miércoles, 1 de octubre de 2025


 

ADORACIÓN EUCARISTICA.

Historia de un hombre, su caballo y su perro

Señor Jesús de nuevo aquí contigo para pasar unos momentos de serenidad, tranqu9lidad y reflexión. Queremos adorarte en tu cuerpo y sangre pero también queremos aprender de ti a ser buenos, generosos y fieles.

HISTORIA DE UN HOMBRE, SU CABALLO Y SU PERRO: Un hombre, su caballo y su perro tuvieron un accidente y los tres habían fallecido. Empezaron a caminar por un camino desconocido. La caminata era muy larga, cerro arriba; el sol estaba fuerte y ellos estaban cansados y con mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua.

En una curva del camino divisaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con bloques de oro; en el centro de ella había una fuente de donde emanaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que en una caseta custodiaba la entrada.

- Buen día, dice él.

- Buen día, respondió el hombre.

- ¿Qué lugar es éste tan lindo?, preguntó.

- Esto es el Cielo, fue la respuesta.

- ¡Qué bueno que llegamos al Cielo! Tenemos mucha sed.

- Puede entrar a beber agua cuando quiera, dijo el guardia, indicando la fuente.

- Mi caballo y mi perro también están sedientos.

- Lo lamento, dijo el guardia. Aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre quedó desconcertado, pues su sed era grande. Pero él no estaba dispuesto a beber dejando a sus amigos con sed. Así que prosiguió su camino. Después de mucho caminar cerro arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba señalada por una puerta vieja semi abierta. La puerta conducía a un camino de tierra, con árboles a ambos lados haciendo sombra. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado.

- Buen día, dijo el caminante.

- Buen día, dijo el hombre.

- Tenemos mucha sed yo, mi caballo y mi perro.

- Hay una fuente entre aquellas piedras, dijo el hombre. Pueden beber cuanto quieran.

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.

- Muchas gracias, dijo al salir.

- Vuelvan cuando quieran, dijo el hombre.

A propósito, dijo el caminante, ¿cuál es el nombre de este lugar?

- El Cielo, respondió el hombre.

- ¿Cielo? Pero si el hombre de la caseta de más abajo, al lado del portón de mármol, dijo que ése era el Cielo.

- Aquello no es el Cielo, eso es el Infierno.

Pero entonces, dijo el caminante, esa información falsa debe causar grandes confusiones.

- De ninguna manera, respondió el hombre. En realidad, ellos nos hacen un gran favor, porque allá quedan las personas que son capaces de abandonar a sus mejores amigos. Es una prueba. Allí se quedan los que no han aprendido a amar como Jesús amó. Porque el cielo no se hereda por obras vacías, sino por corazones que aman como Cristo amó.

Esta historia nos recuerda tus palabras de Jesús: Quien es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho. El cielo no es un lugar lujoso con puertas de oro: es la presencia del amor verdadero, del servicio, de la fidelidad y del sacrificio. Tú nos enseñaste que el Reino de Dios es para los humildes, los compasivos, los que no abandonan a los suyos. Ser cristiano no se trata solo de creer, sino de amar con hechos, especialmente a los más pequeños, los más fieles, los que caminan con nosotros, aunque no digan una palabra. Si seguimos a Jesús, debemos amar como Él amó: Sin condiciones, sin abandonar a nadie, siendo fieles, incluso cuando cuesta.

El camino de Jesús es humilde, sencillo y lleno de compasión. No es el lugar lo que lo hace cielo. Es la presencia de Jesús. Y Jesús habita donde hay misericordia, fidelidad y entrega. Amén