domingo, 30 de octubre de 2022

2022 AÑO C 

TIEMPO ORDINARIO XXXI

 Nos llama mucho la atención el episodio del evangelio. Zaqueo, a pesar de su condición de publicano y pecador, siente algo dentro de sí que le atrae hacia Jesús de Nazaret y hace cuanto le es posible por acercarse a él. Jesús lo descubre en el sicomoro donde se ha instalado para mejor observar la escena. Alzando la vista le dice: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa. La iniciativa es de Jesús y se produce porque hay disponibilidad en la persona de Zaqueo. El encuentro con Dios es a la vez gracia y culminación de una búsqueda más o menos consciente por parte del hombre. Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría.

El episodio el evangelista lo coloca en Jericó, quizá la ciudad más antigua del mundo. Jesús va a las raíces del mundo, a la raíz humana. Jericó: símbolo de todas las ciudades que vendrán después.

Zaqueo era ladrón como él mismo reconoce al final, impuro y publicano, que cobraba impuestos para los romanos: dinero, sobornos, favores, un hombre deshonesto por definición: se diría un caso perdido. Pero no hay casos sin esperanza para el Señor. Zaqueo sería el insalvable, y Jesús no sólo lo salva, sino que lo convierte en modelo de discípulo.

La misericordia es la ternura que llama a cada uno por su nombre. "Debo", dice Jesús. Dios debe venir: a buscarme, a estar conmigo. Es su necesidad íntima. Él me desea más que yo a él. Vendrá por una necesidad en su corazón, porque un fuego y una ansiedad lo impulsan. A Dios le falta algo, a Zaqueo le falta, a la última oveja le falta, a mí me falta. "Debo detenerme", no una mera pasada, no una visita de cortesía, y luego de nuevo a los caminos; sino "detenerme", tomando todo el tiempo que sea necesario, porque esa casa no es una parada en el viaje, sino una casa que necesita salvación. La casa es nuestro hogar: el lugar donde somos más verdaderos y estamos más vivos, donde ocurren las cosas más importantes, el nacimiento, la muerte, el amor.

Acoger a Jesús es lo que purifica a Zaqueo: La conversación con el maestro, el estar con Él es lo que va transformando el corazón de Zaqueo. Su vida no cambia para acoger al maestro sino cuando lo acoge y está con él es cuando se va realizando el cambio interior de la persona. Dios no nos ama porque ya somos buenos, sino para que, con su amor, al sentirnos amados en lo que somos, inicia un proceso de purificación y cambio.

Jesús entra, y al entrar en esa casa la transforma, la bendice, la purifica. El tiempo de la misericordia es la anticipación. La misericordia es la capacidad de Dios de anticiparse a ti. Encontrarse con uno como Jesús hace creer en el hombre; un hombre tan libre crea libertad; su amor incondicional crea amantes incondicionales; encontrarse con un Dios que no predica, sino que se convierte en amigo, hace renacer.

Zaqueo en la intimidad, descubrió en la persona de Jesús la gratuidad del amor de Dios hacia él. Un amor y una misericordia mucho más grandes de lo que él se habría atrevido a imaginar.

 

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