sábado, 21 de enero de 2023

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO III

Celebramos hoy un domingo marcado por tres acentos: Domingo de la Palabra, Semana de oración por la unidad de los cristianos, llamada de Jesús a la conversión y al seguimiento. En la segunda lectura de hoy san Pablo pide a los corintios: «Hermanos: Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir». Su ruego mantiene hoy toda su vigencia.

Hoy escuchamos de boca de Jesús: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Nadie se convierte por imposición sino por invitación. Estas son las palabras de la primavera, el mensaje generador del Evangelio: Dios ha venido, está actuando, aquí entre las colinas y el lago, en las calles de Palestina. Y hace florecer la vida en todas sus formas. Le miras y te sorprende creer que la felicidad es posible, está cerca.

Jesús no dará una definición del Reino, dirá en cambio que este mundo lleva otro mundo en su seno; esta vida tiene a Dios dentro, una luz dentro, una fuerza que penetra en la trama secreta de la historia, que circula en las cosas, que las empuja hacia arriba, como la semilla, como la levadura. Así que: ¡conviértete! Es decir: celebrar la belleza que nos conmueve, que nos mueve desde dentro. Vuélvete hacia la luz, porque la luz ya está aquí.

A Jesús le seguían multitudes porque se ocupaba de todos, sanaba sus enfermedades y les hablaba de Dios en un lenguaje que todos entendían. En ningún momento envolvió su mensaje con conceptos metafísicos solo al alcance de iniciados, porque sabía que ese lenguaje es totalmente inútil para hablar de Dios, y porque quería que llegase a todos; principalmente a los más humildes.

Y llamó a unos pescadores para que le siguieran. Tenían trabajo, de hecho un pequeño negocio de pesca, un hogar, familia, sinagoga, salud, fe, todo lo que necesitaban para vivir, y sin embargo les faltaba algo. Y no era un código moral mejor, doctrinas más profundas o pensamientos más agudos. Les faltaba un sueño. Jesús vino para el mantenimiento de los sueños de la humanidad, para sintonizarlos con la vida. Los pescadores conocían de memoria el arte de la pesca, ahora se les proponer conocer e zambullirse en el arte de la vida y de la salvación de los hombres. Serán pescadores de hombres. Jesús pone el mundo patas arriba: "¿sabes qué? ya no hay que pescar, hay que tocar el corazón de la gente". Hay que añadir vida.

Muchas veces nuestra pequeñez de miras nos empuja a corregir el estilo a Jesús; a sustituir su mensaje sencillo, poderoso e interpelante, por teorías tan cultas como estériles. Y somos tan torpes que no comprendemos que esta osadía nos aboca a no entender nada.

La vocación no es un mandato, sino una oferta: y nos muestra un camino donde el cielo es más azul, el sol más hermoso, el camino más ligero y libre, y caminar juntos. Jesús camina, pero no solo. Le encantan las calles y el grupo, y enseguida llama a la gente para que le acompañe.

 

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