domingo, 17 de julio de 2022


 

2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XVI

 

Ya desde la primera lectura, y bajo la encina de Mambré, Abrahán, enseña cómo ha de ser la acogida a todo aquél que llega, que siempre será creatura (hechura) de Dios, y por tanto conlleva acoger al mismo Dios.

El mayor y mejor ejemplo de acogida, y de sentirse acogido es el de Jesús en el evangelio de este domingo. Marta y María, símbolos de la hospitalidad y escucha, ejemplifican y animan a acoger, a dar hogar a los que se acerquen y no dejarlos pasar de largo.

Cada eucaristía ha de ser para el cristiano apertura a la palabra de Dios con la misma actitud de María, y con la misma diligencia que Marta, Abrahán y Sara. En nuestro tiempo son muchos los que buscan la hospitalidad en lugares distintos a los de su nación o de nacimiento.

El seguidor de Jesús ha de tener actitudes similares a las dos hermanas, de generosidad dentro del contexto del amor a Dios, de servicio y de escucha. De servicio para hacer de la acogida signo de hospitalidad, y de escucha, signo de resolución de los problemas de aquellos que se acerquen.

Dios está deseoso que sus hijos se hospeden en su tienda para convivir todos unidos para ser símbolo de hogar abierto y acogedor, que facilita el conocimiento del otro y la comprensión de quien es distinto en el pensar, sentir e incluso obrar.

Todo ser necesita la atención del amor, amasada con las actitudes de Marta y María, como lo hicieron con Cristo. Cuando así se actúa, el discípulo siente y vive la paz y la calma interior, y experimenta el valor del amor oblativo, gratuito.

Por lo general, cuando las personas comparten mesa y mantel y además disfrutan de tiempo de esparcimiento o entretenimiento, alcanzan a entenderse y apreciarse mejor entrambos. A menudo, las buenas relaciones, laborales y de comunicación efectiva, dan frutos propios la hospitalidad. Comida y comensalidad han de ir de la mano.

Los ejemplos de confianza de los tres personajes evangélicos (María-Marta-Lázaro) con el que llega dándole posada, es hacer realidad las obras de misericordia; tanto corporales como espirituales. En este tiempo de estío, dar un vaso de agua fresca al sediento, al inmigrante o refugiado, que pase por delante de nuestra tienda, será signo de madurez cristiana en la vida en Cristo y manifestación de que en Él reside nuestra esperanza. Recordemos las palabras de Cristo: el que a vosotros os recibe a mí me recibe.

Marta, la generosa, está en su cocina, atizando el fuego, revisando las ollas, levantándose, yendo de un lado para otro, ocupada por todos. María se sentó a escuchar a Jesús. Un hombre con olor a cielo y una mujer, sentados muy juntos. Las dos hermanas trazan los pasos de la verdadera fe: pasar de la agitación de lo que debo hacer por Dios, al asombro de lo que Él hace por mí. En nuestro interior las dos hermanas se dan la mano; sus dos corazones laten: el corazón de la escucha y del servicio.

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