miércoles, 11 de octubre de 2023


 

2023 OCTUBRE. ADORACIÓN EUCARÍSTICA.

LA PESTE

 

Aquí estamos de nuevo Señor Jesús cerca de ti para descansar y reponer nuestras fuerzas. Pero hoy sobre todo queremos que nos contagies tu alegría, tu ilusión. Tantas veces nos atenazan los miedos y nos quedamos paralizados. Danos tú la fuerza y ayúdanos a vivir siendo hombres y mujeres de ilusión y de esperanza. Oigamos esta historia.

La peste: Una caravana de mercaderes y peregrinos atravesaban lentamente el desierto. De pronto, a lo lejos, apareció un veloz jinete que surcaba las arenas como si su caballo llevara alas.

Cuando aquel extraño jinete se acercó, todos los miembros de la caravana pudieron contemplar, con horror, su esquelética figura que apenas si se detuvo junto a ellos. Tras una breve conversación lo comprendieron todo.

Era la Peste que se dirigía a Damasco, ansiosa de segar vidas y sembrar la muerte.

- ¿Adónde vas tan deprisa? le preguntó el jefe.

- A Damasco. Allí pienso cobrarme un millar de vidas.

Y antes de que los mercaderes pudieran reaccionar, ya estaba cabalgando de nuevo. Le siguieron con la vista hasta que sólo fue un punto perdido entre la inmensidad de las dunas.

Semanas después la caravana llegó a Damasco. Tan sólo encontró tristeza, lamentos y desolación. La Peste se había cobrado cerca de 50.000 vidas. En todas las casas había algún muerto que llorar, niños y ancianos, muchachas, jóvenes...

El jefe de la caravana se llenó de rabia e impotencia. La Peste le había dicho que iba a cobrarse un millar de vidas... sin embargo había causado una gran mortandad.

Cuando tiempo después, dirigiendo otra caravana por el desierto, el jefe volvió a encontrarse con la Peste, le dijo con actitud de reproche:

- Ya sé que en Damasco te cobraste 50.000 vidas, no el millar que me habías dicho. No sólo causas la muerte, sino que además tus palabras están llenas de falsedad.

- No, respondió la Peste con energía, yo siempre soy fiel a mi palabra. Yo sólo acabé con mil vidas. El resto se las llevó el Miedo.

El miedo tiene dos vertientes: nos puede proteger de un peligro o bien causar un daño mayor. Lo importante es saber dónde está el límite y conseguir templar los nervios en caso necesario.

El miedo puede ser muy destructivo: en esta historia, el mal mayor no fue la enfermedad que acabó con la vida de tantas personas, sino el miedo, que hizo que el resto enfermera y creyera tener también la peste, hasta el punto de morir también. Y es que el miedo puede llegar a ser mucho más destructivo que aquello que nos infunde tanto temor.

Señor Jesús ayúdanos a controlar y a dominar nuestros miedos y ansiedades. Para lograr controlar el miedo que nos hace daño, debemos templar los nervios e intentar rescatar al sentido común de aquel lugar en donde le hemos escondido. La razón es la única capaz de controlar el miedo. En situaciones de miedo paralizante, la única solución es intentar recuperar la calma y dejar a la razón que piense… ¿de verdad esto me va a poder? ¿de verdad es tan peligroso? ¿Cómo puedo superarlo?

Tú sabes Señor que el miedo es una emoción muy común entre todas las personas, sin importar la edad ni la condición. Es una emoción básica que todos los humanos sufrimos. El miedo puede hacer empeorar una situación que podría haber estado controlada desde un principio de haber utilizado la calma y el sentido común.

A veces los miedos más poderosos no son aquellos más lógicos, aquello que podemos ver o imaginar… un fantasma, una bruja… sabemos que son irreales y no les tenemos miedo. Pero aquello que no podemos controlar, que no podemos ver y que nos provocan una emoción desconocida, aquello, sí nos produce verdaderamente un miedo atroz. Te pedimos tu luz y tu sosiego y calma para poder controlar nuestros miedos y ansiedades y que sólo tu ilumines nuestro corazón y los llenes de bondad y sabiduría. Amén.

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