sábado, 22 de mayo de 2021


 

2021 AÑO B SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

 La fiesta de Pentecostés está llena de viento y fuego, viento impetuoso como un huracán, un fuego incandescente que calienta los corazones y el alma. Un viento que sacude los cimientos de la casa y la llena del polen del Espíritu de Dios, y aporta fecundidad y dinamismo a las cosas inmóviles, y de caminos que parten de Jerusalén.

Llenó la casa donde estaban los discípulos. El Espíritu no se deja secuestrar en ciertos lugares que llamamos sagrados. Ahora la casa se vuelve sagrada. La mía, la tuya y todas las casas son el cielo de Dios. Llegó de repente, los coge por sorpresa, no estaban preparados, no estaba planeado. El Espíritu no soporta los patrones, es un viento de libertad, la fuente de vidas libres.

Lenguas de fuego aparecieron y se posaron en cada uno, nadie excluido, no hay distinción. El Espíritu toca cada vida, las diversifica a todas, da a luz y calor a todos. Las lenguas de fuego se dividen y cada una ilumina a una persona diferente, cada una afirma una vocación, renueva una existencia única.

Necesitamos el Espíritu, nuestro pequeño mundo estancado, sin impulsos, lo necesita. La Iglesia lo necesita y tiene que convertirse en guardiana de la libertad y la esperanza. El Espíritu, con sus dones, da a cada cristiano un genio que le es propio. Y tenemos una gran necesidad de discípulos brillantes. Todos creyendo en su don, en su singularidad y que esta creatividad y valentía la coloquen al servicio de la vida. La Iglesia ha de ser como un Pentecostés continuo.

El tiempo de Pascua culmina con la venida del Espíritu Santo. Hoy cerramos este ciclo de la cincuentena pascual como acontecimiento capital en la historia de la Iglesia y de cada uno de nosotros.

Hoy Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor, hacer esta confesión en la primitiva Iglesia los cristianos se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César. Gracias al Espíritu no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

En el Evangelio aparece una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. En hebreo, la palabra ruaj significar «viento» y «espíritu». Jesús, al soplar, infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaba de encomendarles: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. “Id al mundo entero…” con valentía y energía del Espíritu. Convirtió a los discípulos cobardes y miedosos en valiente y con coraje. Dispuesto a que la verdad que Jesús vino a traer al mundo no muera y que el amor que Dios nos tiene lo puedan sentir todas las naciones y todas las generaciones. Amén

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