sábado, 19 de marzo de 2022


2022 AÑO C  DOMINGO III DE CUARESMA 

Dios se solidariza con nosotros, escucha los gritos de su pueblo, ha visto su opresión en el país de Egipto y decide actuar a través de Moisés

También Jesús le duele nuestro dolor y se solidariza con nosotros. Esto le preocupa más que nuestros pecados. Jesús quiere nuestra reacción.

 La pasión de nuestro Dios es hacer la vida del hombre más humana, con más sentido. Las parábolas de Jesús intentan desbloquear las vidas atrapadas por el vacío, el sin sentido y la esterilidad. Nos ofrecen caminos de felicidad, bien distintos a los transitados por los que se consideran “normales”. No es un Dios justiciero ni duro que castiga y manda el mal y sufrimientos a los hombres. Los hechos históricos violentos acaecidos en Jerusalén, lo mismo que los que podemos ver hoy (la agresión a Ucrania) son para escucharlos y repensarlos. El hecho de no tener en la vida contratiempos, sufrimientos, de no ser alcanzados por algún tipo de mal no es para subir nuestra autosuficiencia y creernos superiores, sino motivación de nuestra acción de gracias, para que nos sintamos privilegiados y demos frutos.  No son las apariencias y la superioridad (caso de la higuera que lleva años frondosa) lo decisivo ante Dios, sino la vida fecunda (la práctica de la vida).

Dios está junto a las infinitas cruces del mundo donde el Hijo de Dios sigue crucificado en infinitos hijos de Dios, y no tiene otra respuesta para el grito del mundo que el primer grito del aleluya pascual. Si no os convertís, todos pereceréis. No es una amenaza, no es un arma apuntando a la humanidad. Es un lamento, una súplica: convertiros, invertid el sentido del viaje: Cambia tu mentalidad, todos honestos hasta en las cosas pequeñas y libres, claros y generosos. Esta sociedad es como el Titanic va directa a un iceberg gigante. Convertíos, de lo contrario todos pereceréis. Es la oración más fuerte de la Biblia, donde no es el hombre quien se dirige a Dios, es Dios quien nos ruega: ¡vuélvete humano!

Cambiar de rumbo: nos toca a nosotros salir de las liturgias del odio y de la violencia. No te preguntes por quién doblan las campanas, Siempre suenan un poco para ti también.

El Evangelio nos saca de los campos de la muerte: dice desde hace tres años nunca he encontrado una sola fruta en esta higuera, estoy cansado, córtala. Jesús, dice: "No, maestro, volvamos a intentarlo, otro año de trabajo y ya veremos". Más tiempo: el tiempo es el mensajero de Dios, más sol, lluvia y cuidados, y tal vez este árbol que soy yo dé frutos. El jardinero confía en mí: el árbol de la humanidad está sano, tiene buenas raíces, ten paciencia. La paciencia no es debilidad, sino el arte de vivir lo inacabado en nosotros mismos y en los demás. No lleva el hacha, sino la humilde azada. Para ayudarlo a ir más allá de la corteza, otro año más de trabajo y luego ya veremos».

Somos queridos a pesar de nuestra esterilidad. Dios nos ha llamado a fructificar, aunque no sabemos cuándo. Jesús, nos cava y abona con su Palabra. Volvamos al evangelio, a su fuerza sanadora para fundarnos y arraigarnos en Cristo, para que nuestra vida no sea estéril.        

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