miércoles, 17 de febrero de 2021


2021 MEDITACIÓN EUCARISTICA:

 EL SERVICIO DEL AMOR

 En esta tarde Señor Jesús eucaristía, del 17 de febrero era la fiesta de los Siete Santos fundadores de la Orden de los Siervos de María, pero ya se celebró ayer porque hoy es miércoles de ceniza, el inicio del tiempo propicio de la Cuaresma. En esta tarde queremos arrodillarnos delante de ti para meditar sobre el servicio del cual estos hombres santos hicieron gala a lo largo de su vida a favor de la Iglesia y de la humanidad, siguiendo tu ejemplo de siervo fiel. Tú, Jesús viniste a servir, y lo hiciste de una manera muy concreta.

Jesús servía a los demás haciendo que, los que se le acercaban a él, fueran mejores. Y lo hizo, no con enfados y caras largas, sino con simpatía, con serenidad y con su ánimo de curar y salvar. Así actuó con los apóstoles. Era paciente con ellos a pesar de su ignorancia y rudeza. A pesar incluso de sus infidelidades.

Los fariseos, que se ponían como ejemplo de trato con Dios, se escandalizaban de ese modo de hacer. Los pecadores, en cambio, estaban felices por el cariño del Señor, y porque les daba la esperanza del perdón de Dios.

Parece que, cuanto más pecadora es una persona, Jesús más la quiere, porque más le perdona. Es como una madre que quiere más a un hijo enfermo.

Pero eso, no significa que no quiera al resto de la familia. El Señor nos pide que seamos como él, que queramos y perdonemos a los que tienen errores y que se cure. Pero que no nos enfademos con ellos. - Señor, haznos como Tú, mansos y humildes de corazón.

Esto no es cuestión de temperamento, sino de virtud. Hay gente que es tranquila pero que está todo el día enfadada y quejándose. Y hay quienes son nerviosos y no se enfadan casi nunca.

Enfadarse no tiene mérito. Es más fácil enfadarse que tener paciencia, o amenazar a alguien con la mirada que permanecer sereno ante sus equivocaciones. ¡Cuánto bien hace una sonrisa o un buen gesto! Lo fácil es no luchar, dejarse llevar y justificarse pensando que, como somos así, pues que eso es lo que hay.

Es más cómodo criticar a alguien que rezar por él. Hundirlo en su miseria, que intentar ayudarlo corrigiéndole con suavidad y fortaleza.

- Danos, Señor, un corazón manso. A las personas hay que verlas como las ve Dios, con esa misma perspectiva. Esa es la manera de actuar con mansedumbre. Es muy difícil enfadarse y estar sereno. Y la serenidad es necesaria para que los demás no piensen que nos queremos imponer o que estamos desahogando nuestro mal humor. Porque soltar un discurso machacante lo único que provoca es hundir del todo a la persona, haciendo que se sienta culpable.

Para evitar esto hay que acercarse a los demás, intentar comprenderlos. Jesús comía con los pecadores, no los regañaba. Les preguntaría por sus cosas. Esa es la manera de luchar contra los enfados: querer a la gente. Así nos dominamos.

Había un padre de familia, que estaba en el supermercado haciendo cola para pagar. Iba con el clásico carrito de la compra donde había metido lo necesario para una semana. Dentro del carro estaba su hijo pequeño sentado. Como cualquier crío, no se estaba quieto. Cogía un bote de tomate y lo dejaba caer, el pan y lo cambiaba de sitio después de romperlo un poco, y así con todo lo que pillaba.

Al padre se le vía con cierta impaciencia, mientras repetía una y otra vez: ¡¡¡Alfredo tranquilo, cálmate, tranquilooooo!!! Mientras pagaba, la cajera que había visto todo, le dijo: ¡¡Es admirable la paciencia que tiene usted con su hijo Alfredo!!

Y este buen papá le respondió medio riéndose: no, señora, se confunde usted, Alfredo soy yo.

Es un arte hablar siempre sonriendo.

- Danos, Señor, un corazón humilde. No podemos ir por ahí como dando lecciones. Creyendo que todo depende de nuestro criterio, como si fuéramos superhéroes que van a salvar el mundo. La caridad no es hacer muchas cosas por los demás, sintiendo que nos necesitan porque somos imprescindibles y tenemos la satisfacción que otros dependan de nuestros servicios.

Señor haznos amables, serenos, pacientes, fuertes, comprensivos, como María la Madre de Jesús.

 

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