miércoles, 26 de julio de 2023


 

2023 JULIO ADORACIÓN

La flor más bella del jardín

 

Señor Jesús aquí nos tienes para pasar unos momentos contigo. Vivimos siempre buscando encuentros significativos y aquí contigo sentimos la fuerza de tu presencia en la eucaristía y en el amor que nos tienes. Esto nos hace vivir íntegramente y con honestidad. Eso es lo que te pedimos hoy haznos cada día más sinceros y honestos contigo y con los que nos rodean. Queremos imitar tu integridad total y absoluta. Escuchemos esta linda historia.

La flor más bella del jardín: Cuentan que, en un remoto poblado de oriente, vivía una pareja de ancianos que eran muy viejos. Los dos eran casi centenarios y todo el mundo los admiraba porque tenían, según se comentaba, el jardín más hermoso de la Tierra. Allí crecían flores que nadie más era capaz de cultivar y el aroma de las plantas embriagaba el aire varios kilómetros a la redonda.

Los ancianos sabían que ya no les quedaba mucho tiempo de vida. Lo que más lamentaban era despedirse de su jardín. No querían que el trabajo de toda una vida tuviera un destino incierto. Por eso, acordaron que se lo entregarían al jardinero que más lo mereciera. Después de pensarlo durante varios días, los ancianos llegaron a la conclusión de que lo mejor era realizar un concurso entre los jardineros. Esta era la única manera de saber cuál de ellos era merecedor de quedarse con el fabuloso jardín. Lo que hicieron, entonces, fue pedirles a los pobladores de la región que difundieran la noticia.

El que estuviera interesado en heredar el jardín, debía presentarse en la primera noche de luna llena de ese mes. A los que comparecieran les pondrían una tarea. La noticia corrió como pólvora y los más prestigiosos jardineros de Oriente estaban interesados en concursar.

La criada de los dos ancianos tenía una hija, que amaba profundamente a ese jardín, pero no sabía nada de jardinería. Por eso sintió pena cuando se habló del concurso. Seguramente el ganador ya no le iba a permitir a su hija volver a ese sitio encantado y ella iba a estar muy triste.

La mujer le contó a su hija sobre el concurso, para que fuera preparándose a decirle adiós al bello jardín. Sin embargo, la muchacha decidió participar en el evento, aunque no ganara.

Cuando llegó la fecha señalada, se hicieron presentes los más famosos jardineros de Oriente. También la hija de la criada, que quería, al menos, ver el jardín por última vez. En el momento justo salieron los ancianos y les informaron que les darían una semilla a todos. Debían cultivarla y, pasados tres meses, quien trajera la flor más bella ganaría el concurso.

Todos salieron muy entusiasmados, incluyendo la hija de la criada. Era una prueba justa y cada quien iba a poner su mejor empeño en realizarla de la mejor manera. La muchacha se dio a la tarea de cultivar la semilla a la mañana siguiente. Sabía que estaba en desventaja frente a jardineros expertos, pero pensó que lo que no tenía de conocimientos, le sobraba en amor por el jardín de los ancianos. Los días pasaron y la semilla no brotaba. Ella la regaba con paciencia. La sacaba al sol y dejaba que le diera el viento, pero nada. Por más cuidados que le prodigara, no sucedía nada.

El tiempo pasó y llegó el día de la prueba. La semilla de la muchacha estaba igual que el primer día. Aun así, ella quiso ir a la prueba para despedirse del hermoso jardín que tanto amaba. Quizás esa era la última vez que podría verlo.

Comenzaron a llegar jardineros de todos los rincones. Cada uno de ellos traía flores esplendorosas, de aromas exquisitos y maravillosos colores. La chica quedó sorprendida. Nunca había visto muchas de las raras especies que había en ese salón. La pareja de ancianos comenzó a inspeccionar cada una de ellas. Observaban las flores con detenimiento y las evaluaban. Cuando llegaron a donde estaba la semilla de la chica, apenas miraron y siguieron de largo.

Llegó el momento del veredicto, los ancianos dictaminaron que la ganadora era la hija de la criada. Nadie podía creerlo. Se escucharon voces airadas que exigían una explicación. Entonces los ancianos les dijeron que todas las semillas que les habían entregado eran estériles. Le daban el premio a la chica porque ella era la poseedora de la flor más bella y más difícil de cultivar: la honestidad.

Haznos Jesús que busquemos y seamos siempre honestos e íntegros en nuestros pensamientos y acciones, que ellas reflejen la belleza de nuestro interior y seamos capaces de construir relaciones fraternas basadas en estos valores, tan olvidados en nuestra sociedad. Amén

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