domingo, 25 de diciembre de 2022


 

2022 AÑO A TIEMPO DE NAVIDAD. 

MISA DE MEDIANOCHE

Ha nacido el Salvador. Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón. Pero, a diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con la humildad de un niño, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y de solidaridad. Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san León Magno: «Hoy no puede haber tristeza en el momento en que nace la vida». La Nochebuena nos proporciona una experiencia profunda: la esperanza que ilumina el corazón de los seres humanos y nos mantiene de pie frente a la oscuridad. Hoy se cumple el anhelo de los humanos porque nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor.

Lo realmente fascinante de esta noche es la narración de Lucas que nos dice que esa esperanza irrumpe en la historia, en un tiempo concreto de Augusto y Cirino, en los lugares físicos concretos y reales de la Palestina del siglo I, en medio de una familia concreta y particular, con sus nombres y su pasado y su presente, ante unos testigos y con unas pruebas concretas, esa promesa de Dios de darle cumplimiento a la esperanza del hombre de salvación, plenitud y sentido, se hace real.

Y de un modo inesperado, este niño es el mismo Dios viene a cumplir su promesa. Se conecta así el cielo y la tierra, Dios y el hombre, la gloria y el tiempo. Por eso los ángeles y los cielos y la gloria que llena esta noche. Ese niño que crecerá y vivirá, y enseñará, y se entregará hasta la muerte por amor para salvarnos, es la misma esperanza hecha carne.

Pero no nos salvará Dios sin nosotros mismos, al ser humano se le exige también algo. El misterio de la Navidad nos exige dos cosas: una vida distinta frente al mundo superficial y egoísta, es decir, vivir en la luz frente a la oscuridad; pero también nos exige paciencia para los tiempos de Dios frente al tiempo del hombre. Ese niño que hoy nos nace viene para recordarnos que la esperanza es posible. Viene para volver a traernos la esperanza que tanto necesitamos.  

Hoy es un día para sentarnos junto al Belén, contemplar y callar, para dejarnos envolver por el misterio más atrevido que jamás hayamos visto.

Pero no podemos olvidar que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad. Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.

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