jueves, 9 de octubre de 2025


 

Meditación eucarística:

Dios siempre escucha

Señor Jesús sacramentado junto a ti nos presentamos con nuestras manos vacías y nuestros corazones abiertos para experimentar tu gran amor hacia cada uno de nosotros. En el silencio de esta adoración estamos convencidos que tú estás ahí para escucharnos, acogernos, ayudarnos. Tú siempre estás atento a nuestras oraciones, pensamientos y necesidades. Puede que no siempre recibamos respuestas de la manera que esperamos, pero notamos tu presencia y cuidado de una manera constante. Escuchemos

Dios siempre escucha: Había una mujer, Angustias de nombre, que a pesar de sus pocos años había ya padecido mucho. Como consecuencia de tanto sufrimiento y de su precaria vida de piedad, fue perdiendo la fe y su confianza en Dios. Por si faltaba algo, su marido hacía unos meses que se había quedado sin trabajo y apenas si tenían para vivir ellos y sus cuatro hijos.

Una amiga suya Consuelo conociendo el mal estado emocional en el que se encontraba fue un día a visitarla: ¡Hola, Angustias! ¿Cómo te encuentras?

- No tan bien como deseara. La verdad es que últimamente estoy con la depresión. Ya sabes todo lo que nos está ocurriendo, respondió la amiga.

- Lo que debes hacer es tener fe. ¡Pídele a Dios y verás cómo te ayuda!

- Dios me ha abandonado. Al principio rezaba, pero me aburrí. No sé si habrá alguien arriba porque por más que le pido no me responde.

 Angustias, durante sus años mozos, había sido una “buena cristiana”; pero luego, cuando la vida empezó a azotarle, y debido también a que su marido era poco practicante, se fue separando de Dios y de la vida de piedad.

Consuelo le insistió en que rezara con fe, pues Dios nunca dejaba de escuchar nuestra oración.

- Mira, Angustias, nada vas a perder si le pides a Dios de nuevo. Él nunca abandona. Es más, a partir de ahora pediré yo también por ti.

Angustias no estaba muy convencida, pero para que su amiga se callara le prometió que volvería a rezar. Y no se le ocurrió otra cosa que decirle a Dios: ¡Señor! Ya sabes todo lo que me pasa. Mi amiga me ha pedido que te rece, pero la verdad es que he perdido la fe; así que te voy a pedir algo sencillo. ¡Mira!, me gustaría que, como signo de tu amor hacia mí, y para probarme que me escuchas, me regalaras una flor y una mariposa.

Pasaron unos días, y la mujer, enfrascada de nuevo en los quehaceres cotidianos, se olvidó de Dios y de lo que le había pedido. Un miércoles por la mañana, mientras la pobre mujer estaba haciendo la colada de toda la familia, sonó el timbre de la casa. Se secó las manos apresuradamente y acudió a la puerta a ver quién era.

- Un repartidor le pregunta: ¿Vive aquí Angustias Sánchez? Aquí le traigo un paquete.

La mujer lo recibió. Firmó la hoja de entrega. El furgón se marchó y la mujer, curiosa, se dispuso a abrir el paquete, no sin antes buscar el remitente del mismo. Por más que buscó no encontró nombre alguno. Al abrir la caja se encontró una maceta pequeña con un cactus pinchoso, un gusano negro feo y peludo y una pequeña tarjeta de visita que decía: “En respuesta a tu oración”.

En ese momento le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Parecía que quería adivinar que el paquete venía del cielo. Pero no del cielo, pues eso no era lo que ella había pedido a Dios. Disgustada porque Dios tampoco le había escuchado, volvió a meter el cactus con el gusano y la nota en la caja y la tiró en una esquina del patio de la casa, pensando.

Pasaron ocho o diez días, y nuestra sufrida mujer se dispuso una mañanita a limpiar el patio de la casa. Era finales de la primavera. En eso que vio la caja que ella misma había tirado en el patio.

Angustias comenzó a limpiar el patio. Cogió la caja para tirarla a la basura, cuando de pronto, movida por la curiosidad y quizá también por algo de resentimiento con Dios, abrió la caja como para reírse de Él. Cuál fue su sorpresa, cuando al quitar la tapa, se encontró que en el cactus tenía una flor bellísima y el gusano negro, feo y peludo se había transformado en una preciosa mariposa multicolor.

El Señor siempre escucha nuestra oración. A veces lo que nos manda no es tanto lo que nosotros esperábamos, pero siempre es lo más nos conviene. Sencillamente lo único que tenemos que hacer es tener paciencia a que el cactus dé su flor y el gusano se transforme en mariposa…. Y es que Dios, siempre escucha. Amén

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