SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE
FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Horario de misas:
Parroquia de S. Antonio a las 8, 10, 11 y 20 horas
Misa en el Cementerio a las 10 horas
Ermita de las Rotas a las 18 horas
ACCIÓN DE GRACIAS
Al templo se sube para vivir
conscientemente, superación de la monotonía, ir más allá de donde estamos.
Se sube a orar, a escuchar
atentamente, a dialogar, a dejarse interpelar e interpelar a cobijarse en el
amor y a amar, a gozar en soledad de tu compañía.
A orar estamos invitados todos, aunque
sea a escondidas, tengamos costumbre o monotonía, seamos legos en esta materia o
no sea lo que se estila.
Todos, fariseos y publicanos, ricos y
pobres, sabios y torpes, agnósticos, ateos y creyentes, cristianos y no
cristianos.
Y oramos al mismo Dios, aunque no nos
pongamos de acuerdo y parezca mentira.
Al orar, hoy y siempre, lo importante
es lo que sale de dentro, y el que seamos un poco más conscientes de quién eres
tú y de quiénes somos nosotros.
Para ello, hay que desnudarse, estemos
en primera o última fila, y bañarnos en tus fuentes de agua viva que corre
gratis y ofrece vida, paz y alegría.
Pero no siempre sucede lo que
decimos, porque el quedar bien y la apariencia nos lleva al autoengaño, y las
justificaciones nos visten, nos hacen impermeables y no nos dejan exponernos,
como nos creaste, e introducirnos en tus manantiales.
¡Pero qué distinto es hacerlo cargados
o ligeros de equipaje, conscientemente o envueltos en redes, sostenidos u orgullosamente
firmes, humildemente o entronados en pedestales, seguros de nosotros mismos o
asidos a tu Espíritu, justificados o como hemos ido...como el publicano o como
el fariseo!
2025
CICLO C
TIEMPO
ORDINARIO XXX
Hoy la Palabra de vida nos presenta a
dos personajes que suben al templo a rezar: un fariseo devoto y buen ciudadano,
que paga los diezmos incluso más de lo que debe, ayuna el doble de lo requerido
y reza. Y un publicano, un transgresor público de la ley, hombre de dinero y
poder. Una vez más el evangelio nos
desconcierta con esta parábola. Lo normal hubiera sido hablar bien del que
hacía tantas cosas buenas y reprender la conducta del pecador. Pero la lógica
de Dios es distinta y no juzga a las personas.
- El primero, de pie ante el altar,
comienza dando gracias, y eso correcto; pero luego lo estropea todo, porque no
hace más que erigirse un monumento a sí mismo; y redobla el error añadiendo: yo
no soy como los demás, todos ellos embusteros, ladrones, falsos y
deshonestos. Yo soy mucho mejor. Pero no se puede alabar a Dios y
despreciar a sus hijos; es pura falsedad rezar y al mismo tiempo denigrar,
humillar, acusar. Ay de los formalistas, que se preocupan por las más mínimas
normas y desprecian al hombre.
- el segundo un publicano, un montón de
humanidad encorvado en la oscuridad del templo y de su vida: deteniéndose a
distancia, se golpeaba el pecho diciendo: Dios, ten piedad de mí, que soy
pecador. Ni siquiera sabe muy bien qué decir, pero lo da todo: cuerpo,
corazón y voz; de él sale una súplica, en la que surge Señor, ten piedad
de mí, que soy pecador. En el fondo hay un reconocimiento por parte del
publicano que en su oficio habrá robado, extorsionado y por tanto no está bien,
no es feliz. Le gustaría ser diferente, pero no puede, todavía no lo consigue,
por eso pide compasión y ayuda.
Éste volvió a su casa justificado. ¿Por
qué el otro no? Porque el fariseo siguió girando todo en sí mismo: yo, yo
pago, yo ayuno, yo... En el fondo, no reza a Dios, sino a la imagen de sí
mismo proyectada en el cielo, una máscara que deforma el rostro de Dios.
La parábola nos revela dos reglas de la
oración, tan sencillas como las de la vida:
1. Si pones el yo en el centro, ninguna
relación funciona. Ni en la pareja, ni con los hijos, ni en la comunidad, y
mucho menos con Dios. El tú viene antes que el yo.
2. Se reza no para obtener cosas, sino
para ponerse en camino y ser transformados.
El publicano volvió a casa perdonado, no
porque fuera más honesto o más humilde que el fariseo, sino porque se abre a
Dios, como una puerta que se abre al sol, y Dios entra en él, con su
misericordia, esa extraordinaria debilidad de Dios que es su verdadera
omnipotencia.
Jesús decía: No tienen necesidad de
médico los sanos, sino los enfermos... Yo no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores. Jesús no se dirigió a los sectores piadosos,
sino a los indignos e indeseables. Él captó rápidamente que su mensaje es
superfluo para quienes viven seguros y satisfechos. Los justos no tienen
sensación de estar necesitados de salvación. Les basta la tranquilidad que
proporciona sentirse dignos ante Dios y ante la consideración de los demás.
2025 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
EL CABALLITO
Querido Jesús nos encontramos junto a ti en esta tarde para descansar y serenar nuestra alma. A veces, en el camino de la vida, creemos que la fuerza depende únicamente de nuestras propias camas. Caminamos confiados, pero lega un momento en que el cansancio, la tristeza o el miedo nos detienen.
Dios Padre sale siempre a nuestro encuentro, puede ser una persona que nos escucha sin juzgar, una palabra de aliento que lega en el momento justo, un sonrisa inesperada o incluso un silencio que transmita paz. Dios muchas veces no interviene de forma espectacular, sino a través de gestos sencillos que nos reaniman y nos permiten seguir adelante.
Cuando somos conscientes de lo mucho que hemos sido sostenidos por ti gracia, aprendemos a mirar con compasión a nuestros hermanos que se han detenido en el camino. Escuchemos esta historia.
EL CABALLITO : Un padre levantó a su hijito a dar un paseo largo en el bosque. El padre le iba enseñando las cosas del bosque, como se llamaban los árboles, las flores, solo tenía 5 años y le dijo a su papá: móntame a caballo. Su padre subió a Pablito sobre sus hombros y empezaron a caminar. Pablito estaba emocionado y preguntaba a su papá por todo aquello veía desde la altura de los hombros.
Cuando regresaban el padre de Pablito le dijo: ahora el regreso a casa lo vas a hacer caminando. Como era pequeño, lo había levantado sobre sus hombros por mucho rato. Luego, lo puso sobre sus pies y le dijo que debería caminar hasta la casa. Al rato, el pequeño lloraba porque estaba muy cansado, demasiado cansado para dar un paso más. El padre cortó un palito y lo limpió muy bien de toda astilla, mientras el niño observaba. Al terminar, dijo:
- Mira, hijo, te presento contigo propio caballito, para que te quite a casa.
Encantado, el niño se montó sobre su caballito, y felizmente llegó a su casa. Y en casa dio vueltas por todo el jardín, hasta que tuvo que ir a bañarse y acercarse, ya rendido.
A veces nuestro Padre Celestial nos quita, ya veces nos deja andar, y muchas veces creemos que ya no podemos más cuando alguien, movido por El, nos ofrece un caballito - una idea, una promesa, una canción nueva, un cariño, una oración intercesora -, lo que sea, y sobre ese corcel legamos a la meta. Todos necesitamos un caballito en algún momento de la vida.
Señor Jesús en este sencillo relato encontramos una hermosa imagen de la pedagogía de Dios. Nuestro Padre celestial, en su infinita sabiduría, sabe cuándo debe cargarnos sobre sus hombros y cuándo permitir que caminemos por nuestro cuenta. Es ahí donde se revela el amor del Padre: no siempre quitando el cansancio, sino dándonos un caballito que nos devuelva la esperanza.
Ese caballito puede tomar muchas formas. No porque se desentienda de nosotros, sino porque desea que aprendamos a confiar, a fortalecer la fe, ya descubrir que incluso en la debilidad su presencia permanece constante.
Cuando el niño del cuento ya no puede más, el padre no lo reanuda ni lo deja solo. Tampoco vuelve a cargarlo como antes, sino que le ofrece algo nuevo: un caballito que desperta en él ilusión, fuerza y alegría. Así actúa Dios con nosotros: cuando sentimos que ya no tenemos fuerzas, Él nos sorprende con un signo de amor, un detalle pequeño pero lleno de fuerza espiritual. El Señor nos anima a continuar el camino. No siempre quita el peso, pero sí nos enseña a quitarlo como esperanza.
Dios es un Padre que no se olvida de sus hijos cansados. En los momentos de prueba, cuando la oración parece seca o la vida difícil, puede estar preparándonos nuestro propio caballito: algo que, aunque sencillo, nos devolverá la alegría de andar con El.
Y también nosotros somos llamados a ser instrumentos de esa ternura divina. El Espíritu Santo puede usar nuestras manos, nuestras palabras y nuestra oración para ofrecerle descanso a otros peregrinos que ya no pueden seguir. Quizás el caballito que Dios quiere entregarles pase por nosotros: un gesto de comprensión, una bendición, una sonrisa que nace del amor. El amor cristiano no se demuestra sólo en grandes obras, sino en la capacidad de reconocer el cansancio ajeno y ofrecer alivio. Tal vez no podamos resolver todos los problemas del otro, pero podemos ponerle en las manos un pequeño palo convertido en esperanza, con la ternura y la fe de quien confía en que Dios va a usar ese gesto para obrar algo más grande. Amén
2025 CICLO C TIEMPO
ORDINARIO XXIX. DOMUND
El Señor sigue enseñando a sus
discípulos y a nosotros cada día, cada vez que nos acercamos a su Palabra y la
escuchamos. En el evangelio Jesús, a través de una parábola, nos enseña cómo
debemos orar siempre, sin desfallecer, sin desanimarnos.
También celebramos la jornada de oración
por las misiones y las personas que allí anuncian a Jesucristo, la jornada del
Domund.
La parábola es breve y se entiende bien.
Dos personajes: Un juez que No teme a Dios y no le importan las
personas. Es un hombre sordo a la voz de Dios e indiferente al sufrimiento
de los oprimidos.
Una viuda,
una mujer sola, privada de un esposo que la proteja y sin apoyo social alguno;
es frágil e indomable al mismo tiempo. Ha sufrido una injusticia y no baja la
cabeza. En la tradición bíblica, estas «viudas» son, junto con los huérfanos y
los extranjeros, el símbolo de las gentes más indefensas. Los más pobres de los
pobres. La mujer no puede hacer otra cosa sino presionar, moverse una y otra
vez para reclamar sus derechos, sin resignarse a los abusos de su adversario. Sólo
quiere que le hagan justicia.
Durante un tiempo, el juez no
reacciona. No se deja conmover; no quiere atender aquel grito incesante.
Después reflexiona y decide actuar. No por compasión ni por justicia.
Sencillamente para evitarse molestias y para que las cosas no vayan a
más.
Si un juez tan mezquino y egoísta
termina haciendo justicia a esta viuda, Dios, que es un Padre compasivo, atento
a los más indefensos, «¿no hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y
noche?».
La parábola encierra un mensaje de
confianza. Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a
sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura. Pero
¿no tarda demasiado? Hemos de confiar, de invocar a Dios de manera incesante y
sin desanimarnos. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en
la tierra?
Porque rezar es como amar. De hecho,
siempre hay tiempo para amar: si amas a alguien, lo amas siempre. No se reza
para cambiar la voluntad de Dios, sino el corazón del hombre. No se reza para
obtener, sino para ser transformados. Contemplar transforma. Uno se convierte
en lo que contempla con los ojos del corazón. Uno se convierte en lo que reza.
Uno se convierte en lo que ama.
El Domund y la necesidad de rezar por
los misioneros y por sus gentes a las cuales sirven,
rezar para que sea un servicio eficaz que cure las heridas y las
llagas de la humanidad, no solo con palabras de fe y confianza sino en
actitudes concretas y actos reconocibles y transformantes. La misión es
esencial para la Iglesia y todos podemos participar en ella a través de la
oración, el testimonio y la solidaridad económica, apoyando así la labor
evangelizadora en lugares de mayor necesidad. Es una invitación a compartir la
esperanza y ser parte de una gran familia.
ACCIÓN DE GRACIAS
Señor, que nos llamas a seguirte como
discípulos.
Haz que respondamos con generosidad a tu
llamada.
Haz que nuestras comunidades cristianas,
vivan el misterio de tu amor, irradien la luz de tu perdón y misericordia.
Danos fortaleza para superar las
dificultades que como cristianos y misioneros encontramos.
Sabemos que Tú estás siempre con
nosotros, enséñanos a permanecer en ti, envíanos incesantemente tu Espíritu
Santo.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre
tuya y Madre nuestra.
Con ella te seguimos como discípulos y con
ella caminamos hacia todos los pueblos como misioneros de tu Palabra.
Amén.
Meditación eucarística:
EL REGALO DE CUMPLEAÑOS
Querido Jesús sacramentado venimos aquí en esta tarde para aprender de ti, aprender tú humildad, tu mansedumbre, tu bondad y generosidad. Sólo tú eras capaz de derribar nuestros orgullos y nuestras falsas modestias. Nos encantaría vivir como hermanos y tratarnos con respeto y generosidad. Escuchemos esta bonita lección.
El regalo de cumpleaños :
Se acercaba mí cumpleaños, y quería ese año pedir un deseo especial al apagar las velas de mí pastel. Caminando por el parque, me sentí cerca de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque, y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado, mirar a las avecillas, con un sonrisa en la cara, que parecía eterna. Me acercó a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.
Quise también sentirme afortunado al conversar con él, para sentirme más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenía mi trabajo, que me producía muchos dineros (claro, cómo no iba a producírmelo trabajando tanto); tenía mis hijos a los que, gracias a mi esfuerzo, tampoco les faltaba nada, y tenían los juguetes que quisieran.
En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo, no le faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia completa. Me acercó entonces al hombre, y le pregunté:
- Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños?
Pensé que el hombre me contestaría que dinero, y así de paso, le daría unos billetes que tenía y hacer la obra de caridad del año.
Quedó sorprendido cuando el hombre me contesta lo siguiente, como el mismo sonriso en su rostro, que no se le había borrado y nunca se le borrará.
- Amigo, si pidiera algo más de lo que tengo sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre en la vida y más.
Vivía con mis padres y mi hermano, antes de perderlos una tarde de junio. Hace mucho, conocí el amor de mi padre y mi madre, que se desvivían por darme todo el amor que les era posible, dentro de nuestras limitaciones económicas; al perderlos sufrió muchísimo, pero entendió que hay otros que nunca conocieron ese amor que yo viví, y me sintió mejor.
Cuando joven, conocí a una chica de la que me enamoré perdidamente. Un día, la besó y estalló en mí el amor hacia aquella joven tan bella que después se marchó. Mi corazón sufría mucho, pero recordé ese momento, y pensé que hay personas que nunca han conocido el amor, y me sintió mejor. Un día, en este parque, un niño correteando cayó al suelo y empezó a llorar; yo fui y le ayudé a levantarse, le secó las lágrimas con mis manos y jugó con él por unos instantes, y aunque no era mi hijo, me sintió padre, y me fui feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento. Cuando siento frío y hambre en el invierno, recuerdo el alimento de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor, porque hay otros que nunca lo han oído y tal vez no lo sientan nunca.
Cuando consigo dos piezas de pan, comparto una cono otro mendigo del camino y siento el placer que da compartir con quien lo necesita, y recuerdo que hay unos que jamás oirán esto. Por eso, mi querido amigo, qué más puedo pedir a Dios de la vida, cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que estoy consciente de ello; puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas?, ¡lo mismo que yo, nada! Estamos agradecidos al cielo de esto, y sé que usted pronto lo estará también.
Después de haberme dado esa respuesta, miré hacia el suelo un segundo, como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos en su simplicidad, y cuando miré a mi lado ya no estaba, sólo las palomitas allí, en su mundo, revoloteando. En ese momento sintió un arrepentimiento enorme de la forma en que había vivido sin haber conocido la vida; nunca pensé que aquel mendigo, tal vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano: LA HUMILDAD.
Jesús que hermosa historia, ayuda a saber saborear la vida, la auténtica vida, que se encuentra en los pequeños detalles que hacen la diferencia. La humildad es el gran regalo que hoy te pedimos Señor. Debes tener una visión realista de nosotros mismos, reconociendo tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades, sin arrogancia ni falsa modestia. La persona humilde no se siente superior a los demás, aunque tenga logros o talentos notables, y está abierta a aprender, a escuchar ya reconocer el valor de otros. Ayúdanos a ser humildes Señor Jesús. Amén.
ACCIÓN DE GRACIAS
QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR
Darte las gracias por lo mucho que me
das y de esperar, cuando tardas en llegar.
Darte las gracias por los detalles
insignificantes por los dones que, de tantas personas, recibo sin saberlo por
las sonrisas que, por la calle, se me regalan por los rostros que no me son
indiferentes.
QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR.
De ver tu mano allá donde sólo veo el
mundo.
De abrir mi corazón a tu presencia.
De tener mis ojos despiertos a tu paso.
De abrir mis manos a quien lo necesita.
QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR.
De cultivar la gratitud cuando tanto se
me da.
De decir “gracias” por pequeñas o
grandes cosas.
De agradecer la fe como don y como tarea.
De pedir cuanto necesite aunque no sea a
la hora que yo lo espere.
QUE NO ME OLVIDE, SEÑOR.
De cuidar el corazón, con la vitamina de
la gratitud.
De fortalecer mí fe, con el arma de la
oración.
De robustecer mi alma, con savia de la
caridad.
De curar mi espíritu, con mi confianza
en Ti.
Amén
2025
CICLO C
TIEMPO
ORDINARIO XXVIII
La ley de Moisés, consideraba a los
enfermos de lepra como personas impuras, que volvían impuro a quien los tocaba.
Inhabilitados para la vida social, no podían permanecer con su familia y
relacionarse con la gente. Tenían que vivir aislados fuera de las ciudades y
gritar: “¡Impuro, impuro!”, a la distancia, para que nadie se les acercase.
Estos diez leprosos salen al encuentro
de Jesús y le gritan: ¡Ten piedad de nosotros! Jesús se preocupa de
restablecerles su dignidad de personas y los envía a los sacerdotes y mientras
van de camino quedan curados.
A continuación, el evangelio resalta el
comportamiento ambivalente mantenido por los curados. La actitud de Jesús ha
sido ejemplar, pero nueve de los diez curados muestra actitudes cumplidoras,
pero no agradecimiento. Muy pronto se han olvidado del gran favor recibido.
Sólo uno de ellos y, por cierto, un samaritano, es decir, un hereje reprobado
por los judíos, al verse sano, regresó alabando a Dios en voz alta y se postró
a los pies de Jesús dándole gracias. Reconoce que Dios ha obrado en Jesús y lo
declara abiertamente con un gesto de auténtica fe. Por eso le dice Jesús:
Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Al volver junto al Señor recibe algo
más que la curación física de los otros nueve: la salvación y la vida
nueva que da Jesús.
En el evangelio Jesús ha curado porque
sí, sin que se lo hayan pedido siquiera los diez leprosos. Si os fijáis ellos
sólo reclamaron del Maestro compasión. Se habrían conformado con
que tuviera por ellos un sentimiento de pena, de ternura, de empatía con
su desgraciada situación.
El Maestro se queja:¿dónde están
los otros nueve? ¿Sólo uno ha vuelto para dar gloria a Dios? Y sólo de
él afirma que está salvado. Los diez recibieron el regalo de la curación. Pero
sólo uno fue capaz de descubrir detrás de ello la mano de Dios.
Descubrimos que este leproso samaritano
al sentirse curado vuelve a Jesús porque tenía un corazón agradecido. Esto
nos ayuda a ser agradecidos con Dios y con las personas: valorando sus detalles
y esfuerzos, aprendiendo de ellos, y multiplicándolos también nosotros. Un
corazón agradecido abre las puertas de la salvación. Un corazón agradecido
tiende puentes y reafirma las relaciones. Un corazón agradecido nos hace mucho
mejores. Y tenemos tanto que agradecer a Dios.
Cada domingo al celebrar la Eucaristía,
literalmente significa Acción de Gracias, supone haberse ido preparando
durante la semana, en la oración y en la vida diaria, para ir cultivando ese
corazón agradecido. Desgranar cada día los mil motivos que los ojos de la fe
van descubriendo en lo que pasa y en lo que nos pasa. Mostrar
agradecimiento concreto (con rostros, momentos, lugares), sintiéndonos en deuda
de corresponder a sus dones. Al menos reconocerlos.
En nuestra «civilización mercantilista»,
cada vez hay menos lugar para lo gratuito. Todo se intercambia, se presta, se
debe o se exige. En este clima social la gratitud desaparece. Ánimo y
recuperemos la gratitud ante Dios y su bondad insondable. Esto genera una forma
nueva de mirarse relacionarse con las cosas y de convivir con los demás.
Meditación
eucarística:
Dios
siempre escucha
Señor
Jesús sacramentado junto a ti nos presentamos con nuestras manos vacías y
nuestros corazones abiertos para experimentar tu gran amor hacia cada uno de
nosotros. En
el silencio de esta adoración estamos convencidos que tú estás ahí para
escucharnos, acogernos, ayudarnos. Tú siempre estás atento a nuestras
oraciones, pensamientos y necesidades. Puede que no siempre recibamos
respuestas de la manera que esperamos, pero notamos tu presencia y cuidado de
una manera constante. Escuchemos
Dios
siempre escucha:
Había una mujer, Angustias de nombre, que a pesar de sus pocos años había ya
padecido mucho. Como consecuencia de tanto sufrimiento y de su precaria vida de
piedad, fue perdiendo la fe y su confianza en Dios. Por si faltaba algo, su
marido hacía unos meses que se había quedado sin trabajo y apenas si tenían
para vivir ellos y sus cuatro hijos.
Una
amiga suya Consuelo conociendo el mal estado emocional en el que se encontraba
fue un día a visitarla: ¡Hola, Angustias! ¿Cómo te encuentras?
-
No tan bien como deseara. La verdad es que últimamente estoy con la depresión.
Ya sabes todo lo que nos está ocurriendo, respondió la amiga.
-
Lo que debes hacer es tener fe. ¡Pídele a Dios y verás cómo te ayuda!
-
Dios me ha abandonado. Al principio rezaba, pero me aburrí. No sé si habrá
alguien arriba porque por más que le pido no me responde.
Angustias, durante sus años mozos, había sido
una “buena cristiana”; pero luego, cuando la vida empezó a azotarle, y debido
también a que su marido era poco practicante, se fue separando de Dios y de la
vida de piedad.
Consuelo
le insistió en que rezara con fe, pues Dios nunca dejaba de escuchar nuestra
oración.
-
Mira, Angustias, nada vas a perder si le pides a Dios de nuevo. Él nunca
abandona. Es más, a partir de ahora pediré yo también por ti.
Angustias
no estaba muy convencida, pero para que su amiga se callara le prometió que
volvería a rezar. Y no se le ocurrió otra cosa que decirle a Dios: ¡Señor! Ya
sabes todo lo que me pasa. Mi amiga me ha pedido que te rece, pero la verdad es
que he perdido la fe; así que te voy a pedir algo sencillo. ¡Mira!, me gustaría
que, como signo de tu amor hacia mí, y para probarme que me escuchas, me
regalaras una flor y una mariposa.
Pasaron
unos días, y la mujer, enfrascada de nuevo en los quehaceres cotidianos, se
olvidó de Dios y de lo que le había pedido. Un miércoles por la mañana,
mientras la pobre mujer estaba haciendo la colada de toda la familia, sonó el
timbre de la casa. Se secó las manos apresuradamente y acudió a la puerta a ver
quién era.
-
Un repartidor le pregunta: ¿Vive aquí Angustias Sánchez? Aquí le traigo un
paquete.
La
mujer lo recibió. Firmó la hoja de entrega. El furgón se marchó y la mujer,
curiosa, se dispuso a abrir el paquete, no sin antes buscar el remitente del
mismo. Por más que buscó no encontró nombre alguno. Al abrir la caja se
encontró una maceta pequeña con un cactus pinchoso, un gusano negro feo y
peludo y una pequeña tarjeta de visita que decía: “En respuesta a tu oración”.
En
ese momento le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Parecía que
quería adivinar que el paquete venía del cielo. Pero no del cielo, pues eso no
era lo que ella había pedido a Dios. Disgustada porque Dios tampoco le había
escuchado, volvió a meter el cactus con el gusano y la nota en la caja y la
tiró en una esquina del patio de la casa, pensando.
Pasaron
ocho o diez días, y nuestra sufrida mujer se dispuso una mañanita a limpiar el
patio de la casa. Era finales de la primavera. En eso que vio la caja que ella
misma había tirado en el patio.
Angustias
comenzó a limpiar el patio. Cogió la caja para tirarla a la basura, cuando de
pronto, movida por la curiosidad y quizá también por algo de resentimiento con
Dios, abrió la caja como para reírse de Él. Cuál fue su sorpresa, cuando al
quitar la tapa, se encontró que en el cactus tenía una flor bellísima y el
gusano negro, feo y peludo se había transformado en una preciosa mariposa
multicolor.
El
Señor siempre escucha nuestra oración. A veces lo que nos manda no es tanto lo
que nosotros esperábamos, pero siempre es lo más nos conviene. Sencillamente lo
único que tenemos que hacer es tener paciencia a que el cactus dé su flor y el
gusano se transforme en mariposa…. Y es que Dios, siempre escucha. Amén
ACCIÓN DE GRACIAS
Auméntanos la fe, porque los mitos y
credos se hunden y surge la inseguridad e indecisión en todo camino y
horizonte.
Auméntanos la fe, porque son muchas las
palabras y promesas vacuas e inconsistentes que nos rodean por todas partes.
Auméntanos la fe, porque al creernos el
centro del universo andamos perdidos, a la deriva, en nuestros agujeros negros.
Auméntanos la fe, porque ya no nos
atrevemos a confiar en nuestra dignidad de hijos, la que hace posible un mundo
más fraterno y justo.
Auméntanos la fe, aunque solo sea como
un granito de mostaza, para que seamos testigos de tu Espíritu en esta sociedad
en la que vivimos.
Auméntanos la fe, y haznos caminar en
paz y erguidos aunque se quiebren nuestras seguridades y nos sintamos pobres y
débiles.
Amén
2025 CICLO C TIEMPO
ORDINARIO XXVII
La petición de los apóstoles al Señor para
que les aumente la fe es licita y no solo cuantitativamente, sino cualitativamente.
La calidad de nuestra fe hará que las
obras de misericordia, los comportamientos y actitudes se lleven a cabo sin
miedo a los trabajos, violencias y catástrofes, que nos puedan venir, como al
profeta Habacuc.
A medida que vamos descubriendo el
proyecto de Dios en nosotros y lo que ello conlleva, tendremos necesidad de
aumentar nuestra fe, dándole mayor cabida y superando la fe infantil que pueda
haber en nuestro corazón. Asentando así nuestra confianza en el Dios de
Jesucristo.
Como la fe es un don, es necesario
pedirla, mantenerla y aumentarla.
Si tuvierais fe como un grano de
mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar y os
obedecería. A lo mejor no hemos visto árboles que
se arrancan y se plantan en el mar; pero quizá hayamos visto discípulos del
Nazareno, vivir en fronteras, en llamas y salvar miles de vidas; hombres y
mujeres confiar unos en otros y afrontar problemas sin solución con un coraje
de leones; madres y padres resucitar a la vida tras la muerte de un hijo; o una
pequeña monja llena de arrugas que rompe los milenarios tabúes de las castas.
Y todo esto lo subrayan palabras
difíciles: cuando lo hayáis hecho todo, decid: Somos siervos inútiles.
Ojo, inútiles en nuestro idioma, significa que no sirven, que son incapaces,
improductivos. Pero no es así en el idioma de Jesús: los siervos que aran,
pastorean, preparan la comida no son ni incapaces ni inútiles. Significa:
siervos que no buscan su propio beneficio, sin pretensiones, sin
reivindicaciones, que no necesitan nada más que ser ellos mismos. No buscan su
interés. El servicio en sí, la actitud ante la vida, es más verdadero que los
resultados, más importante que su reconocimiento.
Como podríamos arrancar árboles y
hacerlos volar. Por ejemplo en un mundo que habla el lenguaje del beneficio, nosotros
hablar el lenguaje del don; en un mundo que sigue la lógica de la guerra, nosotros
recorrer el camino de la paz.
Entonces, para soñar el sueño de Dios,
bastan los grandes campos del mundo donde brota el pan y las flores; una
pequeña hormiga llena fe es suficiente para empezar a cambiar y transformar
este mundo; ver el sueño de Dios en el corazón vivo de todas las cosas.
ADORACIÓN
EUCARISTICA.
Historia de un
hombre, su caballo y su perro
Señor
Jesús de nuevo aquí contigo para pasar unos momentos de serenidad, tranqu9lidad
y reflexión. Queremos adorarte en tu cuerpo y sangre pero también queremos
aprender de ti a ser buenos, generosos y fieles.
HISTORIA
DE UN HOMBRE, SU CABALLO Y SU PERRO: Un hombre, su caballo y su perro tuvieron un
accidente y los tres habían fallecido. Empezaron a caminar por un camino
desconocido. La caminata era muy larga, cerro arriba; el sol estaba fuerte y
ellos estaban cansados y con mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua.
En
una curva del camino divisaron un portón magnífico, todo de mármol, que
conducía a una plaza pavimentada con bloques de oro; en el centro de ella había
una fuente de donde emanaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre
que en una caseta custodiaba la entrada.
-
Buen día, dice él.
-
Buen día, respondió el hombre.
-
¿Qué lugar es éste tan lindo?, preguntó.
-
Esto es el Cielo, fue la respuesta.
-
¡Qué bueno que llegamos al Cielo! Tenemos mucha sed.
-
Puede entrar a beber agua cuando quiera, dijo el guardia, indicando la fuente.
-
Mi caballo y mi perro también están sedientos.
-
Lo lamento, dijo el guardia. Aquí no se permite la entrada de animales.
El
hombre quedó desconcertado, pues su sed era grande. Pero él no estaba dispuesto
a beber dejando a sus amigos con sed. Así que prosiguió su camino. Después de
mucho caminar cerro arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a
un sitio cuya entrada estaba señalada por una puerta vieja semi abierta. La
puerta conducía a un camino de tierra, con árboles a ambos lados haciendo
sombra. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado.
-
Buen día, dijo el caminante.
-
Buen día, dijo el hombre.
-
Tenemos mucha sed yo, mi caballo y mi perro.
-
Hay una fuente entre aquellas piedras, dijo el hombre. Pueden beber cuanto
quieran.
El
hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
-
Muchas gracias, dijo al salir.
-
Vuelvan cuando quieran, dijo el hombre.
A
propósito, dijo el caminante, ¿cuál es el nombre de este lugar?
-
El Cielo, respondió el hombre.
-
¿Cielo? Pero si el hombre de la caseta de más abajo, al lado del portón de
mármol, dijo que ése era el Cielo.
-
Aquello no es el Cielo, eso es el Infierno.
Pero
entonces, dijo el caminante, esa información falsa debe causar grandes
confusiones.
-
De ninguna manera, respondió el hombre. En realidad, ellos nos hacen un gran
favor, porque allá quedan las personas que son capaces de abandonar a sus
mejores amigos. Es
una prueba. Allí se quedan los que no han aprendido a amar como Jesús amó. Porque
el cielo no se hereda por obras vacías, sino por corazones que aman como Cristo
amó.
Esta
historia nos recuerda tus palabras de Jesús: Quien es fiel en lo poco,
también es fiel en lo mucho. El cielo no es un lugar lujoso con puertas de
oro: es la presencia del amor verdadero, del servicio, de la fidelidad y del
sacrificio. Tú nos enseñaste que el Reino de Dios es para los humildes, los
compasivos, los que no abandonan a los suyos. Ser cristiano no se trata solo de
creer, sino de amar con hechos, especialmente a los más pequeños, los más
fieles, los que caminan con nosotros, aunque no digan una palabra. Si seguimos
a Jesús, debemos amar como Él amó: Sin condiciones, sin abandonar a nadie, siendo
fieles, incluso cuando cuesta.
El
camino de Jesús es humilde, sencillo y lleno de compasión. No es el lugar lo
que lo hace cielo. Es la presencia de Jesús. Y Jesús habita donde hay misericordia,
fidelidad y entrega. Amén