sábado, 12 de junio de 2021


2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XI

FESTIVIDAD DE SAN ANTONIO, 

FIESTA DE LA PARROQUIA

 

Hoy celebramos la fiesta de San Antonio de Padua, nuestro patrono y nuestro modelo como comunidad cristiana, seguidora de Jesús.

Dos pequeñas parábolas: la semilla enterrada en la tierra y que brota sola y el grano de mostaza que es muy pequeña, pero que llega a ser enorme. Son historias tomadas de la tierra pero que en Jesús se convierten en historias de Dios. Jesús con palabras sencillas que saben a casa, a campo, borra la distancia entre Dios y la vida. Estamos convocados ante el crecimiento y desarrollo de la vida.

Lo que sucede con la tierra es semejante al Reino, y tenemos que estar atentos para contemplar las maravillas de la naturaleza y el nacer de un sentimiento que se convierte en actitud de vida. Es conmovedor y fascinante leer el mundo con la mirada de Jesús, mirando de abajo hacia arriba. Es liberador interpretar el Reino de los Cielos desde abajo, pegados al suelo y a la realidad.

El crecimiento de la planta no es consecuencia de una acción externa sino de una evolución de los elementos que ya estaban en ella. Este aspecto es muy importante por dos razones:

- 1ª porque nos advierte de que lo importante no viene de fuera;

- 2ª El Reino no es algo estático sino un proceso que no tiene fin, porque su meta es el mismo Dios.

Nuestra tarea no es producir el Reino, sino hacerlo visible.

Las semillas por muy pequeñas que sean tienen un enorme potencial de vida, apreciamos el dinamismo de la vida, ella produce por sí sola, tanto si duermes como si vigilas: las cosas más importantes no hay que buscarlas, hay que esperarlas, no dependen de nosotros, no hay que forzarlas. Dios está actuando y el mundo entero es un río de vida que fluye hacia la plenitud.

La confianza inquebrantable del Creador en los pequeños signos de la vida nos llama a tomarnos en serio el camino de la pequeñez y nos lleva a mirar el mundo, nuestras heridas, de otra manera. Hay que tomar muy en serio a los jóvenes y niños, cuidar el eslabón débil de la cadena social, encontrar méritos donde nadie los ve.

San Antonio representó bien este misterio de la pequeñez y del crecimiento. Nuestro patrón que falleció a los 36 años ya había alcanzado un crecimiento humano y cristiano enorme. Su existencia se basaba en la donación total de su vida al servicio del Reino. Tenía una gran preocupación por los pobres y desvalidos. Él les da la importancia que tienen a los ojos de Dios.

Hoy en especial nos sentimos parroquia, comunidad que se reúne para plenificar la vida, para sentirnos vivos, y que crecemos constantemente hacia lo mejor y lo más auténtico. Todos somos necesarios, nos necesitamos para construir Iglesia y comunidad reunida en el nombre del Señor Jesús. Os invito a participar de ella, a tomar parte. Animo. Que san Antonio nos acompañe.

 

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