejor que el que trae cuatro. Hay que caminar con fidelidad a ti mismo, a lo que has recibido, a lo que sabes hacer, allí donde la vida te ha puesto, fiel a tu verdad, sin máscaras ni miedos. La balanza de Dios no es cuantitativa, sino cualitativa.

Detrás de la imagen de los talentos no sólo están los dones de la inteligencia, del corazón, del carácter, de mis habilidades. Está la Madre Tierra y todas las criaturas puestas en nuestro camino, son regalos del cielo para mí. Cada uno es un talento de Dios para los demás.

Poema de la Madre Teresa de Calcuta

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.

Sin embargo...en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,

perdurará siempre la huella del camino enseñado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario