miércoles, 2 de julio de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:

APRENDE A VALORAR EL TRABAJO DE LOS DEMÁS

Señor Jesús en esta tarde queremos estar junto a ti y aprender un poco más de la VIDA y de la vida de los demás. Tantas veces no comprendemos a los que están a nuestro alrededor, simplemente porque no nos ponemos en la piel de estas personas. Ayúdanos a valorar el trabajo de los demás así nos ayudará a entender mejor sus esfuerzos, sus desafíos y las motivaciones que le llevaron a hacer aquella o esta cosa. Cuando reconocemos y apreciamos lo que hacen, no solo fortalecemos las relaciones, sino que también aprendemos a ser más empáticos y solidarios. Es una forma de construir un ambiente de respeto y colaboración, donde todos se sienten valorados y motivados a seguir dando lo mejor de sí. ¡Es una actitud que enriquece a todos!

Escuchemos esta bonita historia: ¡Se quería divorciar… hasta que le tocó cargar el venado!

- ¿Que tienes amigo? Lo veo mal, decaído…

- ¡Ay, compadre! ¡Es que mi mujer no entiende nada! Usted sabe que somos pobres…Y yo me voy al monte con mi escopeta, enfrentando víboras, garrapatas, mosquitos y un frío que me cala los huesos. Con suerte, cazo un venado. Y luego toca cargarlo en la espalda todo el camino hasta la casa… subiendo la loma. ¡Un infierno!

Pero apenas llego, mi esposa ya está con el cuchillo en mano: Que una pierna es para doña Juana… Que otra para doña Paquita… Que este lomito para mi mamá… ¡Que las costillitas para mi hermana! A los dos días, ya no queda nada. ¡Y otra vez me toca salir a cazar!

¡Estoy harto! ¡Esta noche me separo!

El compadre lo interrumpió con calma y le dijo:

- Invítala de cacería. Pero no le cuentes el sacrificio… háblale solo de las cosas bonitas.

Y así lo hizo.

La mujer fue ilusionada, con su falda larga que se le rompía con las espinas. Los zapatos destruidos, la blusa hecha trizas, bichos pegados en el cuerpo, garrapatas, ampollas en las manos, el cabello tieso, y un susto de muerte al ver una víbora. A punto del colapso, por fin encontraron un venado.

Él disparó. El venado cayó.

Y ella respiró aliviada… creyendo que ya todo había acabado. Pero no.

- Ahora, mujer… carga el venado, para que veas lo bonito que se siente, le dijo.

La mujer, con las piernas temblando, el corazón a mil y la espalda al borde de romperse, lo llevó hasta la casa.

Y al llegar, lo soltó en la sala, tirada en el suelo, jadeando, a punto de desmayarse.

Los vecinos, como siempre, salieron emocionados:

- ¡¡¡Vamos a repartir el venado!!!

Ella levantó la cabeza con los ojos rojos de rabia y dolor, respiró profundo y gritó:

- ¡¡¡Que nadie se acerque porque el que me toque ese venado… lo mato!!!

Señor Jesús que verdad encierra esta historia. Todos queremos nuestra parte. Pero pocos sabemos lo que cuesta cazar y cargar el venado.

Muchos disfrutan de las riquezas, empresas o tranquilidad, porque antes pasaron años cargando en silencio, con dolor, sudor y lágrimas.

Y otros… como las comadres, solo esperan el esfuerzo ajeno para aprovecharse.

Antes de criticar, juzgar o querer “repartir el venado”, preguntémonos si alguna vez lo cargaste tú.

El sacrificio no se mide por lo que se ve, sino por lo que duele.

Es cierto que muchas veces valoramos el resultado final, como obtener un venado, sin darnos cuenta del esfuerzo, la paciencia y el trabajo duro que implica llegar a ese logro. Jesús enséñanos a reflexionar sobre la importancia de apreciar el proceso y no solo el premio, reconociendo el sacrificio y la dedicación que requiere alcanzar nuestras metas. Es un recordatorio de que detrás de cada logro hay un esfuerzo que merece ser valorado y respetado.

Quien ha sangrado por sus metas no permite que cualquiera le arrebate lo que tanto le costó. Porque solo el que ha sudado el camino, entiende el verdadero valor de cada logro. Si tú también has cargado venados en silencio, sabemos de lo que estamos hablando. Jesús necesitamos aprender a valorar el esfuerzo ajeno. Amén.