sábado, 9 de diciembre de 2023

2023 CICLO B TIEMPO DE ADVIENTO II 

El evangelio de este segundo domingo es el comienzo de San Marcos y precisamente nos habla de la figura de san Juan Bautista. Él es el mensajero del que se refería el profeta Isaías, el que proclama en el desierto la venida del Salvador y ayuda al pueblo a prepararse para tal acontecimiento.

Juan el Bautista invita a preparar el camino del verdadero Mesías que está a punto de hacer su aparición pública. El Bautista ofrece al pueblo un bautismo purificador, de arrepentimiento y conversión interior, para que todos los que lo deseen puedan vivir el Reino de Dios.   

La misión del Bautista es mantener a los hombres alertados para la aparición del Mesías. Era necesario el mensajero porque el Mesías aparecería en formas desconcertantes. Era necesario que alguien indicara su presencia.

El primer domingo de Adviento, se nos invitó a estar alerta ante la venida del Señor, en continua vigilancia. Ahora se nos pide que seamos pacientes y nos preparemos bien para dicha venida. El Adviento no es tiempo de fiesta, sino de preparación para celebrar el nacimiento del Señor. Porque es una fiesta cristiana muy importante y, sin duda, la más entrañable.

Ante esta sociedad que correr y nos obliga a estar siempre en marcha, a vivir con rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo para penetrar hasta nuestro corazón. El adviento nos recuerda una dimensión esencial: la interioridad. Se nos está olvidando escuchar la vida con un poco de hondura y profundidad.

El silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones. Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado por lo exterior, Dios resulta un objeto demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria.

No es extraño ver que muchos hombres y mujeres pasan de Dios, lo ignoran, no saben de qué se trata, han conseguido vivir sin tener necesidad de él. Quizá existe, pero lo cierto es que no les sirve para su vida.

Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a bautizar con Espíritu Santo, es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y quizá la primera tarea de la Iglesia actual sea precisamente la de ofrecer ese bautismo de Espíritu Santo a los hombres y mujeres de nuestros días. No basta que el evangelio sea predicado. Nuestros oídos demasiado acostumbrados no escuchan el mensaje de las palabras. Solo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta, de una alegría interior nueva y diferente. Nos preparamos para celebrar una Navidad que no tiene nada de frívola y superficial, pues afecta a lo más hondo de nuestra persona y nuestras familias y comunidad. Es una fiesta llena de amor, cariño y ternura. 

 

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