sábado, 1 de noviembre de 2025
ACCIÓN DE GRACIAS
Nunca será tarde hermanos, para después
de la vida, salpicada de obstáculos y de sobresaltos aguardar el momento
definitivo donde, lo que no entendíamos, lo veremos donde lo que no
alcanzábamos…lo contemplaremos con nuestros propios ojos.
Para los que fuiste padres, recibir el
abrazo del que es Padre y premiará los desvelos por vuestros hijos a los que,
enseñasteis y dejasteis lo mejor de vosotros mismos.
Para los que, siendo jóvenes o niños, la
muerte os cortó sin previo aviso.
Teniendo la vida por delante, os apartó
para siempre de nuestros ojos.
No será tarde porque, en el cielo, seréis
eternamente jóvenes como joven fue y murió el mismo Jesucristo.
No será tarde porque, en el cielo, siendo
niños disfrutaréis de una Madre que acoge, con amor de Madre.
No será tarde amigos y consagrados,
sacerdotes y religiosos, enfermos y trabajadores, anónimos y olvidados…
Porque, Dios, lejos de olvidar…siempre
recuerda con nombre y apellidos, las huellas que, al pasar por esta tierra, todos
vamos dejando en los mil caminos recorridos.
Nunca será tarde, cuando llegue el
momento de abrazarnos con abrazo eterno, de sonreír en una inmensa alegría
eterna, de vivir en una VIDA que ya no cesará de disfrutar en una ETERNA FIESTA
en el cielo.
Amén.
2025
CICLO C
CONMEMORACIÓN
DE TODOS LOS DIFUNTOS
Hay una frase en la Escritura que es
luminosa: Nuestro Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos están
vivos para Él. Este día se recuerda con cariño a los seres queridos
difuntos y a toda la gente buena que ha existido, existe y existirá. Su estela
de bondad nos anima a seguir confiando en la humanidad.
¡La vida no termina! ¡A la vuelta de la
esquina, nos aguarda la eternidad! ¡No nos espera algo, sino ALGUIEN! ¿Qué
sería de un mundo sin esperanza? Después
de festejar el triunfo de los grandes ante Dios, hoy fijamos nuestra mirada en
aquellos que nos han precedido en el camino de la vida.
- Lo hacemos desde el corazón.
Donde, la muerte, es incapaz de arrebatarnos a aquellos que hemos querido, con
los que hemos compartido tantos momentos buenos y también otros tantos malos.
En el corazón cuidamos un agradecimiento emocionado porque, entre otras cosas,
dejaron profunda huella en palabras y en obras.
- Fijamos también nuestra mirada en
nuestros difuntos con la esperanza de volvernos a ver. ¿Quién ha
dicho que no ha vuelto nadie a relatarnos qué hay en la otra orilla? ¡No es
cierto! Un tal Jesús de Nazaret, descendió al sepulcro, estuvo tres días en él
y, al tercer día, cuando resucitó nos dijo que existía un Padre que nos
esperaba. Que había vida suficiente, más que de sobra, para todos los que
creyeran y esperaran en El.
- Si Jesús es la VIDA, tendremos vida en
abundancia; si Jesús es la VERDAD ¿por qué no nos hemos de fiar de sus promesas
de que un día resucitaremos? Si Jesús es el CAMINO, ya sabemos por dónde hemos
de avanzar para no quedarnos sumidos en la desesperanza o en el desasosiego, en
la tristeza o en la amargura: ¡Dios cumple lo que promete! Conmemorar a
nuestros difuntos en este día es querer y pedir lo mejor para ellos, que
también lo será para nosotros, la VIDA ETERNA.
- Hoy la gran familia de la Iglesia se
reúne para implorar y recordar que la misericordia de Dios es ilimitada. Que,
en sus brazos abiertos, esperamos se encuentren todos aquellos que cerraron los
ojos a este mundo deseando verle; a todos aquellos que, en sus últimos
instantes, no hicieron otra cosa sino proclamar: creo en Dios, creo en Cristo,
creo en el Espíritu Santo, en la Resurrección de la carne…en la Vida Eterna. La
muerte es un obstáculo, pero nunca un final.
A veces un detalle del texto puede
iluminar todo un pasaje: dos palabras de la misma raíz: casa (oikós) y
hogar (oikía). Casa es el edificio; hogar es la relación de amor que
establece entre lo que viven en una casa. En el evangelio se dice: En el
hogar de mi padre hay muchas moradas. En el hogar de Dios se construyen relaciones
cálidas, confiadas, hogareñas. No temer al Dios que nos respeta y nos ama:
Dios no nos avasalla, ni nos fiscaliza, ni se entromete. Respeta, espera a que
le abramos la puerta, es paciente con nosotros. No está en todas partes;
está donde le dejamos estar. Si creemos en un Dios hogareño hagamos de
nuestra sociedad un verdadero hogar.


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