miércoles, 7 de abril de 2021


2021 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA: SOMOS PASCUA

Ante tu eucaristía nos sentimos herederos de la Pascua, de una Pascua a la que solo se llega desde la cruz. La Pascua es el Calvario y la cruz es la gloria. La muerte es la resurrección. El fracaso es la victoria. El dolor es el gozo. La angustia es la satisfacción. Es preciso saber morir a tantas pequeñas muertes cotidianas del hombre viejo para poder resucitar. Muriendo se resucita a la vida eterna. Dejar que la Pascua nos transforme:

La resurrección de Jesucristo es la clave de bóveda de nuestra fe. Ha resucitado realmente. Es cierta y verdadera su resurrección como lo fue su vida, su pasión, su cruz y su muerte. Y al igual siempre que su cruz siempre nos llama a la compunción, a la emoción, a la admiración y al agradecimiento, lo mismo su resurrección, tan auténtica una como la otra.

Hemos vivido el misterio de la cruz de Cristo. No hay dicotomía entre el Cristo Crucificado y el Cristo Resucitado. Para ello es preciso hallar el equilibrio entre la cruz y la gloria. No hay Pascua sin Viernes Santo. Entonces la resurrección tendrá consecuencias en nuestra vida, comprendiendo progresivamente la resurrección a la luz de la vida de Cristo y recorriendo nuestra vida a la luz de esta resurrección, a cuya “escuela” hemos de acudir cada día, humilde, gozosa y esperanzadora.

Tu Pascua Señor nos invita a una actitud de novedad. Somos panes nuevos. Esta actitud consiste en saber ver y juzgar con ojos y corazón nuevos. Queremos ver con el corazón como tú lo haces.

Es una actitud de confiada, esperanzada y contagiosa alegría. La alegría es la característica de la Pascua. La alegría es el grito, el clamor de los testigos del sepulcro vacío y del Señor Resucitado. Se trata de una alegría exultante y a la vez serena, de una alegría contagiosa y expansiva, de una alegría confiada y esperanza. El “aleluya” de la Pascua es etimológica y conceptualmente alegría. ¡Claro que hay en la vida y en nuestra vida motivos para el pesar y la tristeza! Los hay, sí, pero, ante todo y, sobre todo, ha de haberlos para la esperanza y la alegría. Cristo ha resucitado. Tiene sentido la vida. Tiene sentido nuestra fe. Esta alegría nadie podrá arrebatarla.

También la Pascua tiene como lección primera la escucha atenta, constante y orante de la Palabra de Dios. Haznos Señor Resucitado regresar una y otra vez a la Biblia. Es la fuente, el sustrato y el nutrimento capital de nuestra fe y de nuestra vida. La Palabra de Dios es siempre viva y eficaz, actual, interpeladora, pensada para ti, para mí y para todos. La Palabra de Dios es la gran pedagoga, la gran educadora de nuestros ojos y de nuestro corazón. Es la gran maestra y descubridora de la Pascua.

Señor eucaristía purifica nuestra mirada y nuestro corazón, enséñanos a mirar “más arriba”, a buscar las “cosas de allá arriba”, donde tú estás. No nos conformemos con los que prometen continuamente el paraíso en la tierra y no nos dejemos engañar pensando que estamos a un tris de hallar aquí, en esta tierra, la felicidad y la plenitud. El primer paraíso terrenal, la serpiente engañó al primer hombre y a primera mujer en la manzana del árbol de la vida, del árbol del bien y del mal. No hay más árbol de la vida que el árbol de cruz. En Jesucristo crucificado hallamos el Bien, el único bien vivo y verdadero. Y la tentación y los tentadores son el mal. No nos confundamos y no nos dejemos confundir.

Señor en esta tarde te esta semana de pascua te pedimos que renueves nuestra fe, un cristianismo renovado, vigoroso, robustecido, confesante y apostólico que, nutrido de la Palabra de Dios, se abre y se recicla continuamente en la oración y los sacramentos. Para “buscar más allá arriba”, donde está Cristo el Señor, necesitamos rezar, fortalecer nuestra vida interior, revitalizar nuestras raíces cristianas, ahondar en la verdadera y propia identidad de nuestra fe y de nuestra Iglesia en y desde la comunión, sintiéndonos orgullosos de pertenecer a ella.

Nadie da lo que no tiene. Solo transformados nosotros mismos podremos ser levadura nueva de transformación para nuestra humanidad. Cristo Resucitado nos llama a ser sus testigos. Jesús déjate encontrar en esta Pascua, sabemos que estás ahí, incluso en nuestras llagas y en las llagas de una humanidad dolorida y anhelante de salvación. Queremos servirlos tomando fuerza en tu eucaristía, en tu pan partido y repartido para la vida del mundo. Amén.

 

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