sábado, 20 de agosto de 2022


 

2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XXI

 Alguien pregunta a Jesús acerca de un tema muy importante para el hombre religioso. Señor, ¿son pocos los que se salvan? Jesús no responde a la pregunta y dirigiéndose a todos les exhorta a esforzarse… se comprende que la tarea no es fácil porque la puerta es angosta.  Ser discípulo de Jesús tiene su cuota de esfuerzo, dedicación, y trabajo arduo. A veces, es posible que pensemos que todo “está bien”, que no necesitamos convertirnos, transformarnos, seguir creciendo. No podemos estar “muy confiados” con lo que somos y hacemos.

Pero si nos dejamos tocar por estas palabras de Jesús es imposible no sentirse sacudidos, interpelados: “Señor, ábrenos… hemos comido y bebido contigo”; “no sé quiénes sois… alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”. La "parábola" de hoy, Jesús al hablar de salvación, nos presenta una puerta, una casa que resuena con la fiesta, y gente agolpada pidiendo entrar.

Una casa, en primer lugar: una casa grande, tan grande como el mundo: vendrán del este y del oeste, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. La salvación es una casa, preparado un gran banquete, que resuena con una confusión multicolor, donde han desembarcado los barcos del sur y las caravanas del este. Esa casa parece casi el nudo de la encrucijada del mundo, el centro de gravedad de la historia, el lugar de desembarco. La salvación como una casa llena de fiesta, una casa llena de rostros y ojos brillantes en torno a la fragancia del pan y las copas de vino. Para estar bien, todos necesitamos algunas cosas: un poco de pan, un poco de afecto, un lugar donde sentirnos en casa, no errantes ni exiliados, no náufragos ni fugitivos, sino con el calor de un fuego, resguardados por una puerta que deja la noche afuera.

Cuando el propietario cierra la puerta, los que queden fuera: ¡Señor, somos nosotros, siempre hemos venido a la iglesia, hemos escuchado tu Evangelio y tantos sermones, nos hemos confesado y comulgado, ábrenos! ¿Por qué esas palabras duras 'no te conozco'? Son hombres y mujeres devotos y practicantes, pero no han transformado sus vidas a la medida de la de Cristo. No basta con comer a Jesús el, verdadero pan, hay que convertirse en pan, para ser reconocidos como discípulos, como aquellos que prolongan la vida de Jesús. "No te conozco", celebras bellas liturgias, pero no celebras la liturgia de la vida. La medida está en la vida: una vida entregada, comprometida por el bien de los demás, al menos con un vaso de agua fresca entregado. Podemos comer y beber con el Señor, conocer sus enseñanzas, y, sin embargo, seguir obrando maldades e injusticia….

Se anuncia una salvación universal, no solo para el pueblo de Israel sino para todos los pueblos de la tierra. ¡Y esto es maravilloso! Ese es el Dios en el que creemos los cristianos: un Dios que quiere la salvación de todos los pueblos, sin distinción. La experiencia del amor misericordioso del Dios de Jesús, la profunda convicción de ser hermanos y hermanas de todos. Por lo tanto, el corazón del creyente no puede discriminar, excluir, separar, dejar de lado a ninguna persona, cualquiera sea su condición, procedencia, creencia, etc.

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