sábado, 13 de noviembre de 2021

2021 AÑO B 

TIEMPO ORDINARIO XXXIII

 En este penúltimo domingo del año litúrgico nos preparamos porque llega a su fin. Jesús nos revela que la historia, la del mundo, la mía, la tuya, está en manos de Dios y la última palabra será su triunfo.

La imágenes catastróficas y apocalípticas no deben turbar nuestro ánimo en absoluto. En el Evangelio Jesús nos asegura el hecho de que Él volverá un día y nos reunirá desde los cuatro vientos; el oscurecimiento del sol y la caída de las estrellas, es porque todo lo hace nuevo. Lo antiguo ha pasado y ahora comienza algo nuevo, como una nueva creación desde la nada.

El universo es frágil a pesar de su gran belleza, miremos la realidad que acontece y nos damos cuenta que se está oscureciendo con sus 35 guerras en curso, la tierra se extingue envenenada, interminables caravanas humanas migran a través de mares y desiertos, no hay que esperar al final de los tiempos

Una cosa es cierta, Jesús ama la esperanza, no el miedo: aprendamos de la higuera: cuando sus ramas se vuelven tiernas y aparecen las hojas, decimos que el verano está cerca. Cada brote asegura que la vida vence a la muerte. Entonces comprendemos que el verano está cerca.

Dios está cerca, está aquí; de una manera hermosa, vital y nueva como la primavera en el cosmos. Dios no viene como un dedo acusador, sino como un abrazo, como un humilde brote de vida.

El sol y la luna pasarán, pues son el reloj del universo, la tierra se desmorona, pero sus palabras no pasaran, y ellas son el sol que nunca se ocultará en el corazón del hombre.

Eso nos da gran confianza pues no se perderá nada. Ningún gesto de amor será olvidado. La venida del Señor no traerá destrucción, porque la de Jesús, hasta el final, es una buena noticia. Nuestros pobres corazones masticados por la vida no caerán al vacío, sino que serán recogidos por Jesús y entregados en manos del Padre. Él sabe. No se olvida. No temamos.

Esto significa que todo esfuerzo pastoral está llamado a fructificar. No están destinados al fracaso, aunque, aparentemente, no maduren a nuestros ojos. El broche de oro, el colofón a lo que somos, decimos y hacemos está en ese final de los tiempos: nuestros ojos verán a Dios.

Entonces comprobaremos el valor escondido de toda pequeña o gran acción emprendida, mantenida y defendida en esta tierra que habitamos. Y es que, Dios, cosecha como quiere, cuando quiere y donde quiere.

Queridos hermanos Jesús está aquí y ahora, en el universo y dentro de nuestro corazón, debemos ser nuevos brotes, empapados de cielo, empapados en Dios. Por eso Jesús, concluye el Evangelio de hoy, nos recomienda: Estad atentos y vigilad, porque no sabéis cuándo

 

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