sábado, 16 de octubre de 2021

2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXIX

 

Los dos hijos de Zebedeo (los hijos del trueno) se comportan como niños: Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir. Jesús pregunta: ¿Qué queréis que haga por vosotros? ¡Queremos los primeros lugares!

Después de tres años yendo por los caminos, de curación de enfermos, de hombres y mujeres alimentados, de los anuncios de muerte en la cruz, es como si todavía no hayan entendido nada.

De nuevo Jesús usa una pedagogía paciente y luminosa. En lugar de enojarse o desanimarse, el Maestro continúa discutiendo, explicando su sueño de un mundo nuevo.

Los otros diez apóstoles escuchan y se indignan, se rebelan, les entra los celos, será que entran en competencia para ser los primeros.

La pretensión de prevalecer sobre los demás es irrealizable desde el punto de vista de Jesús; por el contrario, la actitud de servicio está al alcance de todos y dentro de nuestras posibilidades.

Jesucristo no se ha limitado a darnos una lección magistral, sino que su enseñanza está corroborada por el testimonio de su propia vida.

A esto nos anima Jesús, a vivir sirviendo. Cuantos ejemplos de servicio gratuito y desinteresado hemos experimentado a lo largo de la pandemia causada por el covid-19. Estas actitudes ponen de manifiesto la validez y la actualidad de la enseñanza y del ejemplo de Jesucristo.

Jesús dice claramente “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: Jesús toma las raíces del poder y las pone patas para arriba: Para Dios, que ve el corazón y las intenciones, el más grande es el que sirve a los hermanos desinteresadamente. Para ser el primero hay que hacerse esclavo de todos siguiendo el ejemplo de Jesús que siendo el más grande se hizo pequeño. El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

Servicio es el nombre que Jesús da a su gran amor. Jesús nos dice que no vine a buscar siervos, sino a ser siervo. Es la más sorprendente, la más revolucionaria de todas las autodefiniciones de Jesús. Palabras y conceptos que marean: ¡Dios, siervo nuestro! Las viejas ideas sobre Dios y el hombre se desmoronan: Dios no es el amo y señor del universo en cuyo trono uno se arrodilla temblando, sino que es Él quien se arrodilla a los pies de cada uno de sus hijos, se envuelve en una toalla y nos lava los pies, y venda las heridas.

Entre los discípulos debe brillar la fraternidad y no el poder. Si Dios es nuestro siervo, ¿quién será nuestro amo? La única forma es estar todos al servicio de todos. Jesús no convoca a hombres y mujeres a la mediocridad, a ser seres inacabados o descoloridos, sino plenamente florecidos, reales, nobles, orgullosos, libres. Esta es la hermosura de Dios que tiene sus manos enredadas en las nuestras, en medio del meollo de la vida, un padre que mira, con ternura, todo lo que florece al sol.

 

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