domingo, 28 de agosto de 2022


 

2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XXII

 Este es el tercer banquete de Jesús en la casa de los fariseos, orgullosos opositores del maestro y al mismo tiempo fascinados por él. El banquete es un importante protagonista del evangelio de Lucas, Jesús lo tomó como imagen predilecta del Reino de los cielos y como prueba festiva de una nueva forma de habitar la tierra.

Les contó una parábola a los invitados, señalando cómo eligieron los primeros lugares: cuando te inviten, ve y ponte en el último lugar. No por humildad, no por mortificación, se trata de una cuestión evangélica, de una buena noticia: el último lugar es el lugar de Dios, que no ha venido a ser servido, sino a servir, el lugar del "Dios al revés" mostrado por Jesús.

Cuando ofrezcas una comida, no invites a parientes, amigos, hermanos, vecinos (son el círculo del afecto, nos toca el corazón); Los invitamos (que está muy bien) pero todo se queda en el círculo de la amistad, equilibrio del vínculo entre dar y tener.

Si queremos imitar la actitud de Jesús invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos: cuatro pasos que nos llevan al territorio de la gratuidad.

Llena la casa-corazón de aquellos a los que nadie acoge: parece una propuesta ilógica, vertiginosa, y en realidad nos habla de un Dios que ama a raudales, ama sin estipulaciones, sin calcular, que entra en esas vidas oscuras como una ofrenda al sol, un gesto para hacer más afectuosa su vida. Cuál sería el propósito o el resultado de una invitación dirigida a los más pobres de los pobres: La explicación que ofrece Jesús es paradójica: serás bendecido porque no tienen nada que devolverte. No tienen cosas que darte, así que se tienen a sí mismos, su persona y su alegría para darte.

El amor no tiene otra razón que el amor mismo. Y seréis bendecidos: porque Dios da alegría a los que producen amor.

En la vida nos seducen tres verbos malignos, porque hacen mal al hombre, y por eso podemos llamarlos "malditos": tomar, ascender, dominar. A ellos Jesús opone tres verbos "benditos", que contienen y generan el bien de la persona, y son: dar, bajar, servir. Dar primero, sin calcular, generosamente, a lo loco. Desciende, como el buen samaritano de su montura, como el huésped que sube al último lugar. Servir, cuidar la vida en todas sus formas: la tarea suprema de toda existencia sería custodiar vidas con la propia vida.

 

 

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