miércoles, 10 de diciembre de 2025


 

Meditación Eucarística:

Una vida llena de optimismo

Señor Jesús en estos momentos de intimidad contigo queremos aprender de ti a tener un corazón optimista y disponible. Tantas veces te pedimos que cambies nuestra suerte, que muevas las piezas externas de nuestra vida para que todo encaje según nuestros deseos. Pero tú nos enseña que el mayor milagro no ocurre fuera de nosotros, sino dentro. Tú no viniste solamente a cambiar circunstancias, sino a cambiar corazones.

Cuando en nuestra oración pedimos que seamos transformados, nuestro carácter, nuestros pensamientos, nuestra manera de ver y de responder, entonces descubrimos algo sorprendente: muchas de las bendiciones que buscábamos ya estaban presentes, pero no teníamos ojos para verlas.

La vida que nos ha tocado, con sus retos y sus luces, no es un castigo ni un accidente; puede ser el lugar exacto donde Dios quiere formarnos, fortalecernos y mostrarnos su fidelidad.

Cuando cambiamos nosotros, cambia todo. No porque las circunstancias se modifiquen, sino porque el Espíritu Santo abre nuestros ojos para reconocer que donde pensábamos que solo había peso, había propósito; donde veíamos pérdida, había preparación; donde creíamos que faltaba bendición, Dios ya había sembrado promesas.

Una vida llena de optimismo: Cuenta la historia que una familia pobre tenía la facultad de tomar todas las cosas por su mejor lado, y una mujer rica se interesó por ayudarlos. Pero un día, la visitó un vecino de la familia pobre, y le dijo que la estaban engañando:

- Los niños de aquella familia siempre comen cosas deliciosas, lujos que ni yo puedo permitirme, dijo el vecino.

La mujer rica fue a visitar esta familia al mediodía. Estaba de pie junto a la puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las niñitas le preguntaba a otra:

- ¿Te vas a servir asado hoy?

- No, creo que comeré pollo respondió la otra niña.

Al oír esto, la mujer golpeó la puerta y entró inmediatamente. Vio a las dos niñas sentadas a la mesa en la que había unas pocas rebanadas de pan seco, dos papas frías, un jarro de agua y nada más. A sus preguntas, contestaron que fingían que su pobre comida era una gran variedad de manjares, y el juego hacía que la comida fuera un verdadero festín:

- Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando te imaginas que es un pastel de chocolate.

- Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema, dijo la otra niña.

La señora rica salió de allí, con una nueva idea de lo que significa el optimismo. Descubrió que la felicidad no está en las cosas, sino en los pensamientos. Acababa de aprender lo que Salomón había dicho tanto tiempo antes, que "el ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad; pero perdido el ánimo, ¿quién lo levantará?".

Jesús que no pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser transformados nosotros, y nuestros pensamientos. Entonces, veremos que hay bendiciones que nos aguardan en la suerte que nos ha correspondido.  Por eso, en vez de pedir una vida distinta, pidamos un corazón dispuesto. En vez de pedir que cambie nuestra suerte, pidamos que Cristo nos transforme. Entonces veremos que la gracia ya nos aguardaba en el camino que hoy estamos recorriendo.

Y cuando comenzamos a caminar con ese corazón transformado, se produce un segundo milagro: comprendemos que Dios no se equivoca con los caminos por donde nos lleva. Lo que antes considerábamos una carga puede convertirse en una escuela de humildad, de paciencia, de confianza. Lo que parecía un retraso puede ser, en realidad, el ritmo perfecto para que nuestro espíritu madure. La fe cristiana nunca ha prometido una vida sin dificultades, pero sí promete compañía, sentido y victoria espiritual en medio de ellas. Jesús mismo dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Esa victoria no siempre se manifiesta como un cambio inmediato de circunstancias, sino como la fortaleza interna para enfrentarlas con esperanza y con paz.

Y así, la bendición deja de ser algo que esperamos que llegue desde fuera, y se convierte en algo que brota dentro. Las mismas circunstancias que antes nos desesperaban pueden llegar a ser el lugar donde experimentemos la presencia más profunda del Señor, la sabiduría más clara y la madurez más sólida. Amén.

lunes, 8 de diciembre de 2025


 


Bendición del Belén de la Parroquia, durante la celebración del Segundo domingo de Adviento, en la eucaristía de las 20 h.


 









Durante la celebración del Segundo Domingo de Adviento, en la eucaristía de las 20 horas, los jóvenes del grupo Júnior y los jóvenes de preparación al sacramento de la confirmación, han encendido unas velas a los pies de la Inmaculada Concepción en señal de veneración por su SI al Señor.


 

ACCIÓN DE GRACIAS

El Eterno Padre, te edificó pura de arriba abajo en pensamiento, palabra, cuerpo y alma.

Inmaculada solo supiste ser ofrenda permanente.

En Nazaret, con un “sí” lo dijiste y lo hiciste todo.

En Caná, con un “haced” tu mano pudo más que la intención de Aquel que el agua en vino transformó.

Siempre a nuestro lado y, siempre, buscándonos.

En las cruces cuando nos pesan demasiado y, en los atajos del mundo, cuando nos perdemos demasiado.

En las ideas, cuando a Dios dejamos de lado y en las obras cuando pretendemos un mundo a nuestro antojo.

Así Dios te dispuso y así, Dios, te creó.

Para Él lo fuiste todo y, para Él, te diste en todo.

Por Él tu cuerpo fue arcilla en sus manos y, con Él, hiciste un Dios humanado a los pies del mundo.

¡Cómo no darte gracias, Virgen Inmaculada!

Tu ser y tu hondura te delatan: sólo sabes dar.

Tú bondad y tu obediencia, sencillez y ternura, proclaman la grandeza que anida en Ti.

Inmaculada, llena de Dios, que es todo corazón, y vaciándote de Dios para traérnoslo al mundo.

Llena del cielo, para esta tierra fría y cálida en tus entrañas para darnos al Salvador.

Madre Inmaculada, en este Año Santo Jubilar, vivamos el amor sin límites y la generosidad sin cuentas.

Que de tu mano, Virgen Inmaculada, sepamos descubrir, acoger y pregonar a Aquel que, en tu morada virginal, se hizo carne y, luego, se dejó adorar.

Amen.

2025 CICLO A

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

 

El ángel Gabriel, se presenta delante de una joven, en un pueblecito sin historia de Galilea.

El cristianismo no comienza en el templo, sino en una casa.

La primera palabra del ángel es: alégrate, regocíjate, sé feliz. Ábrete a la alegría, como una puerta se abre al sol: Dios está aquí, te abraza, te promete felicidad.

Las palabras que siguen revelan el motivo de la alegría: estás llena de gracia. María no está llena de gracia porque haya respondido «sí» a Dios, sino porque Dios primero le dijo «sí» a ella, sin condiciones. Y dice «sí» a cada uno de nosotros, antes de cualquier respuesta nuestra. Que yo sea amado depende de Dios, no depende de mí. Ese nombre suyo, «Amada-para-siempre», es también nuestro nombre: buenos y menos buenos, todos amados para siempre.

El Señor está contigo. Cuando en la Biblia Dios le dice a alguien «yo estoy contigo», le está entregando un futuro hermoso pero arduo. Lo convoca a convertirse en socio de la historia más grande.

Darás a luz un niño, que será hijo de la tierra e hijo del cielo, hijo tuyo e hijo del Altísimo, y se sentará en el trono de David para siempre. La primera palabra de María no es el «sí» que habríamos esperado, sino la suspensión de una pregunta: ¿cómo sucederá esto?  Aquí se presenta una mujer madura e inteligente, quiere comprender por qué caminos se colmará se realizará. Hacer preguntas a Dios no es falta de fe, sino querer crecer en conciencia.

La respuesta del ángel se parece al libro del Éxodo, cuando una nube oscura y luminosa a la vez cubría la tienda del encuentro y la llenaba de la presencia de Dios.

Y le da la prueba más evidente su prima Isabel ya está en el sexto mes de su embarazo.

María es atrapada por ese torbellino de vida, se ve envuelta en él y responde con entusiasmo he aquí la sierva del Señor. En la Biblia, la sierva no es «la criada, la mujer de servicio». La sierva del rey es la reina, la segunda después del rey: tu proyecto será el mío, tu historia mi historia, Tú eres el Dios de la alianza, y yo tu aliada. Soy la sierva, y dice: soy la aliada del Señor.

Al igual que María, también nuestro «¡aquí estoy!» puede cambiar la historia.

Es esta solemnidad de la Inmaculada Concepción se nos invita a contemplar el misterio de que el acontecer de Dios se acoge no sólo tal y como viene, sino sobre todo como don.

 

 

 

sábado, 6 de diciembre de 2025


 


 


 


 





ENCENDIDO DE LA SEGUNDA VELA DE ADVIENTO

DOMINGO 7 DE DICIEMBRE

2º DOMINGO DE ADVIENTO

Los jóvenes de la parroquia en la celebración de la misa de las 20 horas, realizarán un pequeño gesto a la Inmaculada Concepción de María.

 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

EN EL DESIERTO DEL MUNDO

Donde la locura vuela más deprisa que la sensatez, allá donde la pobreza ya no llama la atención y se convierte en estandarte de un mundo infeliz, quiero, Señor, preparar tu camino.

En la soledad del que busca y no encuentra compañía, en la desesperanza de familias que han perdido el horizonte de la alegría.

En los egoísmos y soberbias que me impiden verte cara a cara...

Quiero, Señor, preparar tu camino.

Luchando, por rebajar todas esas colinas de autosuficiencia.

Avanzando, para llenar lo que la sociedad caprichosa e insolidaria, mezquina y sin sentido pretende dejar vacío y sin contenido.

Quiero, de verdad Señor, preparar tu camino.

Despejar nuestras mentes embarulladas por lo efímero y colmarlas con tu presencia, con tu Nacimiento.

Denunciar falsedades o verdades a medias y, con la trompeta de tu nuevo día, pregonar a este mundo que todavía es posible la esperanza.

Que Tú, Señor, estás por llegar pero que, los caminos por donde avanzamos, no son los auténticos para poderte alcanzar.

Amén

2025 CICLO A TIEMPO DE ADVIENTO II

 

Aparece el profeta Juan el Bautista, en el calor abrasador del desierto de Judá, predicando: convertíos, porque el reino está cerca.

También el profeta Isaías tiene los ojos fijos en el sueño llamado reino de los cielos, que es un mundo tejido de relaciones buenas y felices. Perciben su aliento: es posible, ya ha comenzado.

La palabra clave de Juan es convertíos, es decir, atreveos a vivir, poned vuestra vida en marcha, y no para cumplir una orden, sino para apreciar lo hermoso que es sentirse amado y querido por Dios.

Dios está cerca, está aquí, primera buena noticia: el gran Peregrino ha caminado, ha recorrido distancias y ahora está muy cerca de ti.

Lo que convierte el frío en calor no es una orden desde arriba, sino la cercanía del fuego, una lámpara que se enciende, un rayo, una estrella, una mirada. ¡Convertíos! Volveos hacia la luz, que es bella y cambia la forma de ver a los hombres y las cosas.

Si miramos con atención al mundo está más cerca del reino de Dios hoy que ayer: ha crecido la libertad de ser uno mismo, la autenticidad en las relaciones, ha crecido la solidaridad hacia los débiles, hacia los discapacitados ha habido una auténtica revolución, han crecido la educación, la ciencia y el respeto por la creación y la vida.

También ha crecido otra cosa: entre el buen grano, raíces de guerras y engaños, soledad y desintegración de los lazos, idolatría del dinero, de la fuerza y de las apariencias, intolerancia hacia quienes piden ayuda. Cizaña y buen grano.

Pero yo creo en la buena nueva de Isaías, de Juan, de Jesús. Porque el cristiano no es optimista, tiene esperanza. El optimista, entre dos hipótesis, elige la positiva. Nosotros elegimos el Reino, lo hacemos por un acto de esperanza: porque Dios se ha comprometido con nosotros en nuestra historia, con una trama tan escandalosa que llega hasta la muerte en la cruz.

Inclinémonos con atención y lo veremos, en lo más íntimo de cada uno, en la humildad de los días y de los signos: él viene. Y él viene porque, antes que un deseo mío, la salvación es un deseo de Dios.

Con las poderosas imágenes del hacha y el fuego, el Evangelio cuenta que Dios alcanza y toca esa misteriosa raíz de la vida que nos mantiene erguidos como árboles fuertes, que nos permite vislumbrar brotes incluso entre los escombros.

Dios viene dentro de la pasión del amor, dentro de la fidelidad al deber, dentro del valor de esperar, la generosidad de permanecer al lado, en la alegría de la libertad alcanzada, cuando acepto la desproporción entre lo que se me promete y lo que tengo entre las manos, y sin embargo hago avanzar un paso, un milímetro, una nada, la bondad del mundo.

 

miércoles, 3 de diciembre de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARISTICA:

El reloj del tiempo

Queridos Jesús sacramentado queremos para un poco y sentarnos junto a ti, porque tantas veces vivimos diciendo que “no tenemos tiempo”, que los días no alcanzan, que la vida se escapa entre tareas y responsabilidades. Pero en realidad, el tiempo sigue siendo el mismo para todos: un don que Dios derrama segundo a segundo.

Lo que cambia, lo que realmente podemos orientar, es a qué le prestamos atención, dónde colocamos nuestra mirada interior. Jesús no vivió apresurado. No corrió detrás de la gente, no vivió de urgencias, sino de respuestas: atención plena al Padre y al hermano. Tu sabías detenerte ante quien te necesitaba, aunque estuvieras de camino a otra parte. Tu ritmo obedecía a la voluntad del Padre, no al tirón de las circunstancias. Cuando atendemos a Dios primero, el resto encuentra su lugar. La verdadera gestión del tiempo comienza cuando dejamos que Él gestione nuestra mirada. Escuchemos

El reloj del tiempo: Elías era un hombre que vivía siempre con el acelerador pisado a fondo. En su salón había un reloj de pie. Era una herencia incómoda. Un armatoste de madera oscura que nadie más en la familia había querido aceptar. Decían que ese reloj tenía un defecto de fábrica. Elías, que se consideraba un hombre pragmático y moderno, se había reído de aquellas supersticiones de viejas. Aceptó el reloj no por cariño, sino porque quedaba bien en su salón. Elías vivía corriendo.

- Mañana será distinto, se prometía cada noche. Pero mañana nunca era distinto. Mañana era, simplemente, más rápido. Hasta que llegó aquel martes. Eran las 23:58. Elías tecleaba furioso en su portátil, intentando terminar un informe que debía haberse entregado a las seis de la tarde. Estaba sudando. El silencio de la casa solo lo rompía el rítmico y pesado sonido del péndulo de aquel reloj heredado: De repente, el sonido cambió en un carraspeo, un sonido metálico, Elías dejó de escribir.

Las agujas, que estaban a punto de marcar la medianoche, empezaron a girar hacia atrás a una velocidad vertiginosa. Y entonces, el reloj se detuvo en seco. Y con él, se detuvo todo lo demás. El zumbido de la nevera cesó. El cursor del portátil, se quedó congelado. Incluso una mosca que volaba cerca de la lámpara se quedó suspendida en el aire.

Elías se levantó de la silla, temblando. El mundo se había puesto en pausa. Solo él y el viejo reloj de madera seguían existiendo. La portezuela del péndulo se abrió lentamente. Dentro no había maquinaria. Había un pequeño espejo. Y pegada al espejo, una nota amarillenta escrita con la caligrafía inconfundible de su abuelo. Elías la cogió. La nota revelaba por fin el «defecto de fábrica» del que todos hablaban. El secreto que nadie había entendido. La nota decía:

- No leas esto buscando cómo conseguir más tiempo. El reloj ha parado el mundo porque has agotado tu cuota de atención, no tu cuota de horas. Mírate al espejo. Lo que ves no es falta de tiempo, es falta de presencia.

El reloj no paraba el tiempo para que hicieras más cosas. El reloj paraba el tiempo para obligarte a ver en qué lo estabas malgastando. Elías comprendió la gran mentira de nuestra sociedad: la cuestión no es ser productivo, sino que te hacía estar ausente de tu propia vida.

El abuelo no le había dejado un reloj averiado; le había dejado una máquina de auditoría brutal. Elías respiró hondo. Por primera vez en años, el aire entró hasta el fondo de sus pulmones. Cerró la puertecita del reloj. En el instante en que el cerrojo hizo clic, la mosca volvió a volar, la nevera volvió a zumbar y el cursor volvió a parpadear. El mundo se reanudó. Elías con una calma que le pareció extraña, cerró el portátil a medio escribir. El informe podía esperar a mañana. Su salud mental, no.

Apagó la luz del salón y, antes de irse a la cama, acarició la madera del viejo reloj. Ya no le parecía un trasto viejo. Ahora sabía que aquel «defecto» era, en realidad, el único regalo que valía la pena conservar.

Cuando atendemos a Dios primero, el resto encuentra su lugar. Jesús ayúdanos a entender la atención como acto de amor. Prestar atención es amar. Cuando escuchamos de verdad, amas. Cuando miras a otro sin prisa, amas. Cuando atiendes la presencia silenciosa de Dios, amas.

Y al amar, el tiempo parece dilatarse: ya no es un enemigo que se acorta, sino un espacio habitado por sentido. Nos pasamos la vida buscando trucos para «gestionar el tiempo», como si pudiéramos estirar las 24 horas. El verdadero secreto es que el tiempo no se gestiona; se gestiona la atención y la mirada amorosa a la realidad que nos envuelve. Amén

sábado, 29 de noviembre de 2025


 


 












BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO Y ENCENDIDO DE LA PRIMERA VELA


 

ACCIÓN DE GRACIAS

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Preparado para que, cuando Tú llames, yo te abra.

Despierto para que, cuando Tú te acerques, te deje entrar.

Alegre para que, cuando Tú te presentes, veas mi alegría.

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Que, el tiempo en el que vivo, no me impida ver el futuro.

Que, mis sueños humanos, no eclipsen los divinos.

Que, las cosas efímeras, no se antepongan sobre las definitiva.

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Y que, cuando nazcas, yo pueda velarte.

Para que, cuando vengas, salga a recibirte.

Y que, cuando llores, yo te pueda arrullar.

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Para que, la violencia, de lugar a la paz.

Para que los enemigos se den la mano.

Para que la oscuridad sea vencida por la luz.

Para que el cielo se abra sobre la tierra.

QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR

Porque el mundo necesita ánimo y levantar su cabeza.

Porque el mundo, sin Ti, está cada vez más frío.

Porque el mundo, sin Ti, es un caos sin esperanza.

Porque el mundo, sin Ti, vive y camina desorientado.

Prepara mi vida personal: que sea la tierra donde crezcas.

Trabaja mi corazón: que sea la cuna donde nazcas.

Ilumina mis caminos: para que pueda ir por ellos y encontrarte.

Dame fuerza: para que pueda ofrecer al mundo lo que tú me das.

Entre otras cosas porque, tu Nacimiento, será la mejor noticia de la Noche Santa que se hará madrugada de amor inmenso en Belén.

 ¡VEN, SEÑOR!

2025 CICLO A

TIEMPO DE ADVIENTO I

El tiempo de Adviento es un canto a la esperanza, no al pesimismo. En la Carta a los Romanos se nos dice que la salvación está cerca. El libro de Isaías nos habla de un nuevo orden mundial en el que «de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas». A veces nos cansamos de esperar, nos derriba la impaciencia. Jesús nos pide en este domingo que estemos preparados, en vela. No se trata de destrucción, sino inauguración de los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos en el que reinará «la paz», el don de todos los dones.

Esperanza es tener certeza de que Dios tiene cuidado del mundo y lo ama. Se manifiesta en la paz que produce y en la confianza de que el mundo entero y nuestra vida están en buenas manos, pues Dios tiene un designio de bondad para cada hombre.

No es fácil, a veces, tener esperanza: Se apagan las luces ante imágenes terribles como la guerra en Ucrania, en Palestina, y otros países más. Y nos acostumbramos, lo peor es acostumbrarse. Tantas veces nos sentimos impotente y nos desalentamos y nos sentimos incapaces e inseguros.

Ante la velocidad y el vértigo de nuestras vidas, sólo pensamos en el presente: el fin de semana, el partido del domingo. Reina el pesimismo, la cobardía, la autosuficiencia, el escepticismo, el vivir mirando sólo el presente, el quejarse de todo, el fatalismo, el quererlo todo ya y no tener paciencia.

Pero es en este mundo donde tiene que brillar la esperanza cristiana. Dice un proverbio: «Si uno sueña solo, es sólo un sueño; si sueñas con otros es el amanecer de una nueva humanidad. Seamos hombres y mujeres, esperanzados y esperanzadores. Jesucristo es el fundamento de nuestra esperanza. Es la hora de recuperarla.

Tiempo de Adviento, tiempo para vivir con atención, porque este mundo es una realidad germinal y lleva otro mundo en su seno. El Adviento anuncia que Dios preside cada situación, que interviene en la historia no con las hazañas de los poderosos, sino con el milagro humilde y sensacional de la vida.

El Adviento no es esperar el nacimiento de Jesús, él ya ha nacido, sino esperar que Dios nazca en mí, para que yo pueda nacer en Dios. Deseo y espera del Dios que viene en silencio; ladrón que no roba nada y lo da todo, siempre extranjero en un mundo y un corazón distraídos.

En tiempos de Noé, los hombres comían y bebían, y no se dieron cuenta de nada, no se dieron cuenta de que aquel mundo había llegado a su fin. No hacían nada malo. Los días de Noé son los nuestros, cuando nos olvidamos de levantar la mirada, más allá y más arriba.

Preparémonos porque viene. Es un hecho: viene. Preparémonos no para protegeros de un ladrón, sino para no perder la cita con un Dios de corazón profundo. El Adviento es el momento de volver a vivir con atención: atentos al Señor y a sus llamadas en lo más íntimo, en el gemido y en el júbilo de la historia y de la creación. Atentos a sus huellas en el polvo, al susurro en el viento, a quien llama a la puerta: yo soy el destino de su viaje.

 

miércoles, 26 de noviembre de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA

EL BESO DE DIOS

Jesús amigo, aquí estanos delante de ti para sosegar nuestra alma y nuestro corazón. A veces la vida nos sacude y nos incomoda y no sabemos encajar bien los golpes y por eso nos rebelamos y nos desesperamos. Necesitamos de tu presencia, de tu mirada cariñosa y compasiva para sentirnos amados y queridos por ti y por nuestro Padre Dios.

Con este amor en nuestro corazón seguramente viviríamos nuestra existencia con sabiduría y entrega constante, sin quejarnos nunca de los planes de Dios sobre nosotros, que tantas veces nos sabemos interpretar. Ayúdanos tú y nunca nos dejes de tu mano. Sabemos que no lo haces, pero haznos sentirlo con fuerza. Escuchemos esta bonita historia.

El beso de Dios: Cuentan que un niño judío llamado Mortakai se resistía a ir a la escuela. Cuando cumplió seis años, su madre lo llevó al colegio, pero él lloraba y protestaba por el camino e, inmediatamente después que su madre se marchó, el niño terco regresó corriendo a su casa. Ella lo volvió a llevar a la escuela. Esta escena se repitió varios días. El niño se resistía a quedarse en la escuela. Sus padres trataron de convencerle con razones, arguyendo que él, como todos los niños, tenía que ir a la escuela.

En vano. Sus padres intentaron entonces el viejo truco de aplicarle una adecuada combinación de sobornos y amenazas. Tampoco esto fue efectivo.

Finalmente, desesperados, sus padres fueron a visitar a su rabino y le explicaron la situación. Por su parte, el rabino dijo simplemente:

- Si el niño no atiende a las palabras, traédmelo.

Los padres llevaron al niño a la oficina del rabino. El rabino no dijo ni palabra. Sencillamente aupó al niño sobre su regazo, y lo abrazó y apretó un rato largo contra su corazón. Después, todavía sin decir palabra, lo bajó de su regazo.

Lo que las palabras no habían podido lograr, un abrazo silencioso lo consiguió. Mortakai no sólo comenzó a ir a la escuela de buena gana, sino que más adelante llegó a ser gran profesor y rabino.

Lo que esta parábola expresa maravillosamente es cómo funciona la Eucaristía. En ella, Dios nos abraza físicamente. Efectivamente, eso es lo que son los sacramentos, abrazos físicos de Dios. Las palabras, como sabemos, tienen un poder relativo. En ocasiones críticas, con frecuencia nos fallan las palabras. Cuando pasa esto, tenemos todavía otro lenguaje, el lenguaje de los ritos. El ritual más antiguo y más primordial de todos es el ritual del abrazo físico. Puede expresar y lograr lo que no pueden las palabras.

Jesús actuó en esa línea. En la mayor parte de su ministerio, usó palabras. Por medio de palabras intentó traernos el consuelo, el reto y la fuerza de Dios. Sus palabras, como toda palabra, tenían un cierto poder. Efectivamente, sus palabras movían corazones, curaban a la gente y realizaban conversiones. Pero, al mismo tiempo, por más poderosas que fueran, las palabras se volvieron también insuficientes. Se necesitaba algo más. Así pues, en la noche previa a su muerte, habiendo agotado lo que podía expresar y hacer con palabras, Jesús fue más lejos, y las superó. Nos dio la Eucaristía, su abrazo físico, su beso, un ritual por el que nos abraza y nos guarda en su corazón. La Eucaristía es el beso de Dios.

Chesterton escribió una vez: “Llega un momento, normalmente al atardecer, cuando el niño se cansa de jugar a policías y ladrones. Es entonces cuando comienza a molestar y a meterse con el gato”. Las madres con niños pequeños conocen demasiado bien esa hora del atardecer y su dinámica particular. Llega un momento, normalmente justo antes de la cena, cuando la energía del niño es baja, cuando se siente cansado y gimotea y cuando la madre ha agotado su paciencia y su repertorio de avisos: “¡Deja eso quieto! ¡No hagas eso!” El niño, tenso y abatido, se abraza a la pierna de su madre. En ese momento la madre sabe lo que hacer. Coge y coloca al niño en su regazo. Contacto físico, no palabra, es lo que se necesita. En los brazos de su madre, el niño se va calmando y la tensión desaparece de su cuerpo por completo.

Esa es una buena imagen o símbolo aplicable a la Eucaristía. Nosotros somos ese niño tenso, nervioso perdido, siempre atormentando al gato. Llega un momento, también con Dios, cuando las palabras no son suficientes. Dios nos tiene que aupar, tomar en sus brazos, como hace la madre con su hijo. Lo que se necesita es un abrazo físico. La piel necesita que la toquen. Dios sabe eso. Por eso Jesús nos dio la Eucaristía. Amén.