2025 CICLO C
TIEMPO ORDINARIO XXI
En el texto evangélico de este domingo,
vemos cómo Jesús se encamina hacia Jerusalén. Tiene clara la meta de su viaje.
Allí consumará su entrega y su servicio de amor. Así nos salva porque ese amor
libera, salva y redime.
Jesús va pasando por varias ciudades
donde predica la buena nueva. Uno le interpela con una pregunta: ¿son pocos
los que se salvan? Jesús responde no con números sino indicando cuál es el
camino que lleva a la salvación, al que se accede por una puerta estrecha.
La puerta estrecha es Él. Es el proyecto de Dios en Cristo para la humanidad,
un proyecto de amor, servicio y entrega. Eso es lo que significa la estrechez.
La puerta-Cristo es estrecha
porque él se dona, se da, se desvive con misericordia; no se mira a sí mismo,
sino que constantemente se abre y se entrega. Este camino de descentramiento de
uno mismo y de afianzamiento en el amor y la misericordia conduce a la Vida.
Este camino de amor es el Reino de Dios, el proyecto de Dios.
El Cristo que sube a Jerusalén es el
icono más claro de kénosis, vaciamiento, desprendimiento, entrega, servicio
supremo, estrechez máxima para sí mismo en favor de los demás. Este
proyecto se ofrece a todos sin prerrogativa ninguna de raza y mérito por eso
alguno demasiado de sí mismos puede llevarse una sorpresa: hay últimos que
serán primeros y primeros que serán últimos.
En resumen, la salvación no está, pues,
en cuántos sino en la decisión valiente de cruzar la Puerta. ¿Pero
qué significa la salvación?
- La salvación consiste en vivir como
hijos de Dios, hermanos de todos los hombres y señores de las cosas. Es la
felicidad completa.
- Comenzamos a disfrutar de la salvación
en esta tierra y la podremos gozar en plenitud cuando termine nuestro
peregrinar y lleguemos a nuestra verdadera patria.
- Es un don de Dios que ofrece a todos.
Dios quiere que todos nos salvemos. Dios nos salva de todo lo que nos hace
infelices y además nos ofrece la posibilidad de vivir como hijos suyos.
- Es un don que debemos acoger en la
vida, entrando por la puerta estrecha de la solidaridad, de la austeridad, del
compartir, de dar la vida.
- No importa saber si se salvaran muchos
o pocos. Importa salvarse y ayudar a que otros se salven, a que sean felices en
esta tierra y por toda la eternidad
¿Cuántas veces hemos oído aquello de lo
importante es no hacer mal a nadie? Es esencial trabajar en pro de la
justicia, del bienestar, y del progreso de los pueblos. Pero, para eso, no hace
falta ser cristiano, con ser un buen ciudadano bastaría. La novedad de un
cristiano estriba en que una vez descubierto a Jesús como el mejor tesoro, es
urgido y empujado a sembrar el bien arrastrado e interpelado por la presencia
de Dios en su vida.

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