sábado, 1 de octubre de 2022

2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XXVII

 

Las propuestas de Jesús nos hacen tomar conciencia de las exigencias y dificultades que hay que enfrentar en la vida. Por eso le piden al Maestro: “auméntanos la fe”. Jesús, por medio de imágenes significativas, nos permite captar la complejidad de la realidad, invita a mirar la semilla de mostaza. Esta imagen nos ayuda a percibir la potencialidad y el valor que encierra lo pequeño. La fe no es algo mágico como un hechizo de Harry Potter, sino que es la confianza radical en Aquel que nos ha convocado y nos envía. Por eso la segunda parte del evangelio de hoy, Jesús propone desplegar nuestros dones y cualidades al servicio del Reino.

Aumenta la fe significa añade, fortalece la fe, es tan pequeña, tan frágil. No hay oración más clara, pero Jesús no la cumple. La fe no es un paquete regalo que viene de fuera, sino mi respuesta a los regalos de Dios, mi respuesta a su amoroso cortejo.

Un grano de fe posee el poder de arrancar moreras y la ligereza de la semilla que se despliega en el silencio; una nada que lo es todo, ligera y fuerte. Sólo hace falta un poco de fe, muy poca, menos que un grano de mostaza, una pequeña hormiga.

A lo largo de la vida hemos visto tantas moreras volando sobre el mar. Cuántas veces hemos visto a discípulos del Nazareno, viviendo en fronteras ardientes y salvando miles de vidas; a hombres y mujeres confiando los unos en los otros y afrontando problemas no resueltos con un valor de león; a madres y padres resucitando tras la muerte de un hijo; a discapacitados con ojos brillantes como estrellas.

Y al final cuando hayamos hecho todo digamos "somos siervos inútiles". Inútil, significa incapaz, improductivo. Pero no es así en el lenguaje de Jesús: no son incapaces ni inútiles, nunca se declara improductivo el servicio. Significa: siervos que no buscan su propio beneficio, que no tienen pretensiones, que no necesitan nada más que ser ellos mismos. No busco mi propio interés, lo verdadero no es la recompensa sino el servicio. El servicio es más verdadero que sus resultados, más importante que su reconocimiento. Es el lenguaje del don; en un mundo que pisa la lógica de la guerra, batir el camino de la paz.

Las personas que nos han marcado en la vida, son aquellas que han aceptado esta invitación y han salido de sí mismas, muchas veces de situaciones dolorosas y complicadas, para canalizar a través de la entrega generosa el amor que Dios ha puesto en sus corazones.

La fe vivida y compartida transforma la realidad y nos hace abrir caminos de vida y esperanza. Jesús vivió esa confianza con el Padre dando su vida, compartiendo, alentando y ayudando a que nuestra mirada siempre tenga un horizonte más amplio. Por eso como los discípulos también nosotros le pedimos: «Señor, Auméntanos la fe.» 

 

 

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