miércoles, 15 de abril de 2020


COMO HOY TENDRÍAMOS NUESTRA ADORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO OS OFRECEMOS ESTA PRECIOSA REFLEXIÓN PARA QUE OS ACOMPAÑE.ÁNIMOS Y FUERZA PARA TODOS.

ADORACIÓN

¿DÓNDE QUIERES PONER LA MESA ESTE AÑO?
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Mt 26, 17-19
Meditando este versículo de los textos de esta semana santa precisamente en situación de confinación a la que nos vemos sometidos, encontré este texto de esta teóloga que me parece enriquecedor tener la oportunidad de meditarlo juntos.

“Al atardecer, se puso a la mesa” (Mt 26,20) una gran piedra como ara de ofrenda y, alzando los brazos dijo: Esta es la Mesa del Mundo, a la que está invitada toda la Humanidad. Sin distinción de culturas, razas, religiones, sexos o categorías sociales.
El status social no cuenta para sentarse en esta mesa. El rico no tendrá sitio preferente, ni el pobre quedará esperando que le digan donde sentarse.
Los niños y niñas estarán en primera fila, para que no se aburran sin ver nada. Me habéis oído decir muchas veces: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Y cuando quieran marcharse a correr, dejadles, ya han tenido bastante encierro en las casas, sin ir al colegio, sin jugar en la calle.
Las personas mayores tendrán asientos especiales, y estarán rodeadas de sus hijos e hijas, nietos y nietas, liberadas del desconsuelo que han vivido sin poder ver a los que quieren y echando de menos a los que se fueron.
Las mujeres agredidas en el encierro por sus parejas, intentando proteger a sus hijos, disfrutarán de la libertad de verse cuidadas y atendidas.
Profesoras y profesores que han trabajado on line con los alumnos. Trabajadores y trabajadoras de tiendas de alimentación y supermercados, transportistas y camioneros, trabajadores de recogida de basura, conductores de autobuses urbanos, bomberos, policías, militares, guardias civiles, voluntarios de organizaciones humanitarias, personal de limpieza de hospitales, empleados de fábricas que han trabajado haciendo mascarillas y trajes de protección sanitarios, trabajadores de los tanatorios y lugares dedicados a resguardar y tratar con dignidad a quienes han muerto a causa de la pandemia.
Científicos trabajando a destajo para encontrar una vacuna que pueda parar tanta muerte. Enfermos, sus familias, vecinos que se han ayudado, todas y cada una de las personas que en el sufrimiento han mostrado solidaridad, han dado consuelo, han tenido empatía, han practicado el cuidado, la cercanía en la distancia con una llamada, un WhatsApp, una sonrisa, han acompañado a quienes han vivido solos el tiempo de encierro. Los que han orado, unos por otros… Todos estáis llamados a compartir la Mesa del Mundo.
En la Mesa del Mundo, como en la Cena de Pascua con los Doce, también se sientan quienes no acaban de entender la dimensión que tiene la Fraternidad Universal. Toman asiento creyendo que son lo que no son y deseando lo que les impide comprender que todos somos del mismo barro; que desde el día que llegaste al mundo formas parte de la familia universal y que eres hijo de Dios, le llames como le llames.
Los Doce habían discutido en otros momentos quien era el más importante. Se suscitaban envidias por los puestos que tendrían en el Reino. ¡Qué ingenuos!
Aquella noche, la traición se hizo presente: Judas por su ambición de poder y de dinero, y Pedro por el miedo a las consecuencias de dar testimonio.
Y todos celebraban la misma Cena y estaban sentados en la misma Mesa.
Se hizo un gran silencio y, pasados unos momentos, alguien empezó a aplaudir. Eran las ocho. Todos en pie batiendo las palmas y mirando alrededor… ¡No han venido! ¿Dónde están?
El personal sanitario de todos los hospitales del mundo que había combatido con todas sus fuerzas y su profesionalidad el ataque masivo del bicho invisible, se fue acercando y rodeando la Mesa del Mundo.
Sonrientes y agradecidos por los aplausos de los presentes, las sonrisas se mezclaban con las lágrimas. Poco a poco, los aplausos fueron dejando espacio a un gran silencio.
Entonces, “Jesús se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies del personal sanitario y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido”. (Jn 13, 4-5)
Al verlo, muchos de los presentes se acercaron a Jesús y se pusieron a lavar los pies a todos los que habían luchado con su trabajo y desvelo para arrebatar al virus la vida del mayor número de personas, en jornadas maratonianas en los hospitales y sin poder estar con sus familias.
Él mirando a todos dijo: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros”. (Jn 13, 34)
Ya era de noche, se puso en pie y alzando los ojos al cielo, dio gracias al Padre.
Mari Paz López Santos


Nos estás solo, no estamos solos, porque el AMOR que es Jesús sacramentado, lleva a todos en el corazón, aunque nos quedemos en casa.



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