miércoles, 10 de febrero de 2021



 2021 FEBRERO ADORACIÓN EUCARÍSTICA, 

MI AMIGO EL ÁRBOL

Vivimos en un mundo complicado. Las cosas que nos suceden representan un problema. Problemas pequeños o grandes, urgentes o importantes No podemos vivir como si no existieran, pero tampoco agobiarnos por ellos, tanto que nos impidan vivir el presente.

En esta tarde ante el santísimo queremos acercarnos al Señor y pedirle que no escuche y que nos proteja. Los problemas urgentes golpean nuestra puerta y reclaman nuestra atención. Pero si nos preocupamos solo de los urgentes es posible que las cosas importantes las dejemos para más tarde y quizá ya sea más difícil de solucionar. Y que hacemos con los otros problemas que no son ni urgentes ni importantes. A lo mejor hay que darnos tiempo para solucionar las cosas y no tener prisa en buscar rápidas escapatorias y facilonas. Quizá debamos pensar en perder la urgencia, no agobiarnos en resolver los problemas.

Escuchemos esta bella historia de un campesino: Mi amigo el árbol

Un hombre iba con su automóvil por una ruta camino hacia una ciudad, no demasiado cercana. Y de pronto se queda sin gasolina y parado en medio de la carretera no sabe qué hacer, era una carretera poco frecuentada.

Mira para todos los lados, en aquella época no había teléfonos móviles y entonces, a lo lejos ve aproximarse un camioncito, seguramente conducido por un labrado de aquellas tierras. El labrador al ver el coche parado y a este viajero de pie apoyado sobre el mismo coche, se para y le pregunta que ha pasado: “¿Tiene algún problema amigo?”

El viajero le responde que cree que se ha quedado sin gasolina, ¿hay alguna gasolinera por aquí cerca?

El campesino responde no que va, estamos lejos de ella. Pero le propongo una cosa. Como está anocheciendo, venga usted hasta mi casa y se queda a cenar con mi familia y ya mañana le acompaño a buscar gasolina para ponérsela a su coche y así proseguir su viaje.

Oh muy amable, se sube en el coche y hablan de sus vidas en el campo, la agricultura, las ovejas, y él viajero le habla de la ciudad y su ritmo frenético etc… y así hasta llegar a la casa del granjero.

Se bajan del coche y el granjero le dice que se podía lavar y refrescar en esa fuente de agua y así después entrarían en la casa.

El hombre se lavó las manos y se refrescó la cara y notó que el granjero se dirigió hacia un árbol enorme, grandote que estaba allí en medio del jardín. Y empezó a acariciar su tronco, a abrazarle y a tocar sus hojas con mucho tacto y delicadeza. Le hablaba y susurra sus cosas al árbol. Durante un rato largo se queda acariciando al árbol y abrazándolo y también tocando las hojas y luego entraron juntos a la casa.

La esposa le dio la bienvenida y lo sienta en la mesa que ya tenía preparada con sus hijos y con trato amable le invitó a participar de la cena. Les sirve una sopa y un guisado que al hombre de la ciudad le pareció exquisitos. Se despiden, le muestran su habitación y se acuestan todos en la casa. A la mañana siguiente después de desayunar salen de la casa y el granjero se va otra vez hacia el árbol frondoso y enorme en medio del jardín y empieza a acariciar el tronco, las hojas y a abrazarle. Repite todo el ritual de la noche anterior, lo acaricia, lo abraza, le habla, etc. Se suben a la camioneta y van por la gasolina y el granjero lo devuelve hasta donde estaba su coche. Cuando el coche está lleno de gasolina y listo para partir, el hombre de la ciudad le agradece la ayuda recibida y le dice que tiene usted una relación muy intensa con el árbol del jardín.

Si es un gran compañero, está conmigo desde que nací que lo plantó mi padre. Es mi gran amigo.

Ya veo que lo quiere usted mucho porque cada vez que llega a casa le habla, lo acaricia, le abraza y al salir a la mañana siguiente repite lo mismo.

Sí, pero no solamente es hablar para desahogarme, él es un gran amigo y me da un gran servicio

¿El hombre de la ciudad no entiende y le dice si quería explicárselo?

Claro. Cuando vengo del campo siempre traigo problemas conmigo, algunos urgentes, otros importantes. Algunas plantas se han enfermado, otras se han muerto. A veces tenemos problema de riego y se rompe la bomba. Otras veces demasiado sol y calor. Todos tenemos problemas en la vida. Pero he aprendido de mi padre que no debemos llevar los problemas a casa, con la familia.

 

 

Porque el entorno de mi casa es sagrado y yo no quiero contaminarlos con mis problemas. Así que cada día que llego le pido permiso a mi amigo el árbol y le dejo colgado entre sus ramas mis problemas, todos los que tengo para entrar en mi casa sin ellos. Y él me los cuida, y los cuida por mí.

A la mañana siguiente cuando me voy le digo que me devuelva mis problemas para no dejarle a él cargado de preocupaciones. Y sabe que cada mañana cuando recupero mis problemas del día anterior, noto menos peso, algunos ya no están.

Señor ayúdanos a aprender a darnos tiempo, que las cosas no las realicemos con prisas, los antiguos decían que lo consultáramos con la almohada y dejar que ella te aconseje, o al árbol que tengamos en el jardín o nuestra planta del balcón.

En esta tarde queremos acariciarte y abrazarte Señor, tocar tus ramas de tu presencia y dejar los problemas contigo, para que cuando volvamos a recogerlos, sean más livianos y no estén tan cargados. Que tu abrazo nunca nos desampare, nunca nos abandone y no nos dejes que nos separemos de ti. Amén

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