MEDITACIÓN
EUCARÍSTICA:
APRENDE
A VALORAR EL TRABAJO DE LOS DEMÁS
Señor
Jesús en esta tarde queremos estar junto a ti y aprender un poco más de la VIDA
y de la vida de los demás. Tantas veces no comprendemos a los que están a nuestro
alrededor, simplemente porque no nos ponemos en la piel de estas personas. Ayúdanos
a valorar el trabajo de los demás así nos ayudará a entender mejor sus
esfuerzos, sus desafíos y las motivaciones que le llevaron a hacer aquella o
esta cosa. Cuando reconocemos y apreciamos lo que hacen, no solo fortalecemos
las relaciones, sino que también aprendemos a ser más empáticos y solidarios.
Es una forma de construir un ambiente de respeto y colaboración, donde todos se
sienten valorados y motivados a seguir dando lo mejor de sí. ¡Es una actitud
que enriquece a todos!
Escuchemos
esta bonita historia: ¡Se quería divorciar… hasta que le tocó cargar el
venado!
-
¿Que tienes amigo? Lo veo mal, decaído…
-
¡Ay, compadre! ¡Es que mi mujer no entiende nada! Usted sabe que somos pobres…Y
yo me voy al monte con mi escopeta, enfrentando víboras, garrapatas, mosquitos
y un frío que me cala los huesos. Con suerte, cazo un venado. Y luego toca
cargarlo en la espalda todo el camino hasta la casa… subiendo la loma. ¡Un
infierno!
Pero
apenas llego, mi esposa ya está con el cuchillo en mano: Que una pierna es para
doña Juana… Que otra para doña Paquita… Que este lomito para mi mamá… ¡Que las
costillitas para mi hermana! A los dos días, ya no queda nada. ¡Y otra vez me
toca salir a cazar!
¡Estoy
harto! ¡Esta noche me separo!
El
compadre lo interrumpió con calma y le dijo:
-
Invítala de cacería. Pero no le cuentes el sacrificio… háblale solo de las
cosas bonitas.
Y
así lo hizo.
La
mujer fue ilusionada, con su falda larga que se le rompía con las espinas. Los
zapatos destruidos, la blusa hecha trizas, bichos pegados en el cuerpo,
garrapatas, ampollas en las manos, el cabello tieso, y un susto de muerte al
ver una víbora. A punto del colapso, por fin encontraron un venado.
Él
disparó. El venado cayó.
Y
ella respiró aliviada… creyendo que ya todo había acabado. Pero no.
-
Ahora, mujer… carga el venado, para que veas lo bonito que se siente, le dijo.
La
mujer, con las piernas temblando, el corazón a mil y la espalda al borde de
romperse, lo llevó hasta la casa.
Y
al llegar, lo soltó en la sala, tirada en el suelo, jadeando, a punto de
desmayarse.
Los
vecinos, como siempre, salieron emocionados:
-
¡¡¡Vamos a repartir el venado!!!
Ella
levantó la cabeza con los ojos rojos de rabia y dolor, respiró profundo y
gritó:
-
¡¡¡Que nadie se acerque porque el que me toque ese venado… lo mato!!!
Señor
Jesús que verdad encierra esta historia. Todos queremos nuestra parte. Pero
pocos sabemos lo que cuesta cazar y cargar el venado.
Muchos
disfrutan de las riquezas, empresas o tranquilidad, porque antes pasaron años
cargando en silencio, con dolor, sudor y lágrimas.
Y
otros… como las comadres, solo esperan el esfuerzo ajeno para aprovecharse.
Antes
de criticar, juzgar o querer “repartir el venado”, preguntémonos si alguna vez
lo cargaste tú.
El
sacrificio no se mide por lo que se ve, sino por lo que duele.
Es
cierto que muchas veces valoramos el resultado final, como obtener un venado,
sin darnos cuenta del esfuerzo, la paciencia y el trabajo duro que implica llegar
a ese logro. Jesús enséñanos a reflexionar sobre la importancia de apreciar el
proceso y no solo el premio, reconociendo el sacrificio y la dedicación que
requiere alcanzar nuestras metas. Es un recordatorio de que detrás de cada
logro hay un esfuerzo que merece ser valorado y respetado.
Quien
ha sangrado por sus metas no permite que cualquiera le arrebate lo que tanto le
costó. Porque solo el que ha sudado el camino, entiende el verdadero valor de
cada logro. Si tú también has cargado venados en silencio, sabemos de lo que
estamos hablando. Jesús necesitamos aprender a valorar el esfuerzo ajeno. Amén.