sábado, 13 de marzo de 2021


 

2021 AÑO B TIEMPO DE CUARESMA IV

El domingo pasado el evangelista Juan nos presentó la impetuosa y ruidosa escena de Jesús expulsando a los mercaderes del templo. Todos en Jerusalén, los líderes y la gente común hablarían sobre la novedad de ese joven rabino.

Hoy nos presenta un extraño encuentro de Jesús con un importante fariseo, llamado Nicodemo. Este fariseo tiene una gran estima por Jesús y quiere entender más, pero no se atreve a comprometerse y acude a él de noche. Este personaje en el atardecer del Viernes Santo se presenta para cuidar el cuerpo del Crucificado y bajarlo de la cruz, cuando todos sus discípulos habían huido.

Él toma la iniciativa y va a donde Jesús “de noche”. A escondidas, todavía no lo tiene muy claro y quiere comprender más. La religión judía estaba vacía, oscura, ya no iluminaba. Acordémonos de las tinajas vacías en las bodas de Caná. Intuye que Jesús es un hombre venido de Dios, pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo hacia la luz.

Nicodemo representa todo aquel que busca sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento, Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz.

Según Jesús, la luz que todo lo ilumina está en el Crucificado. La afirmación es fuerte: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.

En ese diálogo nocturno, Jesús comunica, en pocas palabras, lo esencial de la fe: Dios amó tanto al mundo ... es una cosa segura, algo que ya ha sucedido, una certeza central: Dios es el amante que te salva. Palabras decisivas, para saborear todos los días y a las que siempre nos aferramos. Y la noche se ilumina con todo el amor que muestra Jesús, con toda su comprensión. Necesitamos hacer nuestra adhesión personal a Jesús. El mundo no se hace solo, se hace con cada decisión personal y comunitaria.

Tanto el mal como la gracia iluminan la inteligencia y el corazón en vistas a un compromiso concreto y real con la vida. Estas dos realidades pueden hacer del mundo un lugar hostil o un espacio de misericordia. Objetivamente la creación y el ser humano no son esencialmente malos. Toda realidad creada por Dios es amable, reconciliable y redimible. Para quien verdaderamente ama, toda realidad es una oportunidad. Afirma hoy San Pablo: Dios, rico en misericordia, … estáis salvados por pura gracia

Dios ha amado y ama un mundo que, aunque no es perfecto, tiende a ella y Dios ha dejado huellas de su presencia en medio de la historia. El mundo ha sido abrazado por su amor. Cada vez que los seres humanos crean espacios de diálogo; cada vez que se vive concretamente la caridad solidaria, se dignifica al prójimo; cada vez que se perdona de corazón, se gestan estructuras de reconciliación; cada vez que se defienden los derechos humanos, se reafirma la dignidad humana y la fraternidad universal.

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