sábado, 25 de febrero de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO DE CUARESMA I

 

Los evangelios sinópticos colocan el relato de las tentaciones antes del comienzo de la misión de Jesús. Aunque las tentaciones estuvieron presentes a lo largo de la vida de Jesús, como lo están en nuestra propia vida. Hoy el evangelista Mateo describe la triple tentación de hambre (con el pan), de poderes sobrenaturales (arrojarse del alero del templo) y de dominio y poder sobre todos los reinos que le son puesto delante. Es interesante que el tentador, prueba a Jesús utilizando pasajes de la Escritura.

Jesús ha ido al desierto llevado por el Espíritu, pero es una decisión que Él asume como propia. Es lógico que en este tiempo sienta hambre. La tentación es resolver un problema humano a través de algo extraordinario como transformar las piedras en pan. Jesús puede dejar el desierto e ir buscar pan, o sea resolver humanamente el problema. No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta. Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la Palabra viva de Dios. Hoy también podemos creer que el poder, el dinero o el saber van a resolver nuestras necesidades mágicamente.

La segunda tentación que se produce en el Templo, es más sutil porque pone el acento en sí mismo. Cuestiona nuestra propia identidad: “si eres el hijo de Dios”. Jesús vence esta tentación clarificando quien es. No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio de su gloria. No hará «señales del cielo». Sólo signos para curar enfermos.

La tercera tentación sucede en una «montaña altísima». Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Jesús afronta el desafío de la ideología y la dominación invitando a reconocer que la salvación es don de Dios. Jesús nos enseñó que el camino de la gracia se da a través de la entrega y el amor como servicio, entregando la propia vida. Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a quienes viven oprimidos. No será un Mesías dominador sino servidor. El reino de Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.

Consecuencias de todo ello es que siempre que la Iglesia y los cristianos busca su propio interés olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los últimos, nos alejamos de Jesús.

Siempre que la Iglesia pone a Dios al servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad, se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más que «hacer el bien» nos alejamos de él.

La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús “Vete, Satanás”. El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo buscamos nos alejamos de Jesús. Es una tarea para esta cuaresma recorrer el mismo camino junto a Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario