miércoles, 17 de marzo de 2021


2021 ADORACIÓN EUCARISTICA

La niña y las 2 manzanas

 Estamos de nuevo ante Jesús sacramentado y nuestro corazón se arrepiente de todo aquello que no hemos hecho bien y defraudamos la confianza puesta en nosotros. Por eso abrimos nuestro interior para que tu Jesús nos mires y nos sane. Nos des tu fuerza y tu energía para que podamos caminar por la vida transformados y renovados y convertidos.

Esta breve y profunda historia nos ayudará a sentirnos queridos y mirados tal como somos por el Señor.

Una niña tenía dos manzanas en su mano. Su mamá se le acercó y le preguntó si le daría una de ellas. La niña rápidamente mordió una y luego la otra. La mamá sintió como se le congeló la sonrisa, se le heló el corazón y trató de no mostrar su decepción.

Pero la niña le sonríe, le pasa una de las manzanas y le dice: Toma mamita, esta es la más dulce.

Esta pequeña reflexión nos enseña que no hay que tomar decisiones por impulso sin comprender la situación.  Y “comprender” implica mirar, escuchar, con paciencia, llegar hasta el final, ver el desenlace y analizar por qué sucede así.

Si la madre hubiese esperado el desenlace final se hubiese ahorrado el escalofrío que recorrió por todo su cuerpo.

No importa cuánta experiencia o conocimiento crees que tienes, nunca hagas juicios. Ofrécele al otro la oportunidad de dar una explicación. Lo que percibes puede no ser la realidad.

El hombre ve lo que está delante de sus ojos, pero como dice un dicho popular: No todo lo que reluce es oro; lo que puede lucir bueno y agradable a la vista puede ser dañino y maligno. Lamentablemente, cuando miramos con los ojos físicos vemos lo externo y somos dados a hacer juicio, el cual, la mayoría de las veces, es equivocado.

Vivimos en un mundo superficial donde la gente juzga por la apariencia; todos de una u otra manera, estamos influenciados por las apariencias.

Muy a menudo nos fijamos en lo que podemos ver en el exterior – belleza, talento, fama, etc., pero Dios ve directamente al corazón – los motivos, las intenciones, el carácter.

La belleza del ser no está del adorno externo, sino más bien, está en la belleza de nuestro ser interior, en la belleza inmarcesible de un espíritu afable y apacible.

El profeta Samuel se dejó llevar por la apariencia física, al encontrarse con el primer hijo de Eliab, e inmediatamente asume que de cierto delante de Dios está su ungido. Pero Dios respondió a Samuel “No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado” 1 Sam16,6.

La apariencia externa no es la mejor manera de juzgar a una persona. Que bien lo sabe le refranero popular: “no juzgues un libro por su portada” o “El hábito no hace al monje” Su significado es simple, la apariencia de una persona, no son indicación de su interior. Tenemos que tener mucho cuidado porque la apariencia externa puede ser muy engañosa. Hay gente en este mundo que muchos consideran hermosos por fuera, pero su interior no coincide con su belleza exterior temporal.

El corazón del hombre sigue enfermo, a diario vemos en las noticias evidencias claras de la maldad del ser humano, por este motivo Dios nos habla al corazón, esto es, a nuestra alma, con el Evangelio, la buena nueva para el corazón. Ninguna otra Palabra tiene el Poder de transformar al hombre en su corazón como Jesucristo.

De aquí que Dios está interesado en nuestro corazón. Él es la única persona que puede hacer ese trasplante en nuestra vida. La Palabra de Dios dice: “Les daré otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” Ez 11, 19

Ese corazón duro, que ha sido trastocado por el pecado, que ha sido golpeado, lastimado, ese corazón que se endureció dadas las circunstancias que vivió, necesita ser restaurado, cambiado. Acerquémonos al Señor Jesucristo sacramentado para encontrar sosiego y paz para nuestros corazones y nuestras almas. Amén

 

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