lunes, 25 de diciembre de 2023


 

Tienes el cielo como casa, y te aventuras a dejarlo para caminar junto a nosotros.

¿No ves, Señor, cómo estamos?

El hombre, mata al hombre.

Tu mundo, ya no es aquel que Tú creaste.

La vida, ya no es vida.

Una corte de ángeles te rodea y prefieres nacer, en medio de la indiferencia de los hombres, sin más homenaje que el ruido de las guerras, y las contiendas o indiferencia de las naciones.

Posees el calor celestial y te adentras en el frío de la tierra.

Destellas la grandeza de tu ser Dios y te revistes de nuestra pobreza.

Eres Dios y, quieres ser hombre.

Vives en la Ciudad Eterna y deseas caminar a pie de tierra.

Hablaste durante siglos sin dejarte ver, y, ahora, te descubrimos en un Niño.

Eras intocable, y te dejas acariciar.

Eras invisible, y te podemos adorar.

Estabas más allá de las nubes, y, te contemplamos en un pobre pesebre.

Déjanos por lo menos, Señor, conquistarte con la fuerza de nuestro amor, calentarte con la hondura de nuestra fe, abrigarte con la esperanza que nos traes, responderte, con la humildad de nuestros corazones.

El mundo, hoy más que nunca, te necesita como salvación.

Tu llegada es motivo para la alegría.

¡Gracias por salir a nuestro paso!

Amén.

 

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