miércoles, 25 de octubre de 2023

2023 OCTUBRE ADORACIÓN EUCARÍSTICA. 

El hombre que se creía muerto

Señor Jesús reunidos ante tu altar y en adoración de tu santísimo cuerpo queremos depositar en ti nuestra plena y total confianza de que tú siempre está con nosotros, que nos acompañas y que velas por cada uno sin imponer nada, ni tus criterios ni tu ley. Tú quieres unos seguidores llenos de vida y que vayamos a ti por amor, porque te necesitamos y nos sentimos a gusto contigo. Tu nos empujas cada día en todos los momentos y circunstancias a no decaer, a no dar nada por perdido, a luchar siempre y continuamente por lo que verdaderamente vale la pena. Hasta el último aliento hay vida y existe la posibilidad de ser feliz. Escuchemos esta emocionante historia.

El hombre que se creía muerto: Había un señor muy aprensivo respecto de sus propias enfermedades y, sobre todo, muy temeroso del día en que le llegara la muerte. Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:

- Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?

La mujer rio y le dijo que se tocara las manos y los pies. Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo. Si estuvieras muerto, tus manos y tus pies estarían helados.

Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó. Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a talar algunos árboles. Cuando llegó al bosque se sacó los guantes y comenzó a cortas algún árbol. Sin pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías. Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y las medias y confirmó con horror que sus pies también estaban helados. En ese momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto. 

- No es bueno que un muerto ande por ahí talando árboles –se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto en la tierra helado, las manos en cruz sobre el pecho y los ojos cerrados.

A poco de estar tirado en el suelo, una jauría de perros salvajes comenzó a acercarse a las alforjas donde estaban las provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron todo lo que había de comestible. 

El hombre pensó: Suerte que tienen que estoy muerto que, si no, yo mismo los echaba a patadas.

La jauría siguió husmeando y descubrió el burro atado a un árbol. Fácil presa era para los afilados dientes de los perros. El burro chilló y coceó, pero el hombre sólo pensó qué lindo sería defenderlo, si no fuera porque él estaba muerto. En algunos minutos dieron cuenta del burro, sólo unos pocos perros seguían royendo algún hueso. La jauría, insaciable, siguió rondando el lugar.

No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al leñador tirado inmóvil en la tierra. Se acercó lentamente (muy lentamente, porque el hombre era muy peligroso y engañador). En pocos instantes, todos los perros babeando sus fauces rodearon al hombre. 

- Ahora me van a comer –pensó—. Si no estuviera muerto, otro gallo cantaría y otra sería la historia.

Los perros se acercaron...... y viendo su inacción se lo comieron.

Cuantas veces nos sucede los mismo que al señor del cuento. Este cuento es el perfecto ejemplo de la desgana y la pérdida de motivación de una persona. El hombre del cuento acepta sin más que está muerto, aunque no lo esté en realidad; se rinde sin más ante algo que a él le puede parecer evidente a primera vista (su propia muerte), pero que si pensase con más calma se daría cuenta que todo eso no era posible, puesto que él estaba vivo; pero una vez se ha rendido no hace nada por intentar salir adelante, sino que se resigna.

Señor Jesús te pedimos la fuerza y la energía necesaria para no dejarnos arrastrar por la resignación o por arrojar la toalla. Las dificultades pueden ser muchas en la vida, pero tú nos garantizas tu presencia y contigo pueden ser superadas o al menos aprendemos a convivir con ellas.  Busquemos la solución a los problemas y no nos rindamos enseguida diciendo que no podemos hacer nada. Una pequeña gota en el océano es significativa e importante y necesaria. No nos demos por vencidos ni aun vencidos. Amén


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