sábado, 8 de mayo de 2021


2021 AÑO B TIEMPO DE PASCUA VI

VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS

 Jesús nos amó hasta el extremo y conoce nuestro egoísmo. No sabemos querernos. Las palabras que hoy pronuncia Jesús adquieren un tono solemne: Este es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado. Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos.

Las primeras generaciones resumían así su vida: Pasó por todas partes haciendo el bien. Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena Noticia. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Quien ama como Jesús vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimas.

El evangelio de hoy es una de esas páginas en las que parece conservarse la esencia de la fe, las cosas decisivas de la fe: como el Padre me amó, así os he amado yo, permaneced en este amor. Dejémonos amar y amemos de la misma manera.

Amaos los unos a los otros, en la reciprocidad de dar y recibir. Porque amar puede ser suficiente para llenar una vida, pero amarnos siempre y a todos es suficiente para muchas vidas. Lo que distingue el amor cristiano es el como yo os he amado: lavando los pies de los suyos; no juzgando y cuando lo lastimas, te mira y te ama; buscando la última oveja con ternura. Jesús nos llama amigos y no siervos. Palabras dulces para el corazón. La amistad, algo que no se impone, no finge, no suplica; dos amigos son iguales. Es el encuentro de dos libertades.

Hoy celebramos la fiesta de la Virgen de los Desamparados, nuestra patrona. Hoy se nos invita a abrir las puertas de la casa de nuestro corazón a María, la Reina del Cielo. Al entrar María en el nuestro interior brilla, crece y cuaja el verdadero amor. En eso consiste el amor: en que amemos como Cristo nos amó. Ella nos ama como madre a todos y pide que la acerquemos a todos los que la puedan necesitar, los que necesitan su Amparo, los desamparados de la sociedad actual: los enfermos crónicos y terminales, los ancianos abandonados, por todos los afectados por consecuencias de la pandemia, incomprendidos y aislados...

Hoy se necesitan testigos humildes y bondadosos del amor misericordioso, el que mana del corazón de Jesús y de María, de la Virgen de los Desamparados. Testigos y actores de amor desinteresado que se practica en la vida diaria, sin vanagloria y grandilocuencia personal y social, del amor que transforma de verdad las estructuras injustas e insolidarias.

María es una riqueza, es una herencia preciosa para todo discípulo de Jesús. Llevarla dentro es llevar el amor de su hijo transformado, resucitado y que nos llama a que continuemos ese amor suyo para con toda la creación. Que María la madre de los Desamparados nos acompañe en nuestra vida y que acompañe los trabajos y esfuerzos de los hombres y mujeres de la mar.

 

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