sábado, 21 de mayo de 2022


 

2022 AÑO C TIEMPO DE PASCUA VI

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Amar en el Evangelio no es la emoción que ablanda el corazón, la pasión que lo devora, el ímpetu que hace traspasar. Amar se traduce siempre por un verbo: dar, "no hay amor más grande que dar la vida". Se trata de dar nuestro tiempo y nuestro corazón a Dios y hacerle un hueco: Así podremos escuchar su Palabra, guardarla con cuidado, para que no se pierda ni una sola sílaba; podremos seguirla con la confianza de un niño hacia sus padres.

Guardar la palabra de Jesús no se limita a guardar sus mandamientos. La Palabra es mucho más que un mandato o una ley: la Palabra sana, ilumina, da alas, consuela, salva, crea. La Palabra de Jesús es amar. Quien ama se convierte en la casa de Dios, por eso Jesús dice “vendremos a él y haremos morada en él”. Si uno ama, genera el Evangelio. Si amas, tú también, como María, te conviertes en madre de Cristo, le das carne e historia, "llevas a Dios en ti" (San Basilio el Grande).

La promesa que Jesús nos dice es que el Espíritu Santo vendrá, os enseñará, os recordará todo lo que os he dicho. Traerá al corazón los hechos y las palabras de Jesús, cuando pasaba por la vida haciendo el bien y curaba la vida, y decía palabras que no se entendían en el momento. Pero al mismo tiempo, el Espíritu Santo proporcionará luz, ingenio, para respuestas libres e inéditas, para el hoy y el mañana.

“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo” No es un deseo, sino un anuncio, al presente: la paz "está" ya aquí, está dada, ya estamos en paz con Dios, con los hombres, con nosotros mismos. La paz desciende, la paz llueve sobre los corazones y los días. No más dominio del miedo: el dragón de la violencia no vencerá. Es la paz.

Siguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la «paz». No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más profundo.

Esta paz no hay que confundirla con cualquier cosa. No es solo una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre a sus seguidores. Así dice Jesús: «Os dejo la paz, os doy mi paz».

Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.

No puede sembrar paz cualquiera. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo no es posible aportar verdadera paz a la convivencia.

La paz de Jesús no se puede comprar ni vender, es un regalo y una conquista paciente, como un artesano con su arte. No como el mundo la da; el mundo busca la paz como un equilibrio de miedos o como la victoria del más fuerte; no se preocupa de los derechos del otro, sino de cómo arrebatarle otro trozo de su derecho. Amén

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