miércoles, 31 de agosto de 2022


 MEDITACIÓN EUCARISTICA:

EL ELEFANTE QUE PERDIÓ SU ANILLO DE BODAS

En esta tarde delante de ti Jesús eucaristía queremos meditar sobre la serenidad y la tranquilidad que nos produce estar aquí contigo, en silencio y disfrutándote.

EL ELEFANTE QUE PERDIÓ SU ANILLO DE BODAS: Esta historia nos habla de un remoto lugar de la selva en donde habitaba un joven y hermoso elefante, que estaba en edad de casarse.

Aún no había encontrado una elefanta que le robara el corazón. Sin embargo, una tarde cualquiera, vio a lo lejos un rebaño de elefantes que se acercaba a donde estaba junto con su familia. Dentro del rebaño había una bella elefanta de la que se quedó prendado.

Los dos rebaños se unieron y el elefante comenzó a caminar junto a ella. Empezaron a conversar y pronto se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Y así, con el paso de los días, ambos se enamoraron perdidamente. En apenas unos pocos meses le dijeron a los demás que habían tomado la decisión de casarse.

Según nos cuenta esta historia para pensar, los dos rebaños de elefantes se sintieron muy felices. Hacía mucho tiempo que no celebraban una boda y los enamorados hacían una pareja maravillosa. Algunas de las elefantas mayores se emplearon en que los novios tuvieran un hermoso ajuar de bodas. Otras diseñaron el menú para el evento del año. Sería una boda de ensueño.

Los elefantes machos, por su parte, no tardaron en disponerse a construir un gran salón. Allí se haría la boda y el baile reglamentario. Todos asistirían y sería un evento inolvidable. Por aquellos días todo era alegría y el ánimo festivo presidía el de todos los elefantes.

En un abrir y cerrar de ojos, comenzó a aproximarse el día de la boda. El elefante enamorado encargó las alianzas a un amigo suyo, que por otra parte era un excelente joyero. El anillo de bodas fue hecho pacientemente y al final quedó precioso. Faltaba solo un día para la boda cuando el elefante enamorado recibió la noticia de que los anillos estaban listos. En cuanto la noticia llegó a sus orejas se puso en marcha hacia la joyería de su amigo. Le invadía la curiosidad. Esperaba que todo hubiera quedado perfecto.

Cuando el elefante enamorado vio los anillos, quedó embelesado. Felicitó a su amigo por tan excelente obra de arte. Contento, cargó con los anillos en la trompa y se dispuso a volver a su casa. Ya solamente le faltaba el traje para la ceremonia. Pensaba en eso cuando estaba junto al arroyo. Tan distraído estaba el elefante que no se fijó en una enorme piedra que había en el camino. Sin saber a qué hora, tropezó y cayó dentro del arroyo. Ocurrió tan de repente que el elefante enamorado solo alcanzó a luchar por incorporarse. Lo logró. Sin embargo, miró hacia su trompa y se dio cuenta de que había perdido uno de los anillos de bodas.

El elefante enamorado cayó en la desesperación. Comenzó a correr paralelo al arroyo en busca del anillo perdido. Escarbaba allí y escarbaba allá, pero todo era inútil. Un objeto tan pequeño era muy difícil de encontrar. Cuanto más exploraba en el arroyo, más perdida parecía la joya y más desesperación se dibujaba en el semblante de nuestro elefante.

Un búho, curioso, había observado parte de la escena. “¡Cálmate!”, le dijo. Pero la ansiedad del elefante creció al escuchar la orden. Pensó que el búho no entendía su premura. La boda iba a celebrarse en solo un día y ya no había tiempo para hacer un nuevo anillo. ¿Qué pensaría la novia? ¿Qué pensarían todos? Eso era lo que pasaba por la cabeza del elefante enamorado mientras seguía revolviendo el arroyo. Entonces el búho dijo: “Escúchame: quédate quieto. Todo se solucionará. Sé de qué hablo”. El elefante enamorado recordó que el búho era famoso por su sabiduría, así que esta vez decidió obedecerlo. Se quedó completamente quieto por unos minutos. Pronto, las aguas del arroyo se calmaron, los sedimentos volvieron al fondo y el agua en calma dejó que la luz llegara hasta el fondo. Entonces, el elefante pudo ver el anillo y lo rescató.

De este modo el joven elefante aprendió una gran lección. Su desesperación no había generado corrientes en el agua, impidiéndole ver el anillo. Agradeció al búho la enseñanza y volvió a casa con muchas ganas de disfrutar de aquel día.

Gracias Jesús por estos instantes y por ayudarnos a la serenidad y a la calma. Las turbulencias de la vida son normales y debemos aprender a convivir con ellas, pero necesitamos siempre una mirada limpia y transparente, que vaya más allá de las apariencias. Aprendamos a tener paciencia y a esperar que pasen las turbulencias para todas decisiones importantes en la vida. Amén.

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