domingo, 10 de octubre de 2021

2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXVIII

 

Jesús salió al camino, dispuesto a encontrarse con la gente, a todo aquel que se cruza en su camino o le espera en la vuelta del camino. Es maestro del arte del encuentro.

En el evangelio de este domingo Jesús nos ayuda a pensar y reflexionar. No basta con observar o cumplir los “mandamientos”, esto se queda muy corto para Jesús. Hay que ir más allá, liberarnos del miedo y procurar amar al Amor; fuente y criterio de nuestro estilo de vida. 

Por eso, no es suficiente ser bueno para ser cristiano. Jesús invita a ir más allá de la bondad. Invita a una relación de amistad con Él. Amistad que se profundiza a lo largo de la vida y que ofrece criterios para cultivar la relación con Dios y la relación fraternal y solidaria con los seres humanos. 

También hoy podemos reconocer lo que somos y tenemos y lo que podemos “dar-nos” y no centrarnos en lo que nos “falta”. En la vida hay momentos en que hemos de desprendernos de lo que nos impide caminar más ligeros tras las huellas de Jesús.

Es impactante la escena, porque este hombre rico ha pasado de la alegría a la decepción; porque no se siente capaz de abandonar sus seguridades. Una parte enorme de la humanidad, de ayer y de hoy, sigue confiando su futuro y su felicidad en las riquezas, en el tener y poseer.

Jesús sabe que el dinero o ciertas seguridades son necesarias. Pero él quería enseñar que la salvación, la felicidad, el futuro del hombre, no está garantizada sólo por la economía, las posesiones o las riquezas.  Jesús no condena la riqueza ni al rico, sino la acumulación de las mismas en manos de unos pocos.

Jesús le proponía un horizonte nuevo: entrar en el plan de Dios, asumir la libertad de los hijos de Dios, una libertad de espíritu que no se deja comprar por nada.

Como Iglesia, nuestra comunidad cristiana también asume los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los empobrecidos, los vulnerables y de cuantos sufren todavía las consecuencias de la pandemia. Porque nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro corazón. 

Resumiendo, podríamos concluir que las reglas del Evangelio sobre el dinero se pueden reducir a solo dos:

a) no acumular,

b) lo que tenemos es para compartir. No coloquemos nuestra seguridad en la acumulación, sino en compartir.

No pensemos que seguir a Cristo es un discurso de sacrificios, sino de multiplicación: dejar todo, pero para tenerlo todo. ¿Qué obtendremos a cambio? Tendrás cien veces más, tendrás cien hermanos y un corazón multiplicado. El Evangelio es un plus a la vida, solo se renuncia al peso inútil que impide caminar.

 

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